¿grexit?

Publicado el 29 junio 2015 por Jordi Mulé @jordimule

Escribir un artículo de opinión o divulgativo sobre temática económica o bancaria es, normalmente y en mi caso,  una devoción, una afición más que una obligación. Como el lector habitual de este blog ya habrá observado, normalmente intento acercar al gran público algunos conceptos económicos o bancarios, y soy consciente de que estos conceptos a veces puedan sonar extraños o ajenos pero, creedme, son mucho más cercanos y sencillos de lo que a veces aparentan, demasiadas veces, mediante un sencillo esfuerzo de abstracción y de sentido común, estos conceptos tan abstractos se tornan transparentes, y hasta lógicos. Durante este año y medio de vida del blog, he ido publicando diversos escritos intentando huir, en la medida de lo posible, de valoraciones políticas, aunque debo reconocer que la Economía y la Política muchas veces van de la mano, que las decisiones económicas se hacen a menudo con criterios políticos como, a menudo, existen decisiones políticas influenciadas por la Economía. Opinar sobre política es fácil si lo que se busca es notoriedad o crear controversia, fácilmente se consiguen seguidores, pero también detractores, con el consecuente e inevitable posicionamiento. Quizá alguien opina que el posicionamiento sea necesario, pero no lo es, en mi opinión, si lo que se busca es divulgar.

Dicho lo anterior, la alarmante situación actual me ha movido a escribir este breve post, a posicionarme ante el giro de los últimos acontecimientos, y a reflejar una opinión personal, opinable, criticable e interpretable. Todos nos hemos enterado de la alarmante situación económica actual en Grecia, al vencimiento del rescate en treinta de junio de 2015 y a la falta de acuerdo para su prórroga que ha llevado al país heleno al más estricto control de capitales, al llamado “corralito“, a cerrar temporalmente su sistema bancario y su mercado de valores, y a llevar a todo el espacio “euro” a un nivel de incertidumbre nunca antes visto; no debemos perder nunca de vista que la crisis griega lo es también de toda la Unión Europea, y puede sacudirla hasta en sus cimientos.

En 2007 ya observamos con estupor como los Estados Unidos habían dejado caer a Lehman Brothers, un Banco de Inversión de los más importantes de tal país, y como esta quiebra degeneró de manera casi inmediata en un crisis financiera, cosa que no deja de ser en gran medida una gran crisis de confianza. Como consecuencia de dejar quebrar a esta entidad tan grande y posteriormente descubrir que las entidades americanas habían inundado el planeta con derivados financieros hipotecarios cuya composición nadie acertaba a detallar que habían sido calificadas por las agencias de rating correspondientes con “AAA“, o sea la máxima calificación, los sistemas financieros de medio mundo empezaron a restringir los capitales que circulaban por los mismos, es decir,  los bancos dejaron de prestarse dinero entre ellos, pues no se sabía a ciencia cierta quién vendía basura y quién no, se produjo una gran crisis de confianza, y el resto creo que ya es harto sabido, pues no hace tanto tiempo de ello y lo hemos podido leer en infinitud de libros, revistas, artículos, y hasta cómics, primas de riesgo por las nubes, rescates de países, cambios en gobiernos, etc, etc. Hasta las mismas autoridades norteamericanas han medio reconocido que dejar caer a Lehman quizá fuera un error; de hecho, cuando hubo riesgo de caída de otras entidades, rápidamente reaccionaron y las rescataron, el bien común era más importante que dejar al mercado seguir su curso.

Pues bien, salvando las distancias, ahora nos toca vivir una crisis parecida a la caída de Lehman Brothers, pero esta vez el actor es un estado soberano y miembro de la UE, Grecia. Grecia es uno de los países más débiles de la UE, y el primero que recibió de lleno la crisis financiera y las restricciones de capitales, siendo tempranamente rescatado, y llevado a acometer una serie de reformas a cambio del soporte financiero del resto de sus socios comunitarios. El rescate financiero nunca es gratis, y fueros impuestas al país heleno una serie de reformas estructurales, las famosas medidas de austeridad, tendentes a optimizar su sistema público, abaratando sus costes y aumentando la viabilidad de su deuda; en pocas palabras, optimizando la Economía griega se pretendía, por un lado, hacerla más competitiva pero, por otro, se intentaba garantizar la devolución de la inversión.

Pero, como siempre pasa, ante una acción existe una reacción. Una población cansada de la crisis y de las medidas de austeridad es un caldo de cultivo excelente para el auge de nuevas opciones políticas que preconicen una solución aparentemente mejor que la que se viva en ese momento, y ello es lícito, aunque tantas veces en la Historia se haya demostrado que tales soluciones no sean tan perfectas ni tan viables como quisiéramos los simples ciudadanos de a pie. Una cosa es la comprensible y razonable voluntad de conseguir una vida mejor, la otra es empeorar las cosas por tomar decisiones equivocadas o precipitar los acontecimientos.

Este fin de semana hemos podido ver como el “premier” heleno ha lanzado un órdago a sus acreedores ante el próximo vencimiento de la deuda helena con el FMI, el próximo 30-6. Tal órdago ha sido la decisión unilateral de Tsipras de convocar a un referéndum a su población para ver si acepta las condiciones de la renovación del rescate financiero a punto de expirar y ha provocado la rotura de las negociaciones con sus acreedores. Tal decisión, consecuente con su programa político, no deja de ser desafortunada por estos dos motivos:

-Porque no tiene marcha atrás, es decir, no se puede desconvocar sin perder la credibilidad política de Tsipras, aún en el caso de un acuerdo de última hora, y no olvidemos que el partido de Tsipras ha decidido hacer campaña activa por el NO. En resumen, no se puede arriesgar a comprometer su futuro político, desconvocarlo sería su final político.

-Porque esta situación, obviamente, ha sido entendida por las Instituciones europeas, que no han cerrado del todo la puerta a un acuerdo y, hecho insólito, las últimas declaraciones hacen entrever una campaña internacional por el SÍ. Es decir, que ya se ve como inevitable tal referéndum, que no tiene aparentemente vuelta atrás. En pocas palabras, que no será un referéndum sobre si Grecia admite o no las condiciones del rescate financiero, sino sobre si el país heleno debe quedar dentro o fuera del Euro, ni más, ni menos.

Por ello, el referéndum de Grecia, en mi opinión, es mucho más importante de lo que se podría pensar:

-Si gana el SÍ, el Gobierno Griego y otras formaciones europeas parecidas a la que gobierna en Grecia saldrían fortalecidos y el gobierno Griego doblemente, pues conseguiría la autoridad moral para acometer las reformas exigidas, ya que tendría el aval de su ciudadanía; es decir, nadie podría decir que hace caso omiso a su programa político.  El SÍ es posible, pues la población griega, atemorizada ante el temido “corralito” y la salida del euro podría volcarse ante esta opción, a pesar de las recomendaciones de su Gobierno, quién sabe si el referéndum no es sino una estrategia para conseguir el rescate sin comprometerse políticamente, personalmente, no lo creo, pero sería de ser así bien fuera una arriesgada jugada maestra.

-Si gana el NO la situación se complica, pues un escenario de quiebra de Grecia será entonces realmente posible, a menos que hubiera un acuerdo “in extremis” en el que los acreedores cedieran mucho y así el Gobierno griego apareciera como ganador, improbable porque entonces, ante casos parecidos en otros países, se podría reclamar el mismo trato.  en caso de dejar caer a Grecie estaríamos delante de un nuevo “Lehman Brothers”, pero esta vez a nivel de país soberano. Además, la crisis de confianza salpicaría a todo el espacio Euro, ya que los tratados de la UE prevén las condiciones para entrar pero el procedimiento de salida del Euro no está del todo especificado, entraríamos, de hecho, en “terra ignota“.

Muchos pensarán que el hecho de que un pequeño país que significa bien poco en el total del PIB de la UE caiga no deja de ser una anécdota, pero ello no es así. Para entenderlo, valga el símil de una empresa:

-Cuando un cliente de cualquier empresa quiebra, la empresa acreedora, automáticamente, debe dotar como una pérdida el importe debido por este cliente quebrado, independientemente de si acaba cobrando o no; es decir, que la deuda pasa de ser “normal” a de “dudoso cobro”. El importe dotado por tal pérdida (provisión) restará directamente de los beneficios de tal empresa, algo así como un nuevo gasto sobrevenido.

-De la misma manera, más o menos, pasa en Contabilidad Nacional; en el caso de la deuda griega con España, ésta ronda los 26.000 millones de euros, sumando la deuda “directa” y la deuda en manos privadas con aval del Estado Español. Tal importe viene a suponer el 2,5% del PIB español.

-Por tanto, en caso de impago de Grecia, en teoría, se debería “provisionar” la parte de la deuda directa entre Grecia y España y pagar como avalista los vencimientos que haya de deuda privada en las que España avale a Grecia, todo ello hasta llegar hasta este  2,5% del PIB. No es difícil ver como disminuir un 2,5% del PIB provocaría una caída y un fracaso repentino de todas las previsiones de crecimiento del Gobierno, hasta podría ser que se volviera a la recesión si este 2,5% fuera restado de golpe.

Además, hay toda una serie de efectos negativos de una posible salida griega del euro:

-La falta de experiencia en lo que a salidas del euro se refiere, y el coste político derivado de una escisión en la UE.

-La debacle económica en Grecia derivada de la vuelta al Dracma, la consecuente devaluación de la teórica nueva moneda griega y las siguientes consecuencias de toda índole en grecia, empobrecimiento, paro, huelgas, estallidos sociales…

-La pérdida de confianza en la moneda europea de muchísimos inversores, que buscarían refugio en el dólar americano, disparando su cotización respecto el euro, por el efecto oferta-demanda.

-El aumento de la prima de riesgo de algunos países periféricos ya rescatados, ante la merma en la confianza en su recuperación económica.

-Turbulencias financieras, que podrían provocar más reestructuraciones bancarias, por ejemplo, el rescate de algunas de las instituciones financieras más expuestas a la la deuda griega.

-Falta de credibilidad internacional de la Unión Europea, que habría demostrado una aparente falta de unidad interna.

-Turbulencias en los mercados de valores, difíciles de pronosticar, pues podrían haber grandes caídas seguidas de grandes alzas, típicas de todo buen mercado especulador.

Por lo tanto, lo deseable sería que se llegara a un acuerdo que difiriera tal posible desenlace final. Si la salida de Grecia del euro es inevitable, lo mejor sería mediante prórrogas de la ayuda y una salida gradual; de esta manera, la credibilidad de la UE se mantendría firme, intacta, y las consecuencias en Grecia serían lo menos malas posible. Si la salida se puede evitar, quizá las Autoridades Europeas deberían aprender a convivir con socios quizá no tan solventes, deberían aprender de la lección griega y evitar, en el futuro y en la medida de lo posible, imponer condiciones demasiado draconianas a poblaciones extenuadas por la crisis. Las medidas de austeridad pueden parecer buenas sobre el papel, aparentemente dan competitividad y garantizan la devolución de la deuda,  pero se demostrarían catastróficas a medio plazo si llevan a una rotura del euro, por pequeña que sea, entonces, ni competitividad ni devolución de la deuda, nada de nada.

Porque, quizá, lo mejor no fuera velar por los intereses propios, por cobrar lo que nos deben, sino optar por garantizar el futuro de todos, todos, los ciudadanos europeos, sean estos alemanes o griegos. En este escenario, quizá el interés nacional fuera menos importante que el bien común, algo así como los Estados Unidos, que no dejaron caer a una segunda entidad bancaria viendo los efectos de la caída de Lehman Brothers, sólo de este modo, en mi humilde opinión, tendríamos una Unión Europea que realmente fuera eso, una UNIÓN de EUROPEOS.