Ha muerto Mandela; el mundo es hoy un poco más sombrío

Publicado el 09 diciembre 2013 por Iris Bernot @irisbernot
       Ha muerto Nelson Mandela, aunque supongo que ya lo sabréis todos. No dejan de poner imágenes suyas en televisión. Mandela sonriendo, Mandela bailando, Mandela hablándole a las masas... Estamos cansados de oír que Mandela liberó a su pueblo, que defendió la dignidad humana y los derechos de todos hasta la muerte, que la diminuta celda en la que estuvo confinado durante más de dos décadas no logró doblegar su voluntad de trabajar por y para todos, que nada ni nadie logró quitarle la sonrisa y la idea de que el ser humano es bueno por naturaleza, que no hubo manera de convencerle de que el dinero y la codicia son los amos del mundo, etc... Estamos cansados de oír esas cosas y muchas otras similares, pero no estamos cansados de oír algo que a mí particularmente me estremece sobremanera, y es el hecho de que ha muerto uno de los pocos pilares que tenemos en la tierra. Ha muerto una de las pocas luces que iluminan este mundo y por eso el mundo es hoy un poco más sombrío. Hoy estamos un poco más a merced de esos repugnantes gobernantes sedientos de poder e inhumanos que aparecen continuamente por todas partes comos si fueran setas. Hoy estamos más a merced de todos los que quieren destrozar la tierra y a los que vivimos en ella para repartirse los pocos pedazos que queden después. Hoy late con menos fuerza el corazón del planeta porque el sol brilla con menos intensidad y la oscuridad que se cierne sobre nosotros es un poco más poderosa. Hoy están más contentos todos los que predican la codicia, la competencia feroz entre los seres humanos y la filosofía del más fuerte. Hoy están haciendo fiestas los materialistas, los convencidos de que la discriminación es esencial para lograr sus objetivos personales, las empresas y lobbies que nos manejan a su antojo y los gilipollas que se piensan que la vida trata de comprarse una mansión y encerrarse en ella.
      Mandela ha muerto y todos hemos perdido. Frente a la idea cada más extendida de que el ser humano es malo por naturaleza y de que solo somos bestias que se venden por un pedazo de carne, Mandela y la gente como Mandela , esa gente anónima que se da a los demás sin pedir nada a cambio y que trata de hacer del mundo un lugar mejor, son nuestra esperanza, la de todos, incluso la de aquellos que no saben que necesitan una esperanza para vivir. Ellos, Mandela y todos los que han luchado y luchan porque el hombre sea un ser con verdadera dignidad e incorruptible honestidad, son la luz en el bosque lleno de zarzas en el que vivimos. Esta mañana, en la primera cadena, he tenido que oír con rabia cómo una periodista estúpida e ignorante ( Mariló Montero,  esa que nunca se cansa de hacer amigos, para más señas), hablaba sobre  la herencia dineraria de Mandela y las peleas que sus hijos y nietos mantienen por ella como si no estuviera hablando de unos de los seres humanos más inspiradores y  brutalmente bondadosos que ha habido sobre la faz de la tierra. Me han dado ganas de hacer una llamada telefónica para entrar directo,  pero he pensado que alguien que es capaz de tratar de ensuciar la memoria de alguien como Mandela no merece ni eso, para qué, qué se le puede decir a alguien que piensa así... ( Probablemente acabo de provocar que los anónimos que me escriben en el blog reprochándome mi falta de respeto hacia algunas personas escriban bajo este post volviéndome a decir que no respeto la libertad de expresión de los demás, pero como siempre, me es indiferente...)
       Mandela ya no está. Su luz se ha apagado haciendo que queden menos luces en el planeta para guiarnos a través de este laberinto tenebroso y extraño que es la vida. Trato de tener esperanza y de pensar que merecemos una segunda oportunidad, de verdad, pero cada día me cuesta más, supongo que como a todos. Él era la muestra de que el ser humano puede ser insobornable y conciliador. Fue la muestra de que aún podemos hacer las cosas bien. Él desmintió la idea de que el hombre, puesto ante una situación extrema, tiende a matar y a destruir para sobrevivir. Él podía haberse vengado de los que le encerraron y humillaron, podía haber salido de la cárcel convencido de que matar a los opresores era la única manera de acabar con ellos, pero no lo hizo.  Por eso, a partir de ahora, cuando algún imbécil me diga que pisa a los demás por supervivencia y porque no le queda más remedio que hacerlo, pensaré en Mandela y le diré que no es verdad, que tiene otra opción,  y que si lo hace es porque quiere. Le diré que si daña al que tiene al lado es porque le resulta más fácil hacer eso que tener compasión y dignidad, y me quedaré tan ancha. Lo prometo.