“Yo quiero que la ley primera de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre” – José Martí
He necesitado ocho meses para sentarme a escribir mis reflexiones sobre un controvertido documental que tuvo cierto éxito en las redes sociales a finales del año pasado. Confieso que esta larga espera de casi un año se debe esencialmente a mi voluntad de tratar de poner a un lado mis pasiones y evitar escribir algo tan delicado con la mente y el corazón rellenos de sentimientos completamente discordantes. Sin embargo, tras tantos meses de meditación e intentos de encontrarle alguna improbable razón a las imágenes que vi, me he dado cuenta de que mis sentimientos, hoy, son los mismos que albergaban en mí cuando por primera vez – la primera de una larguísima serie de veces – vi las penosas escenas enseñadas por el documental Gusano.
Si alguien me preguntara una definición objetiva sobre el grabado, diría sin duda alguna que Gusano es ciertamente un documental muy bien hecho y que con una buena dosis de sensacionalismo y bien gastada técnica de comunicación logra penetrar y dejar una huella en las mentes de los que lo ven, mucho más allá de sus personalísimas creencias político-ideológicas. Es un trozo, un poco exasperado, de una realidad cubana que convive con los llamados actos de repudio contra un heterogéneo grupo que se reúne bajo la controvertida calificación de “disidencia cubana”.
Sin embargo, he decidido renunciar a cualquier intento de dar alguna valoración o calificación sobre los autores del mediometraje – algo absolutamente irrelevante –, de reportar o comentar cada una de las escenas que el mismo ofrece, y de evitar cada inútil objetivización o análisis sobre los hechos. Sencillamente me he animado a convertir en espontánea letra digital el desahogo que mis entrañas me dictaron y me siguen dictando cada vez que vuelvo a ver el escuálido espectáculo y me encuentro en un horrible vórtice de decepción e incertidumbre sobre mis ideas, lo que profeso y lo que creo.
Gusano es el emblema de una Cuba todavía dominada por la intolerancia y el fanatismo; es el símbolo de un adoctrinamiento fracasado, de una ideología forjada mediante un conjunto de consignas estériles que entran en un interminable círculo vicioso que confunde causas y efectos y los mezcla en una espiral de escenas penosas. Es la horrible degeneración y la degradación de cualquier grandiosa idea que ha atravesado la breve pero intensa historia de Cuba; es la miseria humana en su máxima forma, el fracaso de las argumentaciones, la incapacidad de un poder de ofrecer razones válidas para su propio mantenimiento.
Gusano muestra tristemente que el tan anhelado “hombre revolucionario” se ha convertido en una tragicómica caricatura de sí mismo, en un exaltado que trata de enseñar su valentía y su compromiso con la soberanía cubana repitiendo y reiterando discursos que no es capaz de entender ni mínimamente. Enseña la esencia más peligrosa de la contrarrevolución, la que no tiene nada que ver con los intentos subversivos que se orquestan en algún centro de poder foráneo, sino que tiene sus orígenes en las vísceras más profundas y escondidas de algunos moribundos sectores que siguen calificando su propia conservación como revolución. Ofrece la imagen de la caída del ciudadano hacia los niveles más bajos del ser humano; alguien que no tiene absolutamente nada con el ser “culto y libre” ambicionado por José Martí, ni con el “hombre nuevo” que hubiera debido surgir tras la cesura histórica provocada por el lejano triunfo revolucionario. Muestra hasta que punto el “revolucionario de vanguardia” que fomenta las masas se ha convertido en un individuo bajo, ignorante, incapaz de pensar y expresar una idea, un hombre que grita consignas de odio en nombre de un proceso de amor; un energúmeno antisocial e inhumano que tiene más semejanzas con las camisas negras de mi oscuro y triste pasado italiano que con los próceres de la obra humana cubana.
Ciertamente el documental Gusano esconde miles de insidias y una profunda parcialidad política. Pero es irrelevante. Es una fotografía poco objetiva de algo sumamente real. Igualmente, este post es una parcializada y apasionada catarsis de alguien que cree firmemente en el grandioso proyecto de la Revolución cubana; de alguien que espera con todas sus fuerzas que el ser humano vuelva plenamente a ser el motor primario que impulsa la construcción de esa inmensa obra; de alguien que se da cuenta de que todo lo que se ve en Gusano es sencillamente la antítesis de cualquier concepto de Revolución.