Gustavo Ossorio Celebración oculta

Publicado el 08 septiembre 2017 por Biblioteca Virtual Hispanica @BVHispanica
Las cosas que ignoro suenan como una sal en mis sentidos. 
Y mi muerte ronda con nombre supuesto 
Escuchando los rumores terrenales. 
Veo cómo a mi alrededor se sostienen 
Sin dedos, sin habla, las visiones, 
Y los prodigios que mi alma desconoce 
Por una obscura escalera ruedan entrechocándose. 
Por eso comprendo la dura luz que pasa 
Y me roza para hacerme amar su fruto.
Difundo la gloria que recubre mi piel como un manto 
Y voy alejándome de mi huella 
Que ya no es posible reconocer entre mil. 
A través de ardiente estrago miro 
Y los sucesos de la noche retumban inmóviles 
Para sellar la puerta firme.
¿Dónde te hallo? 
Llena de ondas lúcidas, 
Tus pasos dan color a los deseos 
Y en mi corazón se levanta una imagen que me mira 
Y luego se va, sin oír que la llamo.
Yo no sé qué secretos inmensos 
Taladran los sueños con tu nombre 
Desde que giras apenas visible; 
Pero quiero irme, 
Irme con tus ojos removiendo las partes del amor 
Para borrar los estigmas.
Cada día descubro palabras que te revelan 
Y nuevas marcas en el cielo 
Que nos convierte en emanaciones resplandecientes: 
Ante mí tengo tu fe 
Y la piedra inmortal de donde vienes, 
Tu dulce noche y el aire que sale de tus cabellos 
Tengo tu llave y una figura 
Que sobrevive a la interrogación 
Y se deleita bajo tus manos.
En mi casa entro 
Y allí, entre plumas y hondas aguas 
Te oigo de pronto, detenida en el aire, 
Con una nube para mi libertad. 
Eres breve indescifrable 
Y tus labios remueven el origen de las confusiones.
¿Para qué voy, 
Cautivo y ejercitado en el porvenir, 
Si tú me arrebatas a las cosas malignas?
Hay en cada soledad una desesperada lengua que arde 
Y nos presagia símbolos inútiles 
Pero yo acojo lo inalterable de tu voz 
Y con ello la arena para abatir el terror. 
Te vas hasta el límite más trágico de lo obscuro 
Y yo quedo en el recuerdo 
Sólo identificado por tu señal de estampa diestra.
Te vas, 
Pero una codicia que roe mi corazón te atrae 
Y entonces me amas con impetuoso estupor 
En el gastado abismo en que las sienes 
Castigan al rayo por sus violencias.
Acaso nunca sepamos quién llora para abrasar nuestros sueños, 
Acaso nunca lleguemos a encontrar nuestro árbol protector, 
Ni veamos su doble copa acallando con su arpa 
El habla enemiga que cambia los rostros.
Henos aquí en edad de amar. 
Henos aquí soberanos del delirio 
Para igualar las jornadas y la ruina sorda, 
Libres de los pies que agobian con su falsa esperanza, 
Libres de la sangre que desencanta, 
Con nuestra luz sin juicio, 
Con nuestros cuerpos aterrados por la contemplación.
He aquí nuestro círculo oculto, 
Nuestra tierra y nuestra entraña.