El director francés Guillaume Gallienne en el set de rodaje de su opera prima.
Su director Guillaume Gallienne nos comenta que para hacer una película hacen falta una mujer y un revólver... "En mi película, a la mujer la interpreta un hombre, y el revólver es un edredón. Pero también dicen que para hacer una película hay que hablar de lo que se conoce. Y yo conozco a un hombre que, armado con un edredón, puede ser una mujer muy bonita. ¿Verdad, mamá? "Guillaume y los chicos, ¡a la mesa!" se convierte en una película tras haber sido una obra de teatro que (a juzgar por las risas en la sala y por la cantidad de personas que luego querían entrar después en mi camerino) ha gustado al menos un poco. Todo el mundo me decía: «¿Pero cómo vas a adaptarla? Estás loco, tú interpretabas todos los papeles, ¿cómo vas a hacer eso en el cine? ¿No ves cómo ha acabado la carrera de Eddie Murphy con ese tipo de retos megalomaníacos?».""Pero yo quería hacer una película a partir de esta obra por su riqueza cómica y emocional. Ofrecer sobre mí mismo y mi trayectoria burguesa sobre las tablas una mirada imaginada, lúdica, sensible, para compartir la bella elegancia y la inverosímil enormidad de esa metamorfosis: cómo me transformo en actor transformándome en mi madre para transformarme en mí mismo. ¡Menudo pitch para una película!"
"Arrastrado una y otra vez del sueño a la pesadilla, mi personaje no se rinde nunca, rebota continuamente, pero sin dar nunca marcha atrás en aquello que ya ha conquistado. Soporta estoicamente experiencias imposibles, te las cuenta con ingenuidad, sin autocompadecerse nunca ni analizar sus desengaños. Es algo divertido de ver. Pero no siempre de vivir (aunque sea raramente). Pero bueno, no es tan grave, porque aquí estoy para contároslo."
"Para la pantalla, yo quería una comedia con mucho ritmo, donde los diálogos exploten, las situaciones se encadenen y se aceleren, para volver a sumergirme en mi historia, a pesar del miedo, y desenredar la madeja ante los ojos del espectador, con esa sinceridad capaz de emocionar. Yo lo sé, me lo han dicho, no vale la pena intentar esconderlo, son reacciones muy humanas. Todos tenemos en el fondo de nosotros esa forma de empatía, esa capacidad de identificarnos con otros que pone en marcha las glándulas lacrimales.""Es una verdadera declaración de amor a las mujeres, y en concreto a mi madre. Cuando era niño, ella se refería a mis hermanos y a mí como «los chicos y Guillaume». Ese «y» me hizo creer que para seguir siendo único a los ojos de esa «mamá» sin ternura pero extraordinaria, para distinguirme de esa masa anónima a la que pertenecían «los chicos», era importante que yo no fuera como ellos.""Hice de todo por ser una chica, ¿y qué mejor modelo que mi madre? Fue así como empecé a actuar, como empecé a imitarla. Poco a poco, adopté la misma voz que ella, los mismos gestos, las mismas expresiones. No me volví afeminado, sino femenino, apropiándome de «mamá». Y luego de todas las mujeres que me atraían. Esa era mi forma de amarlas, de olvidarme de mí, de dejarme fascinar."
"Así, inevitablemente, acabaron por ponerme una etiqueta, con la que me vestí voluptuosamente durante mucho tiempo, arriesgándome a explorar todos sus matices. Hasta que al fin logré sincerarme, separarme lo suficiente como para tener la perspectiva de poder narrarme. De poder filmarme. De poder filmar a las mujeres. De hacer reír.""El tempo cómico, en las mejores películas del género, se apoya en el estado de estupor del héroe. En la forma en que encaja las cosas y en cómo reacciona, casi siempre sin enterarse de nada, sin ver sus errores. También hay algo de eso en "Guillaume y los chicos, ¡a la mesa!" Al obstinarse tanto en ser una chica, y luego un homosexual, al querer «corresponder» a lo que se espera de él, mi personaje se encuentra en situaciones muy comprometidas, pero muy divertidas. Exploro así la paradoja de contar activamente la historia de un hombre pasivo al que han etiquetado por esa razón, siguiendo el hilo que conduce a Guillaume hasta la orilla de una nueva etapa de su vida como hombre y como actor. Quería una película que nos implicara, sin dejarnos en ningún momento, evocando los momentos más fuertes y los episodios más delirantes de su búsqueda de identidad. Al crescendo humorístico se añade esa dimensión más íntima: la naturaleza conmovedora de la particular relación que une a Guillaume con su madre."
"Además, si bien en la obra de teatro yo mismo interpretaba todos los papeles, en la película sólo he representado el de Guillaume… y el de «mamá». Normal, llevo interpretando ese personaje quince años... y sigo puliéndolo a los cuarenta. Eso demuestra que no resolvemos los problemas, sino que lo que hacemos es transformarlos. Por otra parte, tenía ganas de enfrentar a este dúo con otros actores, de dejarme sorprender por sus propuestas. De buscar el equilibrio y al mismo tiempo una presencia cómica original para cada uno de ellos, poniéndolos frente a mí tal vez de una manera completamente improbable, pero perfectamente asumida. Los rasgos formales que distinguían a los personajes en el teatro se enriquecen con nuevos matices, siempre cultivando el humor, pero también una humanidad más compleja. Es una colaboración un tanto perturbadora, cuando me ven ahí, en escena, y luego me ven convertido de pronto en mi madre, en ese entorno familiar, en esa emoción real, para contarle a ella mis angustias de jovencita.""Habría sido frustrante que "Guillaume y los chicos, ¡a la mesa!" quedara sólo como una obra de teatro, porque siempre me la he imaginado como una película. Es necesario ver a «mamá» de cerca para comprender qué la mueve. Para sentirla con más fuerza. Y dejar que la risa se mezcle con la observación de detalles que resultaban invisibles con su simple presencia sobre el escenario. Es hermosa la capacidad del cine para recrearse de repente en la fragilidad de una mirada, lo irresoluto de un gesto, lo incongruente de una expresión. De añadir, al ritmo preciso de la comedia, la riqueza de las emociones humanas gracias a las palabras, pero también al cuerpo, y a lo que captamos de ambos. Gracias al cine, puedo darle a mi madre la dulzura que no podía darle en el teatro."