Cuando nacemos, nuestra memoria está vacía de recuerdos que no de instintos; y si ambos tienen algo en común, es que se comportan como timones que nos llevan a lo largo de nuestras vidas, a veces, hacia lugares que no conocemos, y en ocasiones, a destinos a los que no hemos pedido ir. En ese instante en el que en nuestro particular trayecto, la realidad se superpone a los sueños, la vida del día a día deja de tener sentido y nos dejamos llevar hacia el otro lado de la montaña donde nos encontramos más a gusto. Si no nos rendimos, recuperamos la ilusión de las vidas soñadas y transitamos por ella con huellas que no dejan rastro, salvo en nuestra memoria, que caprichosa, nos concede aquello que le pedimos, y así, poco a poco el espejismo de las ilusiones perdidas se refleja en nuestro yo más profundo como si fuera una placa solar que nos nutre de energía para salir adelante cuando las fuerzas nos flaquean. Esa es la energía intrínseca que gobierna los designios de los relatos que Guillermo Busutil de una forma sutil, inteligente y repleta de humanidad nos presenta en su libro de relatos Vidas Prometidas, que a modo de paraíso terrenal, les proporciona a sus personajes la posibilidad que la moneda caiga por el lado adecuado; y a los lectores que los leen, esa opción de reconfortarse con la narración de unas historias que transitando por la cotidianeidad más absoluta, tienen ese punto mágico de las posibilidades imposibles.
En este sentido, cada relato es un hallazgo, un triunfo o una salida a la vida que vivimos, y que ya en el primero de ellos, Estrella sin ley, nos enfrenta a ese batalla sinfín en la que el pasado y el presente dirimen su fuerzas poseídos por las coordenadas del destino; una colisión que tiene como protagonistas al fútbol, las novelas del oeste y las peleas de colegio, en las que a modo de Alan Ladd, tienen su particular héroe que nos ajusta las cuentas a todos… Este tránsito, también se detiene en la rutina diaria que supone hacer frente a esa realidad familiar que como una máquina perfecta nos presenta en Shaw & Maciá, donde el título ya lo dice todo y que por sí mismo supone una pirueta del mundo en el que vivimos, y que en el relato titulado On the air, nos acerca por primera vez a esa dura experiencia del acoso laboral como uno de los signos de la sociedad y el tiempo que nos han tocado vivir, porque en el caso de Guillermo Busutil, su ficción muchas veces se esfuerza en no separarse de la realidad, y lejos de huir de ella, se sumerge en sus profundidades, con relatos estremecedores donde lo que allí se narra emociona, estremece y hace surgir de dentro de uno mismo sentimientos encontrados pero intensamente humanos, porque como un maestro de la palabra, el autor te lleva allí donde la historia y sus personajes quieren tenerte. Un hombre llamado Proust es un magnífico ejemplo de lo antedicho, y aquí Busutil nos presenta a un periodista que da voz a un parado de larga duración que acaba quemando una oficina del INEM, pero sin duda eso es lo de menos, porque el relato que llega ahí nos deja con la boca abierta, ya que el que poder de su prosa es demoledor.
Viviana es el lugar soñado en parte de sus relatos, y en él, sitúa sus historias que siempre tienen ese apego al pasado, como el melancólico La siesta de Odiseo, donde el autor ajusta cuentas con su abuelo, la literatura y su infancia; o en ese otro, El cumpleaños de Oliver Gide, que como una elipse, se cierra sobre sí mismo en lo que podríamos denominar la esencia genética entre padre e hijo, y que una vez más, es esclarecedor y demoledor a partes iguales, porque cómo dice el narrador ¿qué nos queda después de los cincuenta? En ese bloque que podríamos denominar como de búsqueda en el pasado, Promoción Oxford se mueve entre la sutil esperanza de recuperación de los sueños y obsesiones de la juventud, que se vuelven ternura y magia en Flor en la ventana, con un magnífico toque de efecto.
Del mismo modo que Viviana es el espacio donde Guillermo sitúa buena parte de sus historias, los gatos y sus diferentes razas y rasgos, son utilizados por el escritor para hacer compañía a sus personajes, que en ocasiones, se ven atrapados por el poder de las marcas, que en la prosa de Busutil, tienen un mayor significado que el propio del logotipo que representan, y que pasan a formar parte de la propia historia (extraordinaria muestra de estilismo en Maurice y el mundo de los zapatos) y de la psicología y construcción de los personajes. Ese exquisito gusto y poder de seducción, trasciende en cada detalle de la prosa de Busutil, lo que hace disfrutar de su lectura al lector más exigente. Pero dentro de estas Vidas Prometidas, no podemos dejar de resaltar el relato titulado La señorita Margot, que aparte de la lección de vida que en sí misma contiene, camina por sí solo a través de la senda que trasciende más allá de las palabras y que se va a posar en el espacio de los sentimientos, porque es tanta la ternura que desprende, que te emociona hasta hacerte saltar las lágrimas.
Las historias que transitan por los relatos de Vidas Prometidas, encierran en sí mismas el poder de la ilusión de las vidas soñadas, y que el autor nos apunta muy bien en el epílogo que cierra el libro: “No soy un gato pero he conocido muchas vidas. Vidas de familia, vidas de trabajo, vidas de libros, vidas políticas, vidas de empresa, vidas de lluvia, vidas imaginarias, odiseas de vida y vidas que me contaron. Cada una era la historia de una vida prometida”.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.