Guatemala + dinero - hambre: ¿cuándo va a funcionar la ecuacion?

Por Jose Luis Vivero Pol


 Hace unas semanas que ando intranquilo por la evolución de la alimentación y del hambre en Guatemala, pues estamos en el periodo más difícil del año, aquel que se denomina “el Hambre Estacional” y que se lleva cada año a cientos de niñas y adultos por delante. Puede que este año la situación cambie, pero tampoco espero milagros. Estos muertos son el precio que paga Guatemala por ser uno de los países mas desiguales y con más desnutrición del mundo, por ser el que menos recauda de impuestos de la región, por ser racista y clasista, y porque a la mayoría de la élite política y económica todavía se la pela. Perdón por la expresión pero parece que ahora se puede usar en política. En este sentido, creo que la campaña “Tengo algo que dar” va a ser efectiva, aunque sus resultados se recogerán en unos 10 años. Los recogerán otros, aunque se siembren ahora.   
Veo, por otro lado, que el Gobierno se ha tomado el tema en serio y que están haciendo todo lo posible por evitar estas muertes, siguiendo la situación en cientos de comunidades y priorizando la atención a los niños y niñas desnutridas. Sin embargo, me pregunto si el Gobierno hace todo lo que podría hacer, o solo hace lo que puede hacer con el escaso y miserable presupuesto que designa para hacer el trabajo. Porque, y esta es una realidad de Guatemala desde que conozco al país, la asignación y el gasto presupuestario para luchar contra el hambre es y ha sido siempre ínfimo en relación a las necesidades del país. Y esto, tristemente, no cambia. El Gobierno dice que el hambre es una prioridad nacional, pero sigue sin poner el dinero donde pone sus prioridades, hecho clave en el accionar político: prioridades igual a dinero. Siguen sin gastar bien, ni suficientemente, y por eso los impactos en las comunidades donde viven los hambrientos apenas se notan. Los indicadores no cambian.  
Esto se explica muy bien el reciente informe de la Procuraduría de Derechos Humanos sobre el estado de la situación SAN del país, poniendo el dedo en la llaga al señalar que mas del 80% del presupuesto de la SESAN procede de la cooperación internacional. Aquí aprovecho para decir ¡ole por la Procuraduría! por cumplir el papel de controlador del Gobierno encomendado por la Ley SAN, y por decirle las verdades al gobierno. Ya lleva cinco informes anuales sobre el hambre, siendo la institución que más y mejor vigila las acciones del gobierno en toda América Latina, y posiblemente en todo el mundo. El anterior “vigilante”, el Sr Luis Enrique Monterroso, es ahora el funcionario vigilado por la PDH, y de observador sin responsabilidades reales ha pasado a garante principal del derecho a la alimentación de todos los guatemaltecos y guatemaltecas. Mucha suerte para tamaña tarea.
Pero otros también vigilan: el Colectivo Social por el Derecho a la alimentación ha sacado un comunicado criticando la falta de avances alimentarios. Estas organizaciones, que suelen ser bastante criticas con las acciones de Gobierno, reconocen la priorización del tema y los intentos por movilizar a un amplio sector de la población, pero temen que todo se convierta en un show político para visibilizar lo poco que se hace y descuidar los programas nacionales de amplia cobertura territorial y de beneficiarios. Mucho ruido y pocas nueces que se dice por aquí.
La priorización política del hambre sin recursos que la acompañe ha sido la tónica de los dos anteriores gobiernos, puestos en evidencia el año pasado por la imposibilidad de gastar los 9 millones de Euros que la Unión Europea asigno al Gobierno de Guatemala como apoyo presupuestario. Este año, el MAGA ha ejecutado el 15% de su presupuesto SAN, con cifras similares o peores en el MSPAS, que ha sufrido recortes brutales a sus partidas destinadas a nutrición. No obstante, parece que sigue teniendo unos 500 millones de quetzales para ejecutar en seis meses. Sin palabras…
Es indecente, por decir algo suave, y hasta criminal, por decir algo fuerte, no gastar el dinero que nos regalan para luchar contra el mayor problema de desarrollo que tiene el país. No gastamos el dinero que nos regalan de fuera, ni asignamos suficientes fondos propios. Así es literalmente imposible hacer un cambio. Si seguimos con este proceder, será imposible cumplir el objetivo planteado por el Gobierno de reducir en cinco años un 10% de reducción crónica. Solo con campañas mediáticas, discursos pasionales, equipos comprometidos, liderazgo presidencial o apoyos internacionales no vamos a conseguir avances en la desnutrición crónica, el cáncer que destruye los cimientos y el futuro de este país. Hacen falta fondos y, sobre todo, más gasto real y efectivo con los hogares hambrientos.   
En relación a los apoyos externos, acabamos de ver recientemente el anuncio de la donación de 200 millones de dólares para la seguridad alimentaria por parte de los Estados Unidos. Este dinero será ejecutado por las ONGs americanas, en coordinación estrecha con la SESAN. Es mucho dinero, que será muy útil para llegar efectivamente al terreno con programas alimentarios, de salud y agrícolas, y espero que pueda tener buen impacto. También deseo que esta donación, junto a otras importantes de la Unión Europa y de España, no desincentive la asignación de fondos propios por parte del Estado de Guatemala, como viene siendo costumbre. Que paguen otros nuestras miserias, pensarán algunos.
Funcionarios de Gobierno y Padres de la Patria: gastad, gastad y gastad los recursos que haya para luchar contra el hambre. En sus manos esta agilizar un mayor desembolso de recursos propios y externos. Sin ellos, todo el buen hacer de la SESAN y su pequeño equipo será en vano: predicarán en el desierto, movilizarán jóvenes que verán frustradas sus esperanzas, convencerán donantes que verán languidecer sus dineros en cuentas de bancos nacionales, y volveremos a ver, año tras año, niños y niñas morirse en julio y agosto, para mayor escarnio de un país que quiere ser moderno, pero arrastra males del siglo XIX, con un modelo de desarrollo económico y social que no tiene futuro. Con hambre no hay futuro.