¿Se imaginan que a un niño prodigio que da conciertos de piano o resuelve enigmas matemáticos, los profesionales de estas especialidades se dedicaran a criticarlo?
Seguramente menos aún nos podemos imaginar que a un joven prodigio de las artes o en las ciencias puras o en las experimentales, sus compañeros de profesión, expertos en cada materia, se dediquen a denostarlo, incluso a denigrarlo con todo tipo de descalificaciones. La menor decir que no tiene edad para actuar u opinar.
Pues eso es lo que le ha pasado a Greta Thunberg desde el momento en que osó alzar su voz y criticar que el sistema político no estaba haciendo lo suficiente contra el cambio climático.
En las ciencias sociales parece que no es admisible la existencia de niños prodigio. En política menos aún ¿Nos va a decir esta niña lo que tenemos que hacer? debería estar jugando con sus amigos, lo que necesita es un novio... han sido el tipo de “argumentos” dados por diferentes líderes políticos mundiales en respuesta a sus críticas.
Thunberg lleva casi cuatro años en el activismo medioambiental, ya no es una niña prodigio. El 3 de enero cumplirá 19 años. Por su aspecto físico aparenta menos edad, pero esto no debería de utilizarse en su contra. Muestra de nuevo la falta de argumentos: cuando no se sabe qué contestar a un razonamiento o a una crítica, se contesta no a la idea, no argumentando una respuesta con otro razonamiento: se contesta tratando de denigrar al adversario. Aportando datos personales, sobre su aspecto físico, vestimenta, sospechas, rumores... es lo típico de las derechas cavernícolas de medio mundo y de la gente que, simplemente, no sabe qué contestar o piensa que se está atacando a sus futuras cuentas de resultados.
Utilizar peyorativamente la variable etaria, relativa a la edad, es una forma de discriminación, es edadismo, equiparable a cualquier forma de racismo. Recuerda a múltiples casos en otros ámbitos. Por citar uno: cuando Ada Colau hace unos años criticó las colas del hambre y las situaciones de extrema necesidad de muchas familias, un tertuliano le contestó que “desde luego usted no tiene aspecto de pasar hambre...” así, enfrente de ella, en un debate televisivo en directo. También me ha recordado un debate en una universidad (no voy a decir el nombre) en que, en una reunión solo del profesorado, se estaba discutiendo sobre problemas medioambientales y salieron a colación los datos del documental “Una verdad incómoda” de Al Gore. Un profesor dio como todo argumento, con aplomo: ¡qué va a enseñarnos ese señor sobre el medio ambiente si vive en un chalet con piscina! Se juzga a la persona no las ideas. El negacionista se quedó tan satisfecho.
Pensemos en otras situaciones, en otras épocas. Por ejemplo cuando teníamos nosotros esas edades. En los años setenta, la juventud que salía a las calle a protestar contra la dictadura era calificada con otros epítetos: jóvenes melenudos que no saben lo que quieren, gamberros, violentos... que se enfrentan a la policía por diversión o porque son unos delincuentes. Una década después se les consideraba luchadores por la democracia.
En las reuniones clandestinas o semi de esa época no recuerdo a nadie que, como respuesta a lo que decíamos los que teníamos 16 o 17 años, nos dijeran: tú aún no tienes derecho a opinar. Se le hubieran echado encima todos los asistentes. Pero en estos colectivos y partidos estaba claro que no participaban la clase de personas que abundan en gobiernos, tertulias y redacciones de periódicos.
Greta ha acertado, como líder que es, en resumir en pocas palabras diferentes situaciones, discursos o informes de muchas páginas, los ha concretado en unas frases, simples, entendibles para la mayoría. Cuando ha visto la deriva de la cumbre de Glasgow simplemente ha dicho: esto es solo bla, bla, bla. Contundente. La COP26 termina en fracaso y hay que reconocerlo. En USA y la UE seguimos contaminando el triple por habitante que la media mundial pero nos permitimos decir lo que tienen que hacer los demás. Treinta países se comprometen a no producir autos de combustión a partir de 2035 pero no lo firman los que más fabrican... Aunque al menos ha servido para algunos acuerdos de mínimos y que todos hablemos de estos temas.
También se ha dicho que Greta está manipulada por sus padres, que sus intervenciones públicas estaban preparadas... como si esto fuera un pecado. En la entrevista de Gonzo en la Sexta del pasado domingo la hemos visto en una larga conversación, difícil de manipular, y ha salido reforzada. Hemos visto su expresión franca, limpia, incluso algunas veces un tanto infantil, con disfuncionalidades expresivas, lo cual muestra aún más su sinceridad, una franqueza alejada de discursos y argumentos enlatados. Precisamente por esta forma de hablar, incluso de moverse y gesticular delante del entrevistador, la juventud fácilmente empatiza con ella (un comentario al entrevistador: no hables con Thunberg como si fuera una niña, tus sonrisitas y palabras condescendientes de superioridad te delatan). Seguramente el tener o haber padecido el síndrome de Asperger, un tipo de autismo, le hace expresarse en algunos momentos de esta forma extraña pero esto refuerza aún más su personalidad, como muestra de superación.
Evidentemente podemos discrepar de algunas o muchas de sus afirmaciones. La relación del cambio climático con la desigualdad, con el modelo de desarrollo neoliberal, la necesidad de profundizar en alternativas necesariamente complejas y no solo radicales... son aspectos aun escasos en sus respuestas y análisis. Pero ese no es el problema. Lo importante es que ella anima a que cada vez más gente, en todo el planeta, esté por cambiar el sistema actual. En lo micro pero sobre todo en lo macro. Las “chorradas microconsumistas” no van a parar el cambio climático. Todos somos responsables pero unos más que otros.
Ojalá surjan muchas Gretas por el mundo, y no se vean amenazadas. De momento en la Cumbre ha intervenido Txai Surui, india brasileña de 24 años, inmediatamente insultada por Bolsonaro y amenazada. Y el colombiano Francisco Vera, fundador del movimiento Ambiental Guardianes, de ¡doce años! ha alzado su voz y ha pedido que los adultos escuchen a los niños a la hora de construir el mundo. Oigamos lo que nos tienen que decir y reflexionemos. Dejemos el insulto para otros.
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