“…y en palabras dije muchas cosas
pero en mi corazón todavía queda tanto por decir
no me voy… me quedó aquí…”
Gustavo Cerati
Siempre quise ser como Cerati. Al menos en su voz. Ponía mucha atención a cada detalle, a cada particularidad que hacía entre la versión original y las distintas grabaciones que quedaban registradas en los discos en vivo. “¿Quieres que cante la de El Último Concierto, la del CD o la que hizo en el Coliseo Amauta en el 85?”. Cuando formamos Los Amigos de Charly la mayor parte de nuestro repertorio eran covers de Soda y de Cerati. Incluso pensamos en algún momento convertirnos en una banda tributo. A pesar que la única canción que me salía medianamente bien era “Trátame Suavemente”.
También me atrajo su magnética imagen, en especial a partir del 2000 en adelante. Recuerdo cuando Saga Falabella anunció una línea de ropa diseñada por el propio Cerati en el 2006. Ese mismo día me fui al centro comercial a comprarme el ajuar que faltaba para parecerme –o creer parecerme- más a él. Ahí estaban esas deseadas camisetas manga larga de rayas horizontales y colores pastel. Pero claro, Cerati era flaco y toda la ropa era estrecha, sólo para ser utilizada –con garbo- por gente de contextura similar a la suya. Regresé a casa triste, con mis más de ochenta kilos a cuestas y una cintura que nunca hubiera permitido, ni soportado, tamaña desfachatez.
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El primer concierto de pago que asistí en mi vida fue el Soda Stereo en Lima, en 1986. Tenía 13 años y fui con un amigo del barrio, de 14, y con mi madre, que por esos azahares del destino nos acompañó en esa gran noche. “¡Esta vez vamos solos!” me dijo mi amigo cuando anunciaron al año siguiente el concierto de presentación de “Signos” en el Coliseo Amauta, el mismo lugar que ya conocíamos del año anterior. Y así lo hicimos. Soda no volvió a tocar en Lima hasta el 95, en el tour del “Sueño Stereo”. Ocho años después volví ver a la banda de mi vida en un recital. Y me prometí no perderme ninguna gira más desde entonces.
Pero llegó la separación del grupo y los cuatro conciertos de despedida. Perú no estaba en la lista. Planee irme a Santiago de Chile con un amigo para verlos. Pero él tuvo que caerse del plan y yo no me animé a viajar sólo. Me lo perdí. Ni siquiera la transmisión por la todavía naciente Internet funcionó. Me tuve que conformar con los discos y los innumerables especiales que dieron por la tele a raíz de tan magnánimo evento.
En el 2004 me visitó a Lima un amigo argentino, también fanático de la banda. En el salón de mi casa, en el mediodía de un soleado sábado, le dije: “El día que se reúna Soda me compras la entrada sin dudar”. A mediados del 2007, este amigo me llamó por teléfono: “Tengo tu entrada ¿Cuándo llegás?”. Organicé mi agenda de trabajo para estar en el inicio de la gira “Me Veras Volver” en Buenos Aires aquel 19 de octubre y pasar, la que fue, una de las mejores noches de toda mi existencia.
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A Cerati como solista sólo lo pude ver un par de veces durante la gira “Ahí Vamos” del 2006. Era la segunda vez que llegaba a Lima desde la separación de Soda Stereo -cuando presentó “Siempre es hoy” en el 2003 yo estaba estudiando en Barcelona-. Sin saberlo, Cerati musicalizó el fin de una etapa y el inicio de otra. A sólo dos semanas de dejar Lima para irme a vivir y trabajar en España, Cerati tocó a pocas cuadras de casa, en el escenario donde había visto durante los ochenta y los noventa a Charly García, Los Fabulosos Cadillacs, Orquesta Mondragón, Maná y otros más. Esa noche estuve con mi hermano y vivimos un concierto espectacular, de cinco kikines. A mitad del show, Cerati toca “Me quedo aquí”, una de mis favoritas del último disco del que ya me sabía varias letras de memoria. En el puente de la canción se hace un silencio y Cerati canta “no me voooooy”. Volteo a ver mi hermano y señalándole con el índice a su corazón, cerramos con la frase perfecta para coronar la velada: “¡me quedo aquí!”.
Dentro de su gira por España, Cerati y su banda estaban programados para tocar en Bilbao sólo dos días después de mi aterrizaje. Me apresuré en contactar a mis amigos bilbaínos para invitarlos y pedirles que me consigan alguna entrada. Luego de verlo en Lima, en un gran escenario entre miles de personas, resultaba curioso verlo en una discoteca, entre pocos cientos, haciendo el mismo concierto de hacía tres semanas atrás. Todo era como más intimo, como una reunión entre amigos con el gran Gustavo amenizándonos la noche. Lo veía tan cerca que en un momento le hice un saludo militar con dos dedos en la frente. Quiero recordar que Gustavo me miró, se sonrió y levantó las cejas –sin dejar de cantar- en respuesta a mi gesto. Realidad o ficción, son de los momentos que se quedarán para siempre en mi memoria.
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Ayer estaba con mi familia en el supermercado. Izas me pidió que fuera por los yogures y mientras me dirigía al pasillo de los lácteos revisé el móvil para ver los nuevos mensajes. “Lo siento mucho”, “un abrazo”, “qué pena”. Varios amigos, sabedores de mi fanatismo, se acababan de enterar de la noticia y me hacían llegar sus condolencias. El frío habitual de los congeladores se me hizo mucho más intenso. Volví donde Izas con el rostro desencajado y le dije: “¡Cerati ha muerto!”. Me abrazó, me dio un beso y trató de consolarme. Estuve sin poder hablar durante el resto de la tarde. Llegué a casa y busqué en Internet toda la información al respecto. Siento muchísima pena desde entonces y espero que escribir sobre aquello que siento, sobre las vivencias inspiradas por un tipo que tocaba la guitarra como los grandes y que compuso varias de las canciones de mi vida, me ayude a llevarlo mejor.
Un último punto que quisiera compartir. Cuando Izas estaba embarazada, y todavía no conocíamos el sexo de la criatura, buscábamos nombres para ambos casos. Para niña no hubo mayor discusión: Paule. Pero de haber salido chico, su nombre habría sido fruto de un consenso, aunque no reflejara la satisfacción plena de la madre. El nombre está guardado en caso Paule tuviera un hermano. Y ya no habría mayor discusión. Hay quienes le ponen al niño nombres de famosos como Romario, Diego Armando o “Maicol”. Mi hijo se llamaría Adrían.
Mira aquí el vídeo de “Me quedo aquí” del disco “Ahí Vamos” del 2006
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