Es un debate necesario, sin duda.
Otra cosa es eso que encuentro tan contradictorio: como sucede −decía el otro día un colega mío en Facebook− con la economía o el fútbol, aquí todo el mundo sabe lo que los guionistas serán y harán en el futuro, incluso lo que deberían hacer. Un poco con ese matiz paternalista, cuando no de bronca: “es que no os enteráis” o aquello tan recurrido del “no queréis evolucionar”.
Pero no veo que nadie pregunte y hable precisamente con ellos acerca del tema. Como tanto gurú bloguero (qué bien, la RAE lo admite, así que no necesito ponerlo en cursiva), podcastero o twitero, lanzando su visión personal sobre qué debe hacer el cine español, aquí todo el mundo opina, sin conocer la industria, o, cuando menos, algunos datos básicos. Nadie duda de que algunos de ellos son bientencionados (aunque a veces recuerdo el viejo dicho, “de bien intencionados está lleno el infierno…”) . Aunque, como ha sucedido con el caso de la histeria informativa de titulares y ciertos periódicos con el caso Carmina o revienta, si de análisis se trata, digo yo que se necesitan datos y un poco de racionalidad (para un análisis de este tipo, de este caso, aquí).
Yo no sé cómo serán los guiones del futuro. Lo digo desde ya. Tampoco tengo la receta mágica que acabaría con los problemas del cine español o haría de las series realizadas aquí fueran mejores, más originales, más hondas, más interesantes.
Pero creo que lo lógico sería que el debate incluyera a los guionistas (también, claro, a productores, directores, etc.). No me imagino un debate en, qué sé yo, un curso de verano de alguna universidad, en torno a posibles soluciones a la crisis económica que no contara con los expertos en esta materia. Si fuera el caso, quiero pensar que algún asistente se levantaría y preguntaría por sus credenciales. Cuando demostrara que no las tiene, y respondiera algo así como que “mis propuestas son de pura lógica”, supongo que la gente le abuchearía. O no, quién sabe. En estos tiempos, cualquiera que lee tres (o cincuenta) artículos sobre economía o industria audiovisual, piensa que sabe del tema. "Hombre, el guión, yo veo series, de eso también sé", diría el interfecto.
Hablemos con los guionistas. Preguntémosles.
Hace poco estuve en una reunión, en Madrid, que organizamos (sin nada de pompa, oigan) mediante Twitter con un simple hashtag: #vinoguionistas. Hablamos de muchos temas (tampoco nada demasiado organizado) pero quedó claro que todos teníamos conocimientos complementarios. En este caso, no me refiero a lo técnico, sino a las historias vistas, oídas, vividas en torno al audiovisual. Además de anécdotas muy jugosas (y divertidas), el tiempo vivido por cada uno en los distintos estamentos, desde series en canales autonómicos, pasando por la preparación de proyectos internacionales, hasta cómo se eligen guiones de películas o se levantan series en los canales privados, se probaba que los guionistas no sólo saben de personajes, estructura, narrativa, o dramaturgia. Tienen una visión privilegiada de cómo funciona la máquina por dentro en cuanto al contenido.
Y, si, como, de nuevo, se cacarea, se reitera, se recomienda, y hasta se quiere que sea un mantra, el contenido será el rey, ¿quién mejor que los guionistas para saber qué caminos pudiera haber?
Esto no quiere decir que cada uno no sea libre de su opinión. Ni que los profesionales del medio no debieran escuchar a los demás. Pero es complicado disponerse a tomar nota de ideas externas cuando se te acercan a dártelas con prepotencia o el mencionado paternalismo. Imagínense un universo paralelo donde un extraño se presenta en la empresa donde trabajan, se les sienta al lado, y les dice cómo hacer su trabajo. Imaginen que usted es informático, médico, abogado o militar. Y que el tipo no sabe de nada de esto. Pero tiene "sus ideas". ¿Qué reacción tendrían?
A su vez, es claro que estar dentro de la industria no siempre te deja ver el bosque. Las profesiones son círculos cerrados, de modo que uno puede pasarse la vida trabajando en productoras y saliendo por la noche o tomando tapas sólo con gente que hace lo mismo que tú. De ahí, a la torre de marfil, uno o dos pasos, como mucho.
O sea que sí. Hay que airearse. Quedar con amigos que sean meros espectadores, de cine o de series. Gente de la calle. La "gente normal".
En todo caso, diría que periodistas, blogueros, expertos en marketing, futurólogos varios del audiovisual, y analistas del medio, todos ellos, tendrían que buscar un punto de encuentro con los profesionales de la industria. Un lugar físico o virtual, donde debatir. Porque, pese a las apariencias, y si uno no sigue una dirección de pensamiento única en los enlaces que pulsa, no todas las respuestas son tan coincidentes.
En el tiempo que llevo en esto de las redes sociales, he encontrado quien cree que el modelo de televisión y series al que remitirse es el de la BBC. Hay quien cree que el público británico, sin embargo, está mejor formado, y tiene más criterio que el español. Hay quien cree que, de hecho, hasta el público americano, al menos el de mayores ingresos (digamos la clase media-alta) de Estados Unidos prueba ese mejor criterio (o cuando menos, una mayor coherencia), siendo abonados (o sea, que pagan) a cadenas como AMC o HBO.
Hay quien cree que la culpa es de las cadenas, que son muy conservadoras, y suponen “de más” qué gustará o no al espectador. Hay quien concreta que “los malos” son los analistas o lectores de estas cadenas. Hay quien concreta aún más, y señala que “el malo” es la productora en sí. Hay quien se lamenta de que las cadenas autonómicas no hayan aportado la frescura y mayor libertad que se esperaba, habiendo tenido la ventaja de un público más definido de antemano. Hay quien cree que es imposible darle al espectador español lo que quiere porque “el espectador español” es un concepto abstracto, no estudiado lo suficiente. Hay quien cree que los espectadores son poco fiables; dicen que quiere una cosa, y luego consumen otra. Hay quien cree que es absurdo conocer los diferentes targets (y no un target “general” y demasiado amplio) si luego, los anunciantes, prefieren entremeter sus anuncios en los tres o cuatro canales “secundarios” de Antena 3 o Tele5 a la vez, sólo porque se lo ponen más barato (es decir, que las propias marcas no quiere buscar audiencias más definidas).
En cuanto al cine, hay quien piensa que los guionistas deberían escribir para el público, con historias más comerciales, y menos personales. Hay quien opina que esto es aplicable sólo en parte, si luego historias “personales” resulta que triunfan o bien aquí o bien fuera. Hay quien concluye que nadie sabe muy bien con anticipación qué será comercial. Hay quien cree que el productor debiera tomar la sinopsis de un proyecto, y debería ponerse a tantear (con ayuda de expertos en marketing) si tiene potencial y público antes de desarrollarla. Hay quien reflexiona que el productor necesita al menos un tratamiento. Hay quien cree que el productor (y sus expertos en marketing) deberían dedicarse a su trabajo, y que este sería buscarle una audiencia al proyecto, una vez se decida que le gusta, tanto si es “comercial” como si es “personal” (y uso estas comillas, porque hay ejemplos varios de que ambas clasificaciones son un tanto arbitrarias; ¿Tarantino, Scorsese, Almodóvar, Nolan, Spielberg serían una cosa o la otra?).
Hay quien piensa que el futuro será la “desprofesionalización”, donde el guionista hará sus funciones, las de dirección, las de casting, y hará el montaje, y luego, una vez finalizado el proyecto, hará de “marca” en Twitter, Facebook y demás redes sociales. Hay quien piensa que el futuro son los proyectos pequeños (entre 50.000 y 200.000 euros) que puedan ser financiados mediante crowdfunding, y cuyo público estaría más en el consumo on line que en la sala de cine. Hay quien piensa que todo esto de la “revolución” en la distribución está muy bien, siempre que, entonces, no se espere que se hagan proyectos de mayor enjundia, en términos de producción (es decir, que son posibles más Carmina o revienta, pero, así, no historias del tipo No habrá paz para los malvados o Grupo 7). Hay quien cree que hay que hacer más cine de género y menos cine político, aunque en ocasiones el cine político (por cierto, el cine siempre lo es, bien sea por o que incluye como por lo que expulsa) sea el que hace una taquilla decente, y el de género se la pegue. Hay quien cree que sólo habría que hacer comedia porque es lo que se ha demostrado que triunfa en España. Hay quien cree que hay que construir historias más locales y cercanas, que nos hablen del aquí y ahora de nuestra sociedad. Hay quien cree que hay que hacer justo lo opuesto, e imitar a los americanos, aunque con un giro personal. Hay quien opina que el truco estaría en buscar historias universales. Hay quien responde que tampoco sabemos del todo bien qué demonios serían las "historias universales".
Si algunas de las propuestas o ideas anteriores les parecen extrañas o desconocidas, es probable que sean justo las que he extraído de la gente de la industria. Y tal vez les sean extrañas porque, de hecho, las que prevalecen, en los medios, en Internet, son las de los de fuera.
También tiene su por qué. Pese a que los guionistas en España tienen ya desde hace tiempo su espacio de visibilidad en Internet (bloguionistas, sobre todo), aún existe un problema. Como ya concluimos en parte en aquella reunión de #vinoguionistas, la única forma de que pudiéramos contar las estupideces y la falta de lógica del funcionamiento de ciertas personas, empresas o cadenas es bajo seudónimo (de hecho, no parece casual que en bloguionistas se hayan utilizado seudónimos en más de un autor de artículos). La industria audiovisual (es un decir) es un círculo pequeño, y hay ciertos riesgos. Más, en los tiempos que corren. Nadie quiere ganarse enemigos cuando ya es difícil mantenerse en el puesto de trabajo.
Tampoco los productores han buscado esa visibilidad. A excepción de Pancho Casal, que abrió su blog (Gonzalo Martín alababa el gesto como necesario, animando a que más productores lo hicieran, para que conociéramos su punto de vista), nadie más tiene su lugar de reflexión, desde donde pinchar el globo de los argumentos de baratillo de periodistas o supuestos expertos, contraponerles datos contundentes y claros, o exponer sus propuestas de futuro. En su caso, quién sabe; quizá no sea por miedo a represalias (aunque yo no lo descartaría). Quizá por pereza.
Sin embargo, si no en la red, en alguna parte, alguien tiene que preguntarles. A los de dentro. Qué creen. Qué piensan. Por dónde vamos. Hacia dónde. Cómo. Cuándo.
Abramos el debate.