Dos prostitutas de mediana edad son asesinadas con un año de diferencia en circunstancias parecidas. Las dos prostitutas se conocían del instituto. Esto en manos de otro escritor sería el arranque de una novela policiaca. En manos de Natsuo Kirino es el punto de partida para un estudio de caracteres. Y ese estudio lo borda de tal manera, que al lector al final le da lo mismo quién hubiera podido matar a las prostitutas.
Literariamente lo que más me ha fascinado de Kirino es su capacidad para crear personajes redondos. Normalmente a los escritores les resulta más sencillo dejar que la fuerza de la novela repose en la trama misma, no en sus personajes. Por el mismo esfuerzo de crear un personaje redondo, uno puede crear tres tramas interesantes. Eso sí, la recompensa cuando uno crea personajes redondos es inmensa. Al cabo de los años uno puede haberse olvidado de la trama de “Madame Bovary” hasta el punto de recordar vagamente que era una historia de cuernos. Pero seguramente que se seguirá acordando del personaje de Madame Bovary.
En “Grotesco” Kirino nos presenta a cuatro personajes principales, que van hablando alternadamente de sí mismos. Está Yuriko, una mujer que ha nacido con una belleza sobrenatural y que es de natural lascivo. Le apasiona el sexo, pero no el amor. Dice de sí misma: “Para una ninfómana como yo, supongo que no puede haber un trabajo más adecuado que la prostitución (…) cuanto más perversa es mi pareja, más me siento atraída, porque mi capacidad para satisfacer todas las peticiones de mi amante es la única manera en la que me puedo sentir viva (…) Soy como una vagina encarnada, la personificación de la esencia femenina…” Hay algo en Yuriko que me recuerda a Bella, la protagonista de “Bella del Señor” de Albert Cohen. En ambos casos el autor ha puesto tanta belleza y femineidad en el personaje, que éste empieza a parecer más un ente etéreo como la Beatriz de la Divina Comedia que un personaje de carne y hueso. Tanto Yuriko como Bella, tal vez a causa de su belleza, son personajes más bien pasivos. Sirven de catalizadores para la acción, pero ellas mismas apenas actúan. Se diría que Yuriko no existe más allá de su belleza y del sexo. De los personajes de la novela Yuriko es el más flojo.
Su hermana mayor, es quien habla durante la mayor parte de la novela. La novelista no nos dice nunca su nombre, lo que concuerda con su personalidad: quiere pasar desapercibida; es misántropa, desconfía de la gente, sobre todo de los hombres; ha construido un muro de malicia y mezquindad a su alrededor para protegerse. La hermana vive obsesionada por la belleza de Yuriko. Desde pequeña ha tenido que soportar las comparaciones desfavorables con Yuriko. Su defensa es el viejo “ella será muy guapa, pero yo soy mucho más inteligente”. Hábilmente, la autora por medio de las declaraciones de los demás personajes nos muestra que la hermana mayor no es necesariamente una narradora muy fiable. Todas sus declaraciones, incluso ésa sobre la falta de inteligencia de Yuriko, deben ser tamizadas. Lo que hace Kirino con la hermana mayor técnicamente es más difícil de lo que parece. La tendencia del lector es la de asumir que lo que el narrador le cuenta en primera persona es palabra de Dios. Transmitir al lector que, como en la vida real, no podemos fiarnos ciegamente de lo que nos cuenta el narrador es mucho más difícil de lo que parece.
El tercer personaje es Zhang, un inmigrante ilegal chino a quien se acusa de haber asesinado a las dos prostitutas. Kirino nos ofrece tres imágenes distintas de Zhang. Por un lado tenemos la imagen del informe policial, que retrata a un inmigrante amoral, de poca confianza, dedicado a trabajos un poco sórdidos y mal pagados. La segunda imagen es la que nos da el propio Zhang al hablar de su historia. Es el relato de un campesino chino del interior que emigra en busca de mejores horizontes. La parte en la que relata cómo su hermana y él se escapan del pueblo y llegan a Guangzhou es de las más impactantes en una novela que ya tiene de por sí bastantes partes impactantes. La tercera imagen de Zhang es la del diario de Kazue Sato, la otra prostituta asesinada. Allí Zhang aparece como un personaje duro, frío y algo siniestro. Kirino ha conseguido hacer con el personaje de Zhang algo que ocurre en la vida de todos los días: ¿cómo son realmente las personas? ¿Como ellas se ven? ¿Como las ven sus íntimos? ¿Como las ve un tercero neutral, en este caso un informe policial? No hay una respuesta clara ni en las novelas ni en la vida real.
Finalmente está el personaje mejor creado, el de Kazue Sato. A Sato la vemos en dos momentos muy distintos. Al comienzo la vemos como adolescente, intentando integrarse en una escuela exclusiva, donde la rechazan. La vemos a través de los ojos de la hermana de Yuriko, que la desprecia y que juega cruelmente con sus sentimientos. Más adelante es la propia Kazue, aproximándose a la cuarentena la que habla de sí misma. De día es una ejecutiva y de noche una prostituta. El relato de Kazue es la narración en primera persona del deslizamiento hacia la locura y a la muerte.
Kazue es un personaje que a un japonés le resonará. Ha sido educada con la máxima “querer es poder”. Está convencida de que a base de esfuerzo es posible llegar. Está especialmente entrenada para no ver lo que no quiere ver. El resultado es que la brecha entre su vida real y la vida a la que aspira, la imagen que los demás tienen de ella y la imagen que ella tiene de sí misma es cada vez mayor. Dice de sí misma: “Después de que me gradué en la Universidad Q, entré en una empresa de alto nivel. Tenía uno de esos tipos delgados que están de moda y los hombres se fijaban en mí. Lo tenía todo, lo que era muy guay, pensaba. De día me respetaban por mi cerebro. De noche me deseaban por mi cuerpo. ¡Me sentía como Superwoman!” La realidad es que en la empresa nadie la aprecia y la calidad de su trabajo no deja de caer. Los hombres no se fijan en ella. Sufre de anorexia y con su maquillaje recargado parece un monstruo. En la calle al final sus clientes son vagabundos. Todos nosotros nos autoengañamos, sintiendo que somos mejores de lo que realmente somos. Cuando el autoengaño alcanza cierta cota lo que hay se denomina locura.
Junto a estos cuatro personajes principales, están los secundarios, que están igual de bien conseguidos. Kirino dedica más atención a sus secundarios que la que otros autores dedican a sus protagonistas. Está el padre suizo de Yuriko y su hermana, retratado de una manera que refleja tanto el desamor como la distancia cultural, está Mitsuru, concienzuda y decidida a triunfar por su esfuerzo, que es una versión amable de la hermana de Yuriko, está el profesor de física, serio y ético…
Me he preguntado qué mueve a un escritor a prestar una atención tan exquisita a la creación de sus personajes, una atención que va más allá del cuidado que pone a la creación de la trama. La respuesta me la ha dado la propia Kirino en una entrevista: “Mi principal motivación es observar el tejido de las relaciones humanas. A veces los hilos que conectan a las personas son fuertes, o deshilachados, o débiles, o están enmarañados por los encuentros.¿No es de eso de lo que se trata al contar historias?” Efectivamente, a menudo los escritores se pierden en el relato de los hechos y se olvidan de los personajes que los llevan a cabo. Se dejan llevar por la dinámica de el hecho A lleva al hecho B, que genera a su vez el hecho C, y descuidan el entramado de relaciones humanas que puso en marcha la historia.
Así, no sorprende advertir que la historia policiaca en torno a estos personajes es irrelevante. Lo que a Kirino le interesa verdaderamente es explorar cómo se relacionan los personajes entre sí y con la sociedad que, en su opinión, es una mera abstracción. “Pienso que la existencia de la idea de “sociedad” es sólo una ilusión que existe dentro del corazón. Sin embargo, a menudo se convierte en una realidad, no una ilusión, cuando cometes un acto anti-social (Me gusta la idea: la sociedad sólo se hace real cuando cometemos un acto contra ella) (…) Siento que los seres humanos son criaturas solitarias. Lo que nos salva de esta soledad no es este vago concepto del “público”, sino las conexiones y los vínculos humanos…”
Para terminar de complicar las cosas, está sociedad que parece existir sólo cuando uno se le enfrenta, es una sociedad que está en crisis. “El viejo sistema familiar está cada vez más colapsado. Aunque sigue existiendo la división entre los hombres y las mujeres- los hombres todavía trabajan fuera y las mujeres se quedan (no olvidemos que está hablando de la sociedad japonesa)- un hombre no puede ahora sostener a toda la familia. Hemos alcanzado un punto en el que las mujeres tienen que llevar a los niños a las guarderías de forma que también puedan trabajar para contribuir al sostenimiento de la familia. Como consecuencia, los mismos niños están sometidos a unas presiones educativas extremas. Cada uno está haciendo lo más que puede para sostenerse. Es un momento muy confuso para nuestra sociedad. Me parece que la gente no sabe cómo salir de su situación.”
En “Grotesco”, Kirino ofrece cuatro estrategias para integrarse en esta sociedad hipercompetitiva, cuando uno no procede de los círculos del poder. Está la estrategia de Kazue, que ha asumido como propios los valores imperantes y que piensa que podrá subir gracias a su valía y sus esfuerzos. La propia Kazue expresa su credo, que es compartido por muchos japoneses, de la siguiente manera: “Desde que estaba en la escuela elemental, estaba decidida a ingresar en el Instituto Q para Jóvenes. Es un instituto tan perfecto. Si te aplicas y eres de buena familia, puedes entrar en el Instituto Q y entonces puedes ir a la Universidad Q. Es prácticamente automático. Y si puedo terminar entre los diez mejores de la clase, puedo entrar en el Departamento de Económicas de la Universidad Q. Conseguiré un montón de sobresalientes y entonces podré conseguir un trabajo en una compañía realmente buena, una vez que me haya graduado.” Kazue necesitará mucho tiempo y decepciones para descubrir que en la élite no se entra; o se nace en ella o uno se queda fuera. También necesitará tiempo para descubrir que las mujeres tienen un techo de cristal, una barrera sutil que les impide ascender más allá de cierto punto.
Mitsuru sigue otra estrategia. Ha entendido, por un lado, que el enfrentamiento con el sistema no lleva a ninguna parte: “… si no cooperas, atraes la atención sobre ti en una escuela como ésta, no tienes opción.” Por otro, es demasiado inteligente como para creerse los valores del sistema. Su estrategia es encontrar un nicho protegido a base de inteligencia y esfuerzo; ganarse el suficiente respeto como para que le permitan su lugar bajo el sol.
Yuriko entra en la élite mediante el único portillo que existe para aquéllos que no han nacido en ella: la belleza. Pero, demasiado inocente para saber trepar, más que vender su belleza, la regalará y con los años se encontrará con que su única moneda de cambio se ha malbaratado.
Finalmente la hermana de Yuriko opta por mantenerse al margen, por no adaptarse al sistema, aunque sin oponerse frontalmente a él. El resultado será una vaga frustración perpetua.
¿Cuál sería entonces la estrategia perfecta? ¿aquella que permite ser uno mismo sin enfrentarse ni plegarse al sistema y obtener suficiente satisfacción? Tal vez no la haya o, si la hay, Kirino no nos la cuenta. Kirino sólo busca describir lo que hay y que el lector saque sus conclusiones.