Guy Fawkes y el Motín de la Pólvora

Por Manu Perez @revistadehisto

Guy Fawkes y su complot fueron las consecuencias finales de la constante intolerancia religiosa de la Inglaterra de la Edad Moderna desde que Enrique VIII fundara el anglicanismo, ya que desde entonces la vida no fue fácil para católicos ni protestantes.

Tras el duro gobierno de María Tudor los problemas se agravaron y tras la represión católica llegó la protestante durante el reinado de Isabel I. La guerra que se sostendría entonces con España no ayudó ya que se vio a los católicos como potenciales traidores, intensificando las persecuciones y reduciendo a los católicos a la marginalidad.

El anuncio de la coronación del nuevo rey Jacobo I intuía consigo la promesa de mayor libertad para los católicos ya que su madre y su mujer eran católicas, pero cuando llegó al poder esta esperanza se desvaneció para convertirse en pesadilla: Dictó nuevas leyes restrictivas, presionó a la conversión al protestantismo y fomentó la vigilancia de los conversos para castigarles en caso de seguir manteniendo el culto católico en secreto, como realmente la mayoría hacían en santuarios ocultos en la campiña. Los Jesuitas fueron expulsados y los que violaran el decreto serían penados con la muerte. Algunos católicos, decepcionados y hartos, decidieron pasar a la acción directa.

Así pues, en 1604, el activista Robert Catesby sugirió a tres compañeros suyos de confianza (Thomas Winter, Christopher Wright y Thomas Percy) dar un golpe de efecto definitivo. La paz firmada entre España e Inglaterra retiraba toda esperanza de un apoyo a una revuelta por lo que Catesby era consciente que la solución estaba en manos de ellos exclusivamente. La solución debía ser drástica y tomó forma en su mente: Volar las casas del Parlamento el día de su apertura, con todos dentro: nobles, obispos, el rey y su familia. El 20 de Mayo de ese año, los conspiradores se reunieron en una habitación de The Duck and Drake, una posada londinense, para trazar el plan. En aquella reunión, Thomas Winter presentó a sus compañeros a un tal Guy Fawkes.

Guy Fawkes y el Motín de la Pólvora

Guy Fawkes luchó durante 10 años en Flandes del lado de los Habsburgo, donde le llamaban Guido. Allí fue donde aprendió el manejo de la pólvora y fue un compañero de éste quien, tras la guerra, le recomendó a Thomas Winter. El papel de Guy Fawkes sería infiltrarse bajo el parlamento y, a la llegada del rey, prender fuego a la pólvora y escapar por el Támesis. Tras la muerte de la cúspide social inglesa, una revuelta armada estallaría en las Midlands. La princesa Elisabeth sería raptada y colocada en el trono por los conspiradores, que restablecerían el catolicismo.

Percy alquiló una casa en Westminster y desde allí comenzaron a cavar un túnel hasta el Parlamento. Para ello, y por falta de financiación, se reclutaron más conspiradores. Por otro lado, el muro medieval no cedía si bien tuvieron la suerte de encontrar una celda vacía justo debajo del Parlamento. 20 barriles de pólvora fueron preparados allí y cubiertos con piedras , leños y hierros. En Verano, más barriles fueron añadidos al lote.

Sin embargo, el 26 de octubre ocurrió algo que invertiría los acontecimientos. Lord Monteagle, cuñado de un conspirador, simpatizante con la causa católica y segura víctima del complot, recibió una carta anónima instándole a no ir al Parlamento en su apertura pues “recibirían una terrible explosión”. Monteagle llevó  la carta al Conde de Salisbury. El Conde sabía rumores acerca de un atentado pero ahora tenía una fecha y un lugar. Algunos conspiradores, sabiéndolo, quisieron posponer el golpe pero Catesby se negó. Por otro lado, las cosas no iban bien entre los que organizaban el levantamiento: muchos de los católicos influyentes en las Midlands rehusaron participar.

El 3 de noviembre, Guy Fawkes comenzó su angustiosa espera en la oscura y tétrica celda bajo la cámara de los lores, esperando el momento para encender la mecha y luego huir con el barco que le esperaba en el Támesis, rumbo a Flandes. Pero durante el día 1 el Rey supo del complot y estalló en cólera, mas Salisbury siguió con su plan para pillar a los conspiradores con las manos en la masa. Cuando llegó el momento, antes de reunirse los lores, mandó a Sir Thomas Knevett registrar, junto a un grupo de guardias, las celdas bajo el Parlamento. Guy Fawkes fue sorprendido y arrestado. Imaginando lo peor, el resto de conspiradores se reunieron en las Midlands para seguir adelante con el levantamiento armado. Pero no consiguieron el suficiente apoyo, así que decidieron refugiarse en Holbeach House, en Staffordshire, donde aún quedaba un grupo de simpatizantes involucrados.

Recuerda, recuerda el cinco de Noviembre, pólvora, traición y complot.

En su nuevo refugio, intentaron reorganizarse. Llevados por la desesperación o la ignorancia intentaron secar la pólvora que les quedaba con el calor de una hoguera… Como no podía ser de otra manera, la pólvora estalló, quedando Catesby y Rookwood heridos y Grant, ciego. El alboroto hizo que a la mañana siguiente el Sheriff Sir Richard Walsh les sitiara, hiriendo de muerte a Catesby y matando a los Wright y a Thomas Percy. El resto fueron capturados.

Mientras tanto, Guy Fawkes se hallaba encerrado en la Torre de Londres, en una pequeña celda en la que apenas podía siquiera sentarse. Fue torturado en la rueda hasta que confesó su verdadero nombre (se había hecho llamar John Johnson) y el de algunos de los conspiradores, entre ellos Francis Tresham. Curiosamente se achaca  a Tresham ser el traidor que les descubrió al Conde de Salisbury, y fue encerrado a la Torre, donde murió enfermo.

Los conspiradores fueron ejecutados. Se les ahorcó y, mientras seguían vivos, se les iba despedazando a cuartos. Pero tras la muerte de los conspiradores, Salisbury siguió buscando culpables y ejecutó a un jesuita, que se había mostrado contrario al complot, y otros tantos católicos. Desde entonces, hubo una fiera represión del catolicismo y todos los 5 de Noviembre hubieron revueltas anticatólicas. Se apartó a los católicos de los cargos públicos ni ser oficiales en el ejército. Incluso, hoy en día, ningún monarca puede ser católico ni casarse con una católica.

Autor: Alejandro Pradas Galindo para revistadehistoria.es

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