“Olas gigantes que os rompéis bramando
en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras!
Ráfagas de huracán que arrebatáis
del alto bosque las marchitas hojas,
arrastrado en el ciego torbellino,
¡llevadme con vosotras!
Nubes de tempestad que rompe el rayo
y en fuego ornáis las desprendidas orlas,
arrebatado entre la niebla oscura,
¡llevadme con vosotras!
Llevadme, sin piedad, a donde el vértigo
con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad!¡Tengo miedo de quedarme
con mi dolor a solas”
Gustavo Adolfo Bécquer, Rima LII
Este poema de Bécquer se asemeja al instante en que contemplamos un cuadro de Friedrich. Aquí está condensada toda la fuerza del Romanticismo: una naturaleza destructora, que es, paradójicamente, la única salida para un alma atormentada por un amor perdido. La estructura de este poema es engañosa ya que el tema principal lo encontramos al final: tras la visión casi apocalíptica de un paisaje tormentoso, en realidad comprendemos que se trata de una naturaleza salvadora y piadosa. La auténtica violencia es la que sufre el corazón atormentado por el recuerdo amoroso.