Guerra Civil española, ¿Rojos o Azules?

Publicado el 09 junio 2018 por Carlosgu82

Cada vez que escucho opiniones sobre la Guerra Civil española y la posterior dictadura franquista, no puedo evitar acordarme de mi abuela. Creo que es una historia que merece la pena ser contada, para que nos demos cuenta del daño y el dolor de aquellos años, que son parte de la historia reciente de nuestro país. Al lector que se adentra en estas líneas, le pediría una mente abierta, sin posicionamientos, para que pueda ponerse en la piel de ambos bandos. Al menos, yo así lo hice mientras mi abuela me contaba la historia. Yo, que he tenido la suerte de crecer en democracia y jamás podré comprender del todo lo que ella, y muchos otros como ella, llegaron a sufrir.

Mi abuela se casó en 1936, el año que comenzó la Guerra. Abrió, junto con su recién estrenado marido, una panadería en el conocido barrio madrileño de Salamanca.  Tan solo tenían veinte años, y ninguno de los dos estaba posicionado en ninguno de los bandos entre los que posteriormente se disputaría la Guerra, aunque como me contó, muchos de sus familiares y amigos sí se dividieron rápidamente. Rojos o Azules, esos eran los dos extremos, e inherentes a estos colores iban aparejadas muchas cosas. Colores que hasta las mujeres de la época evitaban vestir si no querían que las relacionasen con uno u otro.

El ambiente se tornó extraño rápidamente. Los que eran amigos, dejaban de serlo si pensaban que estabas del “otro lado”, y tampoco los lazos familiares eran garantía de conservar a alguien de tu lado. La división era tan fuerte, que por encima de hermanos, primos, amigos de la infancia, vecinos y compañeros, estaban los colores.

Mi abuela estaba enamorada, muy enamorada. Solo quería vivir ajena a esos convulsos tiempos, al igual que su marido. Pero cometieron un grave error. Unos familiares favorables al bando “azul”, estaban escondidos. Necesitaban comida. Su marido, considerando que eran unos primos con los que había crecido y a los cuales quería con locura, decidió llevarles alimento porque así se lo suplicaron. Alguien dio el chivatazo. Nunca supieron quién. Y por ese simple hecho, los “rojos” se presentaron al día siguiente en la panadería de mi abuela, y delante de ella, dentro de su propio negocio que era también su casa, le dieron un tiro en la nuca. Solo llevaban ocho meses casados. Y aún no había cumplido los veintiún años.

Mi abuela, que hasta entonces no se había posicionado, ahora sí lo hizo. Cada vez que alguien que ella sabía que era “rojo” y que quizás podía ser el que había delatado a su marido, intentaba entrar a comprar a su negocio, le echaba de malas maneras, estando en muchas ocasiones al borde de llevarse un tiro ella también. Gracias a algunos de sus vecinos, que más de una vez intercedieron a su favor contando la trágica historia que había vivido, logró salvar la vida.

Pero mi abuela, como he explicado al principio, no entendía de bandos. Nunca entendió. Y una vez terminada la Guerra y establecida la dictadura, volvió a enamorarse. Esta vez de un “rojo”. Durante años, más de ocho, estuvo visitándole en la cárcel, y de hecho no pudieron casarse hasta que, milagrosamente, salió de allí. Por él, escondió en la panadería que regentaba a muchos que escapaban del régimen, en un pequeño cubículo bajo las escaleras que no tendría más de dos metros cuadrados. Mi propia madre, con solo 6 años, escondía cartas para otros presos en sus calcetines de perlé, cuando iban a visitarle a la cárcel.

Después de conocer esta historia, me pregunto cuántas de aquellas personas fueron obligadas a posicionarse en un bando u en otro dependiendo de las circunstancias que les tocasen vivir. Ella fue dañada por ambos bandos por igual y, a pesar de eso, nunca llegó a posicionarse en ninguno. Creo que solo quería ser feliz y hacer lo que creía justo en cada momento, sin importarle el color. Mi abuela no fue ni “Roja” ni “Azul”, a pesar de que trató de ayudar a personas de ambos bandos. Pero es que para ella eran simplemente eso, personas. Y estoy convencida de que no fue la única que lo sintió así.

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