Grilletes de locura y muerte

Publicado el 13 junio 2016 por María Bertoni

Diment presentó su film en el 18º BAFICI. Lo estrenará el jueves 16 en el Gaumont.

“Esto es culpa de Dios, de todos los seres humanos” advierte el cura del pueblo con la intención de escabullirse por la hendija individual y salvadora que cree vislumbrar entre el capricho divino y la psicología de las masas. Por el destino que les impone a éste y a los demás personajes de El eslabón podrido, da la sensación de que el realizador Valentín Javier Diment disiente con el sacerdote que él mismo encarna.

Las cadenas se rompen en algún lugar intermedio antes que en los extremos. Por eso resulta infructuosa la ocurrencia de trasladar al Señor y al desquicio gregario la responsabilidad que les cabe, uno por uno, a los habitantes de El Escondido.

En la expresión uno por uno radica la clave del relato sórdido que Diment escribió con Sebastián Cortés, Martín Blousson y Germán Val. Antes de convertirlo en fenómeno colectivo e imparable, los guionistas describen el proceso de putrefacción en cada miembro de otro “pueblo chico, infierno grande” según dicta el refrán.

Como Albertina Carri cuando filmó La rabia, este otro realizador argentino encuentra en nuestro campo bonaerense los elementos propicios para desarrollar una fábula sobre los bajos instintos de la condición humana. Sin dudas, El eslabón podrido también tira por la borda el estereotipo del ámbito rural como reserva de salud física, mental, moral de nuestra nación.

Son tres los mayores aciertos de esta propuesta que desembarcará el jueves próximo en el cine Gaumont, luego de su paso por el 18° BAFICI: la -muy estimulante- dosificación del suspenso y de la violencia; la atinada selección de actores (Marilú Marini, Paula Brasca, Luis Ziembrowski, Germán de Silva se destacan en un elenco sin fisuras) y el despliegue de cierto humor negro (que limita las similtudes con el mencionado largometraje de Carri).