Porque después de todo Hitler fue un ser humano y este aspecto tan obvio de su figura es uno de los que más nos inquietan. Nos gustaría más que hubiera sido alguien ajeno a la humanidad que, bajo la forma de un hombre, realizó su obra gracias a sus poderes malignos. Pero no es así, el dirigente alemán contó con las mismas limitaciones que cualquiera y llegó al poder gracias a unas elecciones democráticas, aunque después él considerara que la democracia se había vuelto innecesaria. Lo que sí es cierto es que se trataba de una persona peculiar que, hasta donde sabemos, no contaba con amigos íntimos ni apenas con relaciones familiares. Su única diversión consistía en organizar unas veladas, que se prolongaban hasta la madrugada en las que se veían películas y, sobre todo, se discutía de los más diversos asuntos, siendo su voz la casi absoluta protagonista de esos debates. Quien quiera conocer bien a un Hitler más cotidiano deberá acercarse a un volumen titulado Las conversaciones privadas de Hitler, editado en España por la editorial Crítica. Las palabras del Führer, aunque fueran pronunciadas en la intimidad, se consideraban tan sagradas que debían grabarse para edificación de las generaciones futuras y así se hizo a partir de 1941.
Se nota que Timur Vermes, además de contar con muy buen olfato a la hora de publicar su novela (y venderla en Alemania a 19,33 euros, aludiendo al año en el que llegó al poder), ha leído el libro citado, la mejor fuente para dotar de un discurso creíble a su Hitler de ficción. Se trata de un protagonista que despierta en el Berlín de 2011 después de haberse intentado suicidar en el bunker de la Cancillería. Tras un pequeño periodo de adaptación, el antiguo Führer asimila rápidamente cuáles son los mecanismos que hacen funcionar al mundo actual: se trata, sobre todo, de aparecer en televisión . Aunque la gente cree que se trata de una parodia perfectamente elaborada (muchos le preguntarán si es un seguidor del método del Actors Studio), los discursos que Hitler dedica a la audiencia son perfectamente coherentes con su trayectoria política y se escandalizan de la nutrida presencia de turcos y otros extranjeros en Berlín, a la vez que apela a la pureza de la raza como el gran activo de los alemanes.
La irrupción de un personaje tan ambiguo en la vida pública, un presunto actor que se pasa la vida haciendo su papel, como un fantasma del pasado que aparece en el momento menos oportuno, hace resurgir en el país sentimientos que se creían enterrados. Como decía el autor en una entrevista concedida al diario El País:
"Se dice a menudo que si volviese un nuevo Hitler sería fácil pararle los pies. He intentado mostrar, por el contrario, que incluso hoy Hitler tendría una posibilidad de triunfar, solo que de otra manera"
Hitler habla en serio, la gente cree que se trata de una broma sublime y el Führer, como es su costumbre, interpreta la realidad a su manera y trata de sacar ventaja de cualquier eventualidad. Al final los partidos políticos se lo rifan. Quien sabe si al final acabará acariciando a su viejo objeto del deseo, el poder.
Timur Vermes a escrito una novela a ratos divertida, a ratos cargante, aprovechándose de la permanente actualidad de un personaje como Hitler, al que nunca se le acaban de analizar todas sus aristas, un nuevo Mr. Chance que causa la admiración del público a base de malentendidos. Quizá Vermes debía haber abusado menos de las reflexiones de su protagonista, cuyo monólogo interior es casi el único cimiento de la narración y haber analizado con más detenimiento el impacto social que causa el advenimiento del nuevo Führer. Además, para el lector español puede ser un poco fatigoso la reiterada mención de nombres de la actual política alemana, con muchos de los cuales apenas estamos familiarizados quienes no vivimos en aquel país, aunque seguramente para los germanos, el encuentro de Hitler con sus dirigentes será motivo de gran regocijo. Ha vuelto se lee rápido, no impacta tanto como pueda parecer en un primer momento (la sensación es la de una buena idea un poco echada a perder), pero nos recuerda que, setenta años después de su muerte, el personaje dista mucho de haber caído en el olvido.