Como almirante de la poderosa Armada Claddiense, Kunkka estaba a cargo de proteger las islas de su tierra natal cuando los demonios de la Catarata emprendieron una incursión en las tierras de los hombres. Tras años de pequeñas incursiones y atrevidos ataques cada vez más devastadores, la flota demoníaca llevó a todos sus buques carnívoros a la Isla Trémula. Desesperados, los Magos Suicidas de Cladd llevaron a cabo su rito definitivo, invocando a un ejército de espíritus ancestrales para proteger a su armada. Esto fue apenas suficiente para cambiar el rumbo de los acontecimientos en contra de los demonios. Mientras Kunkka los veía tomar sus embarcaciones una a una, él tuvo la satisfacción de deshacer la flota enemiga al completo con su magia ancestral. Pero en el apogeo del combate, algo en el choque entre demonios, hombres y espíritus atávicos debió despertar a una cuarta fuerza que estaba dormitando en las profundidades. Las olas se alzaron en chorros elevados en torno a los pocos navíos restantes y Maelrawn el Tentacular apareció en medio de la batalla. Sus tentáculos bambolearon a las naves, juntando a los barcos humanos y demoníacos y batiendo el agua y el viento en un furioso caos. Lo que ocurrió en el crisol de la tormenta, nadie lo puede aseverar realmente. La Catarata desapareció en el vacío, despojada de sus antiguos moradores. Kunkka es ahora el almirante de un solo barco, un fantasmagórico bote que incesantemente repite los últimos segundos de su destrucción. Si él murió en aquel choque no es posible saberlo. Ni siquiera Tidehunter, el invocador de Maelrawn, lo sabe con seguridad.