Greta Garbo o la eternidad de la Esfinge

Publicado el 02 noviembre 2010 por Sarvakarma
Por Frater Ignatius

Dedicado a Ernesto Diezmartínez 
Junto a Louise Brooks y Marlene Dietrich, la dama que no sonríe forma parte de mi triada predilecta. El concepto de diva se comenzó a formar en el cine cuando los productores se dieron cuenta de la popularidad de las actrices. Las personas de aquella época no buscaban hacer filosofía del séptimo arte. Simplemente anhelaban pasar un buen rato, escapando del duro trabajo y pretendiendo adaptarse –muchos eran inmigrantes- a su cultura de adopción. La misma Greta inmigró con el gran director sueco Mauritz Stiller para trabajar en los estudios de Hollywood. Hija de un campesino pobre, la Garbo se enfrentó desde joven al problema de las necesidades primarias. Trabajó en unos almacenes llamados Pub y llamó la atención de Stiller.
Hizo algunas películas en Suecia como LA SAGA DE GOSTA BERLING pero su éxito se dio en los Estados Unidos. Gran Hotel, La Reina Cristina de Suecia, Ana Karenina o Ninotchka  son obras maestras que elevan a la Garbo a estatus de diosa del celuloide. Se retiró a los 36 años y murió a los 84. Una vida muy corta para la estrella y bastante larga para alguien que parecía estar asqueada de la vida. Decían que tuvo amores con mujeres y hombres por igual: Dolores del Río, Marlene Dietrich, John Gilbert, Orson Wells. Se mantuvo casi todo el tiempo en el anonimato absoluto y decía: “No dije que quería estar sola sino que me dejaran en paz”.
La consideraban el rostro más perfecto del cine. En realidad parecía como una especie de esfinge con una elegancia única y una soberbia tremenda. Su mirada cautivaba. Era un mirar ausente, como si se pudiera uno siempre reflejar en ese hermoso espejo. Jamás se le vio reír, salvo la carcajada que hizo correr ríos de tinta en Ninotchka. Una verdadera diosa fulgurante, eterna, glamorosa, divina, angelical, regia, adusta, como la misma esfinge. Un verdadero misterio y enigma dentro de la historia del cine en particular y de la historia en general. Hace algunos años  mi queridísimo amigo Leonel y yo, vimos unas obras que trajo una amiga alemana del Instituto Goethe. Entre ellas, el demonio y la carne, amor y el beso. Todas protagonizadas por esta extraordinaria actriz. Era celuloide en 35 mm. Escuchaba el rollo correr y en completa obscuridad contemplábamos el rostro fuera de este mundo de la Garbo. Presencia enigmática, personalidad rotunda, belleza pasmosa, mirada ausente, ojos de luz, sofisticada, introspectiva, paradigma del éxito precoz. Era perfeccionista hasta el extremo y siempre temió el rechazo del público. Tenía relaciones de amor-odio con la fama y con la forma de tratar la soledad. Podemos afirmar que la trama de la película era el pretexto para lucir su imagen y su voz (en el sonoro). Alta, esbelta, hermosísima por todos lados, Greta Lovisa Gustafsson nos otorgó con su presencia en este mundo la dicha de mirar a una diosa en la realidad y la plenitud de la pantalla blanca.