Gris

Por Dubarri

Gris, noche fría y húmeda en mi amado Norte. A pie de mar donde mis huesos a duras penas no dejan de hacerse notar y no encuentro postura en la cual poder sentirme cómodo, leo y leyendo desconecto en cierta medida del esa  “trémula sensación dolorosa Tomo palabras de Jorge Borges, del último libro que leo de él,” Historia de la Eternidad” y sus palabras se hacen mías porque en ellas veo mi espejo, y dice: Ya no seré feliz. Tal vez no importa. Hay tantas otras cosas en el mundo; un instante cualquiera es más profundo y diverso que el mar. La vida es corta y aunque las horas son largas, una oscura maravilla nos acecha, la muerte, ese otro mar, esa otra flecha que nos libra del sol y de la luna y del amor. La dicha que me diste y me quitaste debe ser borrada; lo que era todo tiene que ser nada. Sólo me queda el goce de estar triste, esa vana costumbre que me inclina al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina. [1]

Sigo en cierta medida en la melancolía, en el destierro de una sociedad que no hago mía, de un sentir diferente, de un ser egoísta en cierta medida en no apreciar esta vida mas teniendo suerte de haber nacido como dice Dawkins entre millones de “candidatos”, y… sí, aquí estoy yo. Sigo leyendo a Borges y pinta así la situación: El hombre enternecido y desterrado que rememora posibilidades felices, las ve “sub specie aeternitatis”, con olvido total de que la ejecución de una de ellas excluía o postergaba las otras. En la pasión, el recuerdo se inclina a lo intemporal. [1]

De la eternidad nada creo mas sí en la finitud, miro al futuro como un presente inmediato que no logro alcanzar y que a veces se queda en el peaje a agar cada día de nuestra existencia. No creo en la eternenidad, ni en la reeencarnación, tampoco en la resurrección, ni lo que las religiones promueven con sus placebos existenciales. No creo en los credulópatas, ni en los pitonisos y pitonisas, ni en espiritistas, ni demás cuentistas. Nada hay eterno, ni nuestra memoria, ni nuestra existencia. Ni en lnuestra propia  muerte nuestros descendientes, amigos o enemigos, lograrán inmortalizarnos en sus recuerdos eternamente; eso durará hasta el día del olvido y he ahí donde morimos de nuevo en cada memoria, en cada ser. Es por ello que el ser humano hace un sobreesfuerzo por inmortalizarse en la pintura, en la música, en la escritura, etc. La religión es otra forma de “inmortalización” de “specie aeternitatis” que el ser humano ha inventado y que tan solo se sostiene en la mente de aquellos que lo inventaron y mantienen, pero ¿una vez muertos esos creadores humanos, qué queda? Pienso que el hecho de creer en dioses o religiones no conlleva mas que a un mal mayor.  Engañar, mentir, faltar como dejar ser engañado, mentido o faltado no es sino el resultado de un mal. El resultado de no admitir la finitud y de tomar la eternidad como algo real,  ni alegra ni entristece más que a un descreído como yo. Y que cosas que la muerte nos pone a todos en el mismo rasero, en el mismo, en polvo de estrellas. Sobre la muerte saco algunas citas más, citas interesantes para reflexionar:

La muerte es la primera noche tranquila (Wilhelm Klemm).

La muerte es la noche fresca; la vida, el día tormentoso… (Heine)

Lo que el sueño es para el individuo, es para la especie la muerte. (Welt als Wille, Schopenhauer)

Termino hoy de leer este libro a duras penas, pues ni la silla me es cómoda y el sillón menos, mas la cama me postra al son de Morfeo cuyo tiempo no para, sino que salta sin darme cuenta que tengo menos horas de vida. Bien, dicho esto parece que el lector piense que deseo morir, no, ni mucho menos. Me gusta la vida pero no la sociedad sobre la que está construida esta vida que me ha tocado vivir. Seré un bohémien o bien rebelde contra una sociedad que hace de la vida y de la muerte una cruzada de política y religiones. con intereses. Termino estas líneas con otra cita más de Jorge Borges a quién no me canso de leer aunque el dolor me diga que vivo, que sigo vivo:

El presente es de todos; morir es perder el presente, que es un lapso brevísimo. Nadie pierde el pasado ni el porvenir, pues a nadie pueden quitarle lo que no tiene. (Jorge Borges)

Y ahora cada cual creerá lo que le convenga: unos en placebos existenciales que inhiben el sentido de la realidad y otros en la realidad con toda su crudeza. A ser felices y no se dejen engañar, cada día de su vida tiene un valor incalculable, un valor que que nunca se repetirá pues recuerde: no somos eternos.

Jean Pierre Dubarri, marzo 2011.

[1] Historia de la Eternidad, Jorge Borges.