La eficacia y la productividad personal son, sobre todo, resultado de una decisión individual. Porque es cierto que tú no puedes decidir las circunstancias que te rodean pero solo tú decides cómo te relacionas con tus circunstancias. Por algo decía Ortega aquello de “yo soy yo y mi circunstancia“.
Evidentemente es mucho más cómodo quejarte y no hacer nada que salir de tu zona de confort a buscar soluciones, por eso tanta gente no hace nada real por cambiar su situación. Pero si realmente tienes un compromiso con la mejora de tu eficacia y productividad personal, la buena noticia es que el resultado está en tus manos. Mucho o poco, lo que finalmente consigas será, en cualquier caso, la medida de tu compromiso real de mejora.
Como dice Steve Pavlina “La mayoría de las personas se instalan demasiado tiempo en un estado de “no sé qué hacer”. Esperan a que alguna fuerza externa les proporcione mayor claridad, sin darse cuenta de que la claridad es de creación propia“. Tal vez te estés preguntando qué tiene que ver esto con la eficacia y la productividad personal y la respuesta es: todo.
Las cosas tienen la mala costumbre de seguir estando desorganizadas hasta que no has aclarado su significado. Esas cosas que capturaste o recopilaste en su día, ¿qué son? ¿qué significan realmente para ti? ¿hay que hacer algo con ellas? El motivo por el que siguen ahí, donde las dejaste, es porque, hasta ahora, has estado eludiendo enfrentarte a ellas.
Para decidir qué vas a hacer con todas esas cosas pendientes, lo primero que necesitas es concretar qué son y qué significan para ti. En otras palabras, para poder decidir lo que sea con respecto a esas cosas, antes necesitas tener claros algunos detalles, como por ejemplo, qué relación mantienes con ellas, cuáles son tus compromisos al respecto, si es que hay alguno, y cómo encajan esas cosas con todo lo demás que hay en tu vida.
¿Cómo de eficiente eres consiguiendo resultados? ¿En qué medida eres capaz de “jugar al primer toque”? Ten en cuenta que hasta que no controles por completo tu atención, seguirás tomando y dejando las cosas a medias una y otra vez, incapaz de empezarlas y acabarlas todo en uno. Esto se debe a que tu capacidad de enfoque, y por tanto tu eficiencia, es inversamente proporcional al volumen de frentes incompletos que albergas en tu mente. Dicho de otro modo, cuantas más “cosas” tengas por ahí pendientes de aclarar, más te costará centrar toda tu atención en una única cosa hasta terminarla.
Recopilar o capturar está muy bien, pero como hábito aislado sirve de poco una vez pasado el alivio momentáneo inicial. De hecho, como bien apunta Alejandro Vázquez, puede acabar derivando en un síndrome de Diógenes. El verdadero objetivo de recopilar o capturar es hacer más evidentes las cosas y que ello te motive a tratarlas con más profundidad, aclarándolas.
Hasta que no procesas o aclaras el contenido de tus bandejas de entrada, esas “cosas” siguen ahí, en tu mente, ocupando un precioso espacio en tu atención y haciendo ruido cuando menos interesa. Las has dejado en una bandeja de entrada pero por ahora solo las has “copiado” desde tu cabeza a la bandeja. Si quieres “moverlas” definitivamente fuera de tu cabeza, aún te queda trabajo por hacer y el primer paso es aclarar qué son y qué hay que hacer, o no, con ellas. En resumen, si quieres recuperar tu capacidad de atención, primero necesitas descubrir el significado de las cosas.
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