El video a su vez está inspirado en una campaña de Heineken y nos muestra como 20 hombres reales demostraban tener, al menos, una habilidad legendaria que los hacía únicos, tal y como podéis ver aquí. Está claro que el ritmo y el estilo de vida que impone una ciudad como Madrid no está hecho para cualquiera. En 2008, antes de trasladarme a la ciudad era uno de mis grandes temores. ¿Aguantaría el salto de una ciudad como Pamplona a otra 26 veces más grande? Por suerte, el cambio se hizo sin traumas pero en el proceso tuve que ir adaptándome a mi nuevo entorno.
Y cuando digo “adaptarme” me refiero a desarrollar varias habilidades especiales sin las cuales la vida en esta gran ciudad sería mucho más costosa. ¿Pensáis que cualquiera puede, en su intento por subirse al metro, deslizarse sigiloso como un ninja contra hordas de personas que justo salen del vagón, antes de terminar arriesgando su vida frente a esas puertas con aspiraciones de guillotina? No amigos, cualquiera no es capaz de eso.
De la misma forma que no toda la gente es capaz de engullir un bocata de calamares (da igual que sean las dos del mediodía que las seis de la madrugada) sin dejarse un delatador reguero de manchas de aceite sobre la ropa en el intento. Otro don especial que he desarrollado durante mi vida en Madrid es el de esquivar a los captadores de ONG´s de los alrededores de Callao y Fuencarral. Técnicas secretas, que no pienso compartir con vosotros (lo siento), y que he ido perfeccionando con el paso del tiempo. No se me resiste ni uno. Captador que me viene, captador que fracasa.
Al vivir en Madrid te acostumbras a nuevos hábitos. Lances diarios que luego se hacen invisibles y habituales pero que a las personas que no forman parte de esta vorágine puede que no comprendan. Recuerdo que me di cuenta muy pronto de que la gente que vive en Madrid siente una atracción fatal y devoción por las terrazas y aprovechan el mínimo rayo de sol para dar buena cuenta de ellas. Otra habilidad, curiosamente muy extendida, es la capacidad de sus moradores para pegarse todo el domingo de cañas en La Latina (cuando digo todo, me refiero a lapsos de tiempo de incluso doce horas, o más) y amanecer a primera hora del lunes como si tal cosa ¿¿pero de qué pasta está hecha esta gente??
Ay amigos, está claro que cualquiera, no puede ni vivir ni sobrevivir en Madrid, para eso, aunque no nos demos cuenta vamos desarrollando unas habilidades legendarias que nos hacen la vida más liviana. Aptitudes que sin embargo, otros aprovechan para disfrutar de una Heineken.