Guarda nuestros sueños en una caja de recuerdos absurdos pero adorables, envuelve ese gesto que nos hizo únicos, esa mirada que nos enamoró. Cuando de nuestra juventud sólo queden retazos, comprime las palabras que parecían no importar en aquel entonces pero que en un futuro lo significarán todo. La melancolía siempre se adueña de nuestros pasos, de nuestra sombra, de nuestro ayer. Conserva por duplicado las fotografías que delatan nuestra inconsistencia, los días de gloria personal que se borrarán del calendario, las confidencias que volaron con la edad, las quimeras que no soportaron el paso del tiempo. Cuando la piel envejezca recuérdame siempre quiénes fuimos, quiénes soñábamos ser. Guarda nuestros sueños en frasco de cristal, entre los besos y las caídas, junto al gris de las decepciones y los lutos que no caducan, enfrente de la locura y de las cosas viejas de las que, por mágicas, no pudimos deshacernos. Envuélvelo todo junto, cuando de esos años sólo quede el recuerdo, y hazme ese regalo. Para que podamos abrirlo juntos y hablar en pasado, evocando los sueños que nunca cumplimos, soñando de nuevo con ellos.