¡Continuamos con el viaje, Calderer@s!
Llegamos a una de las jornadas más esperadas de todo el viaje. Hoy nos tocaba visitar la archi-conocida y archi-fotografiada ciudad de Oia (pronunciado “Ía” :)). Así que prepararos mentalmente porque viene un post algo denso y sobre todo como muchas, muchas fotos.
Os recomendamos no hacer lo que hace todo el mundo, que es ir a ver el atardecer en Oia, ya que las multitudes se concentran hasta tal punto que uno deja de disfrutar el momento. Es mejor visitar la ciudad por la mañana, cuanto más temprano mejor, ya que los cruceros empiezan a descargar gente en la pequeña ciudad a partir de las 12 de la mañana, momento el que el silencio, el encanto y el embrujo de Oia desaparece bajo una maraña de gritos en español, italiano, inglés y alemán, (y japonés no, porque no gritan, que sino, también).
Para nosotros fue todo un acierto.
Salimos desde Fira en autobús sobre las 10 de la mañana (quizá un poco antes) y llegamos a Oia en unos 20 minutos. Por suerte pudimos ir sentados en todos los autobuses que cogimos en Santorini, aunque se llenan a reventar con gente de pie pasándolo realmente mal en las curvas de las empinadas carreteras con la cara pegada a la espalda de otro y sin tener donde agarrarte, así que ¡os recomendamos llegar pronto a la estación!
Cuando llegamos a Oia no sabíamos qué nos íbamos a encontrar. Nos imaginábamos que estaría atestado de gente pues todo el mundo nos había avisado de lo insoportablemente concurrida que se pone esta joyita durante el mes de Agosto. Por eso no nos podíamos creer a nuestros ojos cuando nos encontramos las calles desiertas, con algún que otro turista madrugador paseando tranquila (y sobre todo silenciosamente) por las blancas calles empedradas.
La verdad es que es un lugar de sobrecogedora belleza, y me imagino el privilegio que tiene que ser vivir aquí el resto del año, (si te puedes permitir pagar los precios, ¡claro!).
Haciendo uso de nuestras dotes de orientación en el granaino barrio del Albaycín, encontramos el camino hasta el lugar en concreto, que efectivamente escondía unas vistas espectaculares de la caldera y la ciudad.
Unas dos horas de visita habían sido suficientes, relajadas y el calor tampoco permitía ya mucho rato más de subir y bajar cuestas. Una cerveza no nos íbamos a tomar pues los precios están por las nubes, así que ¡momento perfecto para coger el autobús!
Pero entonces, ¿nos quedábamos sin ver el atardecer en Oia? ¡No señor! Teníamos un plan secreto en mente (y un recibo de reserva en el bolsillo) para pasar la tarde en una excursión en barco que nos llevaría a visitar el cráter del volcán durmiente en la isla de Nea Kameni, las aguas termales marinas y nos permitiría ver el atardecer flotando en un velero frente a la caldera de Oia. Todo esto acompañado de una suculenta cena de comida típica griega, (sencilla pero muy sabrosa) y generosas cantidades de vino de Santorini. Suena de lujo, ¿no? Pues es que eso es precisamente lo que quisimos, darnos un pequeño lujo en el viaje, pues era la mejor manera de visitar el volcán, la caldera desde el mar y las aguas termales en una sola tarde.
El chico del hostel ya nos había avisado sobre el fuerte olor que impera en la bajada, pues los burros reparten sus excrementos allí donde van, pero somos medio de campo, así que tampoco nos asustó. La verdad es que viendo a los burros subir turistas nos dio un poco de pena pues los animales se escurrían en los escalones pulidos por el paso y con el calor que hacía no parecían los animales más felices del mundo, pero ya se sabe que la vida de burro nunca ha sido muy agraciada, y supongo que peor es estar en el campo tirando de un arado… o extinto…
Lo primero que nos llamó la atención al subir al barco fue la música. No era el típico chunda-chunda que habíamos escuchado en otras embarcaciones y en casi cada local de copas, sino que tenían algo de rock ochentero suave. Lo típico que se escucharía en una emisora como M-80, lo cual, preferíamos mil veces a estar escuchando techno toda la excursión.
La primera parada de la excursión fue en Nea Kameni, que como ya explicamos en la introducción a Santorini fue el resultado de una explosión volcánica y de hecho aún pueden verse varias fumarolas de azufre activas. La isla es prácticamente lava petrificada y ceniza, y los colores que predominan son el negro y el marrón rojizo que contrastan increíblemente con el azul del mar y el blanco de Oia que estaba todavía en nuestras retinas.
Para llegar a ellas el medio era muy sencillo, ¡saltar del barco! La verdad es que también se podía bajar por unas escaleras que facilitó la tripulación, pero tras ver a mi compañero saltar por la borda, cualquier otra cosa me parecía una caca. Además, ¿cuantas más oportunidades tendré en mi vida de tirarme de un barco por la borda solo por diversión?
Mientras nos bañamos, la tripulación ha preparado la cena, y lentamente, mientras comemos ensalada griega, arroz con pollo, tzatziki entre otros platos de buffet el barco se va acercando hacia la caldero y la ciudad de Oia aparecen ante nuestros ojos.
Y así es como, lo que en principio tanto temíamos visitar por ser Agosto y al ver las dificultades para encontrar alojamiento y demás, se convirtió en un sueño hecho realidad.
¡Me encanta viajar! :D
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