Fue Esteban Gutiérrez Gómez, a raíz de la publicación de dos antologías, Beatitud y Viscerales, quien denominó a la gente que provenía de los diversos grupúsculos del underground nacional “los chicos del otro lado”. Una gente que empezó publicando en blogs y leyendo poemas en garitos nocturnos y que poco a poco se ha ido ganando un sitio, a base de esfuerzo y humildad, en el mapa de las letras patrias. No podemos olvidar que a lo largo de este último año parte de la crítica, en ocasiones tan al margen de los movimientos periféricos, se ha hecho eco de que algo está pasando en el panorama español (destaco el artículo de Vicente Luis Mora, “Qué está pasando: De la rabia al asco”). Actualmente, “los chicos del otro lado” no sólo publicamos libros con regularidad, sino que también nos nominan a premios nacionales e internacionales, nos invitan a programas de radio, nos reseñan en publicaciones especializadas e incluso aparecemos, de vez en cuando, en páginas de diarios y suplementos nacionales. Como ni quiero ni puedo dar nombres de autores, para evitar dejarme otros en el tintero, me centraré en Bonilla y diré que su nominación al Premio Nacional de Poesía nos sirve para ejemplificar qué es lo que está pasando.
Y lo que está pasando es que por fin se empieza a reconocer el trabajo bien hecho y el esfuerzo de algunos escritores que, lejos de nacer con estrella, nacieron estrellados. Aunque parezca una evolución natural, se trata en realidad de una recompensa difícil de conseguir para quienes vienen empujando desde abajo sin ayudas ni subvenciones, sin amistades poderosas ni contactos en los medios de masas. Esto significa que la generación de amigos, narradores y poetas, que se gestó en las noches de Malasaña y en la inmensidad de la red de bloggers de primera hornada, se ha convertido, desde mi punto de vista, en el mejor ejemplo a seguir por las generaciones venideras.
Esta reflexión, lejos de lo que pueda parecer, no significa, ni mucho menos, que se haya conseguido algo importante, algo que marque nuestras incipientes carreras, simplemente pretende sintetizar el cambio que se ha producido de un tiempo a esta parte en el mundillo literario español. Cambio del que tiene mucha culpa Internet y que tanto nos ayuda, a unos cuantos, a seguir trabajando con el mismo entusiasmo y la misma ilusión que derrochábamos en las noches del Bukowski.
Mario Crespo