Nuevo Rey para nuevos tiempos.
Quizás unas de las cagadas del nuevo Rey, lo cual asevero sin acritud, es el querer quedar bien con todo el mundo. No se puede quedar bien con todos porque en el país del cainismo nadie se lleva bien con nadie. Lo digo a tenor de la, presuntamente, buena idea de despedir su discurso en las lenguas pretendidamente autonómicas. Craso error. No puedes llegar de guay y despedir en Vasco, Catalán y Gallego porque de seguida en las Redes Sociales te ponen verde los que estiman que también tendrías que respetar el valenciano, el aragonés, el bable o ¿Por que no? El arza pisha quillo andalú... Para eso el joven Rey debe de tener muy en cuenta la lengua común de todos los españoles que sigue siendo el Castellano y que no tiene porque dejar de contentar a unos señores que, por el mero hecho de no comer suficiente activia están siempre de muy mala leche, lo diga cómo lo diga.
Felipe está poco trillado y cuando poco a poco vaya recibiendo las ostias propias de su cargo se dará cuenta el plastón que supone la Corona en los tiempos en los que nos movemos. Nuevos tiempos en que el patio anda muy revuelto, la juventud no sabe que és ni para que sirve la institución que él encarna y que está mucho más pendiente del coletas y el dinerito que les va a soltar sólo por votarles que de los movimientos de esa prima de riesgo que tan familiar nos es a los que ya empezamos a vernos las canas desde hace unos años. La Corona está anquilosada en un sistema decrépito, inútil y pasado de fecha que no sirve ya para dar respuesta a la ciudadanía, que va dando tumbos cual rata ignorante en busca de su particular flautista de Hamelin a ver de que parte puede sacar mayor tajada. Felipe debe de pensar en ésto y si tiene instinto de supervivencia dar los pasos necesarios en pos de un Estado que conforme a la ciudadanía que, ni está, ni se la espera.
La República Monárquica de mi España.
Ser Rey y menos en España, no es ningún chollo. Muy al contrario, tal y cómo está la situación, la hoja de la guillotina que ya diera pasaporte a su antepasado lateral Luis XIV pende de un hilo sobre una institución que ya no puede ser mera espectadora del devenir de la Historia. Yo, que me considero partidario de la Monarquía en su aspecto más objetivo de la Jefatura de Estado, albergo serias dudas sobre su llegada a buen fin. La normalidad institucional con la que se ha producido el traspaso de poderes contrasta fuertemente con la evolución de la vida política, inmersa en un torbellino de incertidumbre donde no sería demasiado raro que los gritos del pasado soviético empezaran a mezclarse, preocupantemente, con el famoso Ruido de Sables, tan carácteristico de la Transición. Felipe tiene todo un enorme desafío por delante... Veremos cómo lo afronta y si ello no nos afecta en demasía, para bien o para mal a todos los españoles.