Bus Santa Marta-Guachaca: 5000 pesos. Duración: 1 hora.
Moto taxi Guachaca-Costeño Beach: 3000 pesos.
Luego de una de las experiencias mas lindas que tuve en mi vida buceando en el parque Tayrona salí de Taganga para ir a Costeño Beach pero no a hacer surf como cualquiera esperaría sino, principalmente, a encontrarme con mi querida amiga de la zona sur de Buenos Aires, la fría Anita, con quien nos habíamos conocido en Cali un mes y medio (o mas) antes. Fui recibido con un enorme, calido y emocionante abrazo de mi amiga que resultó ser una de las pocas, casi la unica, argentina simpatica con la que me habia cruzado hasta ese entonces.
Le conté del dolor de dejar Taganga, principalmente, por la gente con la cual había parchado pero que, al mismo tiempo, me sentía contento de volver a la ruta y emocionado por haber cumplido mi promesa de volver a verla.
Salí de Taganga rumbo a Santa Marta y tras caminar unos minutos por el mercado local tomé el Bus a Guachaca. Tan pronto como llegué al pueblo que queda al costado de la ruta, esperé una moto taxi que me llevó a un lugar alejado y solitario, que solía ser una vieja finca para comvertirse en un campamento ecologico llamado Costeño Beach. El mar del sosegado campamento es sañudo e impetuoso propicio para el surf.
Una vez ahi, el grupo ahí me recibió tibiamente pero con el pasar del tiempo y sabiendo que Anita y yo eramos intimos amigos, me fueron convirtiendome en uno mas de ellos.
La fría Anita, siguió siendo fría aunque mi cariño por esta amiga (y el suyo por mi, creo) fue creciendo mas y mas.
Durante el día me dedicaba a hacer algo de deporte, jugar a la pelota, voley, salir a trotar y nadar (o intentar hacerlo pues las olas eran inmensas y fuertes). Me dediqué a disfrutar de la soledad de Costeño Beach por un lado y de la belleza extraordinaria de una playa repleta de palmeras que distaba mucho de ser la caribeña que había encontrado en Taganga o el parque Tayrona aunque no por ello, menos bella.
Quebrada de Valencia
Escapamos un día a la quebrada de Valencia donde teníamos por objetivo llegar a una cabaña al costado de una cascada. Para lograrlo debíamos caminar unas horas por un camino sinuoso de una espesa selva, camino desconocido por el turista común.
Caminamos, por tanto, entre una hora y medio y dos hasta llegar a la cabaña del tío hippie del costeño (oriundo de Cartagena) surfista que noviaba con una tucumana. Una vez allí disfrutamos de la compañía y nos aventuramos saltando a la cascada desde diferentes alturas (ninguna de 12 metros como lo hice en Mindo, Ecuador).
Por ultimo caminamos por la selva por distintos caminos hasta terminar en un campamento que bien podría ser de paramilitares o mismo de las FARC. En cambio era de una gente que nada tenia que ver con esos grupos de choque colombianos. El lugar ara rústico, la gente que vivía allí era en extremo amable y se dedicaban a vivir la vida de forma alternativa con sus plantaciones de papas, tomates, piñas, etc , su piscina con agua de lluvia, un te mazcal, una sencilla cocina y algunas hamacas.
La ultima noche no la olvidaré. Viajamos desde Guachaca a Taganga para terminar en el VIP de una discoteca. Claro, no sin antes tomarnos unas buenas copas de agua ardiente, ron y otros alcoholes que aparecían en la mesa. Que podía esperar? estaba con 3 colombianos y dos argentinas. Una combinación explosiva.En esa discoteca me encontré con... si no me creerás .. me encontré con una argentina que conocí en el SLOW BOAT camino a Laos desde Tailandia. El mundo es pequeño. El mundo es hermoso.
Fuimos a la discoteca El Mirador en Taganga.
De izquierda a derecha: Filipok, Gabi (el simpático), Chole, Valentina, Anita (la fria), Viki (la tucu)