Ayer celebramos nuestra reunión habitual de madres de final de mes. Sabía que sería un poco arriesgado celebrarla pues mucha gente ya está de vacaciones, otros al tener a los nenes en casa no tienen mucho tiempo, pero aún así consideramos buena idea hacerlo.
Nuestra Mamá (contra) corriente no pudo asistir pues está disfrutando de unas merecidas vacaciones. Pero ¡ojo!, en septiembre cuando todo vuelva a su cauce prometemos estar de nuevo juntas al pie del cañón.
Ayer, como excepción y al no contar con canguro, me llevé a mi hijo. Temía que mi pequeño terremoto alterase un poco el ritmo del grupo, pero, ¿qué podía hacer?. Así que allí nos aventuramos los dos, después de un costoso despertar por su parte. Está claro que ha decidido que no va a madrugar este verano. Tocaré madera y cruzaré los dedos para que en la playa siga igual.
El centro comercial donde se encuentra Baby Deli le encanta a mi hijo, hay un trenecito de madera precioso, un laberinto, mucho sitio donde correr, y claro al llegar ya quería empezar con la juerga. Pero fue bueno y accedió a entrar a la tienda.
Fuimos poquitas mamás, pero quizá por eso se creo un clima muy cómplice, muy privado y charlamos de una manera increíble, muy intensa, muy sinceras, desnudando nuestra alma. Hasta se escapó alguna lagrimita, con eso os lo digo todo.
El tema que queríamos tratar fue "Hijo único: mitos, verdades y ¿Cuándo es el mejor momento para tener el segundo hijo?".
Es curioso, todas coincidimos en las locas ganas de tener un segundo hijo nada más parir. Y es totalmente normal, la oxitocina se nos sale por las cejas, nuestro bienestar tiene una única causa, el hijo que tenemos en brazos, ¿cómo no querer otro??,¡ si es la fuente de nuestra felicidad!.
Algunas consiguen vencer no solo sus miedos, sino también las trabas sociales, económicas, laborales y se aventuran en seguida. Otras, por el contrario, se ven atrapadas por circunstancias ajenas a la maternidad y ello ocasiona que no puedan realizar el sueño que desean, que es tener un hijo.
Me entristece ver como mujeres maravillosas, algunas madres otras aún no, ven frustrados sus deseos por causas externas a ellas. Y tenemos un denominador común, el trabajo. El miedo a perderlo, el miedo a no encontrarlo, el miedo a que no se vea adecuado la llegada de ese deseado hijo. El trabajo, al final, domina nuestras vidas y nos modela a su antojo. No nos permite ser nosotros mismos. Se decía en la reunión "mi trabajo me gusta, me llena, hago lo que me gusta y me siento feliz por ello", pero algo faltaba, incorporar la maternidad a esa vida.
Después de una hora compartiendo nuestras experiencias relacionadas con la llegada de nuestros hijos, nuestros sentimientos, nuestra emociones y deseos relacionados con la llegada de un segundo, el tema laboral y de la (mal llamada) conciliación salió, una vez más a relucir. Casi siempre, por no decir siempre se habla de ello en nuestras reuniones. Las mujeres poco menos que se sienten acosadas, abrumadas, obligadas por un sistema laboral que no las permite ser madres al modo deseado. Donde se pretende que se cambien las prioridades básicas de la vida, y se ensalce el trabajo como el fin primero y lo más importante.
Una de nuestras mamás contaba que en una entrevista de trabajo, la preguntaron (la entrevistaba una mujer) sobre una situación hipotética: "si tu hijo está en la guardería o en el colegio y te llaman diciendo que tiene 40º de fiebre, ¿qué haces?". La pregunta ya tiene su miga, porque si eso es una entrevista de trabajo, que venga Dios y lo vea. "¿Tú qué harías?" le preguntó hábilmente nuestra mamá a la entrevistadora. Y aquella fría mujer le confesó que ella era madre de tres hijos pero que la empresa era importante y había que darlo todo.
Con este tipo de creencias o de premisas, donde las propias mujeres, las poderosas, se comportan de una manera desnaturalizada y asexuada, negando sus instintos, su responsabilidad como madres, ¿cómo vamos a alcanzar una política de conciliación que favorezca a nuestros hijos?.
Como podéis ver tuvimos una larga charla, interesante, enriquecedora, maravillosa. Las conclusiones son siempre las mismas, y por desgracia no siempre positivas. O te subes al carro de esta sociedad y aceptas las normas rígidas o estás fuera. Yo me considero fuera, y la mayoría de madres con las que comparto mi día a día, también.
Como dije ayer en el Grupo de Madres, estoy contenta y feliz por la decisión que tomé hace ya 3 años, pero confieso sin mucho temor que desconozco las consecuencias que esto pueda traerme. Y las cosas no pintan bonitas, seguramente en los próximos años todo se endurezca aún más.
Y de esa guisa seguimos hablando y hasta nos pasamos de la hora, porque estábamos tan agusto, tan en familia que hubieramos seguido horas allí.
Mi hijo anduvo jugando por allí, correteando, pidiendo marchar alguna vez, pero en líneas generales se portó como un campeón y es que últimamente estoy haciendo un montón de cosas con él, sino fuera así no podría salir de casa. Además a los niños, cuando ya van siendo más mayorcitos, les viene bien.
Jugamos en los laberintos, en el trenecito e hicimos uso de un cheque regalo que Tiendas Zippy me regaló hace algunos meses. Una toalla de playa, un bañador, un pantalón, todo decorado con nuestro Rayo McQueen, como no podía ser de otra manera.
Y claro, la hora se había echado encima, así que mi chico y yo nos fuimos a comer por ahí.
Lo pasamos en grande. Al entrar en el coche tardó exactamente minuto y medio en quedarse dormido.
La tarde después fue larga, pero la amenizamos jugando a Pokemon (sus dibujos número uno en este momento). Mamá ha tenido que ponerse al día con el nombre de personajes, poderes varios y demás, porque claro, sino como voy a hacer una batalla de Pokemons!!. Jugamos a la diana, hicimos obras de arte con témperas. Y como colofón salimos un rato al parque. Nos encontramos con su amigo, y a pesar de estar bastante cansado, las carreras comenzaron. Yo no sé como unas criaturas de esta edad pueden tener tanta energía acumulada, ¡alucinante!.
El pobre llegó a casa literalmente reventado, su padre tuvo que traerlo en brazos porque llegó como un guiñapito, pero de lo más feliz. Cenó y se acostó. El pobre no tardó ni 30 segundo en quedarse dormidito.
Un gran día para mamá y para él.