Nos encontramos en Estados Unidos en los años sesenta. Aunque algunas cosas están cambiando, el país sigue siendo en buena parte racista, sobre todo en su mitad Sur. Precisamente a estos Estados quiere viajar un prestigioso pianista negro que ha sido invitado a una gira. Para tener éxito en su empresa, necesita contratar a un conductor y a la vez guardaespaldas, un personaje encarnado por Viggo Mortensen. Tony Lip, un italoamericano amante de su familia y de la buena - y abundante - comida también es un tipo que desprecia a los negros, como podemos ver en una elocuente acción nada más ser presentado como personaje. En cualquier caso lo mejor de la película radica en contemplar la relación que se establece entre estos dos personajes tan antagónicos: el hombre rudo y perfectamente integrado en la sociedad en la que vive y el triunfador que se siente marginado, no solo por su raza, sino también por su carácter elitista y que vive su particular tragedia en el hecho de que no puede acercarse a los blancos que se parecen a él y tampoco a sus hermanos negros, a los que califica de gente muy primitiva y básica. Está claro que Green Book está diseñada para gustar a todo tipo de público apelando a sus buenos sentimientos y la fórmula funciona a la perfección, entre otras cosas porque su director sabe dosificar sabiamente el drama y el humor en su película.