Está claro que con la edad el gusto literario va cambiando. Lo que antes te emocionaba, quizá ahora te aburra, y viceversa. Pero, en especial, lo que estoy notando en las últimas novelas que he leído es que apenas me dicen algo. Están bien escritas, son muy profesionales, pero no despiertan ninguna emoción en mí, incluso cuando teóricamente sus enfoques, sus tramas son brillantes.
Creo que la avidez editorial (explotación de escritores-marca, imitación entre editoriales, abuso de temas estándar muy centrados en el mercado) y curiosamente la profesionalización de los escritores –necesitan comer de lo que escriben y por eso se obligan a sacar un libro/año– están matando la creatividad, la auténtica originalidad basada en la reflexión, la pasión y el tiempo. Ya nadie arriesga porque sabe que no se premia el riesgo; es más, se penaliza. En la actualidad, muchos escritores consagrados serían incapaces de colocar sus primeros manuscritos. Por mi parte, pido a un libro que me atrape entre sus páginas por su temática, por la trama o por sus personajes, o por una combinación de esos elementos; además, que me emocione, que me toque esas partes sensibles de mi alma que poco a poco se van solidificando con la edad; también, claro está, que me haga pensar, que me rompa un poco los esquemas mentales sobre los que sostengo mi existencia; por último, que esté bien escrito, que posea un estilo personal, inconfundible, que me produzca placer su lectura. Ya me gustaría saber qué esperan los demás de los libros; sobre todo, de las novelas. Lectores de literatura basura, abstenerse.