Lo curioso es que si lo pienso, el pequeño aprendiz es capaz de discernir que ya es mayor, y no un bebé, y encuentra la forma de escaquearse, intenta engañarnos, aunque sea medio en broma y con una sonrisa enorme en la boca. Y también ayuda que cuando se pone en plan 'bebé', nos conquista, es adorable, comestible –a besos– casi, y en más de una ocasión, es imposible resistirse a darle los mimos y carantoñas que pide. Y a veces hasta me alegro de que de vez en cuando siga siendo y portándose como un bebé. Ya lo echaré de menos, ya...
¡Que la Fuerza os acompañe!