Sé que puedo morir agujereado por miles de agujas clavadas sobre un muñeco de tela y paja con la cabeza calva por hereje, pero he de decir que esta historia no me ha gustado. Lo lamento por el número infinito de fans del señor Douglas Adams, gurú de la ciencia ficción y del humor a lo Monty Python (que me encantan, por cierto), pero he encontrado esta novela de lo más flojito que he leído en tiempo.
Supongo que en el momento de su publicación, allá por finales de los setenta, sería un bombazo por su originalidad, su humor setentero, el absurdo de sus bromas, pero para mí, y en estos momentos, me ha parecido totalmente fuera de lugar. Un tostón que no me ha hecho gracia, que no le he encontrado sentido y que he leído hasta el final más por voluntad que por otra cosa.
A diferencia de otras novelas de ciencia ficción clásicas, en esta no se busca nada más (o yo no se lo he encontrado) que el sorprender al lector con situaciones absurdas e increíbles explicadas como si fueran normales, una especie de realismo mágico garcíamarqueciano, pero en ciencia ficción y tirando más hacia La conjura de los necios, que no me ha enganchado en ningún momento. Repito que seguramente en su contexto original fuera la bomba, pero ahora me ha parecido más bien absurda y prescindible.
Otras novelas, Fahrenheit 451, ¿Sueñan los androides con ovejas metálicas?, Crónicas marcianas, etc., además de la parte de ciencia ficción entrelazan una especie de análisis de la sociedad, de los pensamientos humanos, de los sentimientos y emociones, de temas más trascendentes que los autores desarrollan aprovechando escenarios imaginarios que ellos mismos han creado, pero en este autoestopista no, es un absurdo tras otro, con personajes sin valor, sin profundidad, y sin mayor recorrido que el intentar formar parte de una gran broma sin gracia.
Para escribir este post me he acercado un poco al autor, y he visto la infinidad de frases graciosas e ingeniosas que corren por ahí atribuidas a su persona, y estoy seguro de que muchas de ellas las pronunció en verdad, lo que me reafirma en mi idea de que realmente el problema de esta novela es que no ha resistido a su contemporaneidad. Por desgracia, como nos pasa a muchos, el paso del tiempo evidencia todos nuestros desconchados...
Un jueves a la hora de comer, la Tierra es demolida para poder construir una nueva autopista hiperespacial. Arthur Dent, un tipo que esa misma mañana ha visto cómo echaban abajo su propia casa, considera que eso supera lo que una persona puede soportar. Arthur huirá de la Tierra junto a un amigo suyo, Ford Prefect, que resu ltará ser un extraterrestre emparentado con Zaphod Beeblebrox, un pirata esquizoide de dos cabezas, en cuya nave conocerá al resto de personajes que lo acompañarán: un androide paranoide y una terrícola que, como él, ha logrado escapar. Douglas Adams fue el creador de toda una serie de manifestaciones de la Guía del autoestopista galáctico: primero fue novela radiofónica, luego se convirtió en libro, series televisivas y teatrales, un juego de ordenador, cómics y toallas de baño. La película ascendió hasta las cumbres de la producción cinematográfica.