No les desvelo nada, porque desde el inicio sabemos que en la novela gira en torno al asesinato de dos prostitutas: la que fue bellísima Yuriko ya en su declive; y Kazue, subdirectora en una oficina de día y prostituta de noche. La historia recompone lo que fue la vida de estas dos mujeres como si fuera un puzzle, a través del relato de la hermana mayor de Yuriko, de los diarios de ambas, del informe policial y las declaraciones de su presunto asesino.
Llama poderosamente la atención lo descarnado del relato, puesto siempre en primera persona. La total ausencia de sentimiento alguno prácticamente en todos los personajes, que caminan siempre hacia su propia autodestrucción. Un tempo claramente japonés, que ya he vivido en otros autores y que sólo he sentido así en la literatura nipona.
La novela es bastante larga, y se consume bien hasta la parte final: el diario de Kazue, con el que concluye, es bastante simple, previsible, tedioso y no aporta prácticamente nada a la novela, como si a Natsuo Kirino le hubieran fallado las fuerzas.
No sé que decirles. Yo creo que hay que leerla.