I.
Estos gusanos de seda, lo reconozco, se me han vuelto ya mariposas. Tanto tiempo sobre la mesa del escritorio, el libro se ha metamorfoseado en metáfora. A veces, la primera lectura y su primera escritura son la seda que devanamos fascinados, inmediatos, botín de fino hilo que contemplamos cortando el haz de luz; pero también está la lenta digestión diferida, que alumbra mariposas, con su libertad e ingravidez, su autonomía sin nosotros. ¿Trae el tiempo la serenidad de saber que aquellas palabras tenían su vida, su vuelo, frente al hilo áureo que ávidos nos cobramos a la lectura primera, ansiosos de nuestro decir al decir del poema? Paga de largo plazo, a veces incómoda, pero liberatoria, sabia, serena. Oro o contemplación. Las dos.
II.
Arde el sol, implacable, como el ojo de un buitre,igual que un as de oros, inasible y lejano.
De José María Jurado, siempre el perfil labrado de la imagen y el pulso cierto del verso que levanta el seguro eje de su ser sobre la sexta sílaba. Cuando un poeta nos trae estos mimbres, vemos por vez primera nuestras nítidas imágenes privadas, particulares, pero vibrantes de comunicación profunda. Paradoja.
III.
Citas, músicas, imágenes, libros, lugares, efemérides... hay quien lo llama culturalismo; y puede serlo. Pero para que sea algo humanamente relevante, la cultura ha de ser trascendida hacia nuestra intimidad. Y otra vez lo universal y lo particular; el dintel dórico bajo el que nos refugiamos presas de una emoción que se apagará con nosotros. Y la intuición de que todo lo digno quede en algún lugar, en alguna eternidad. Por eso leemos. Por eso leer Gusanos de seda.
IV.
"Entre dos fotografías", poema que cierra el libro y abre... ¿qué abre? ¿una eternidad? La pietas clásica, la comunión de los santos cristiana. Un nudo en la garganta. Son sagrados los restos de la vida... y un poema levanta aquí su estela hacia las estrellas.Hola, esto es lo que hay