auscultando esa afonía pálida, alicaída, ingrávida - acuchillada algunas veces por el lloro de un niño, tiroteada otras por los gemidos de un anciano-. Siento un vacío infinito. Me estremezco. Transito serpenteando por este mar de silencio, como un autómata sonámbulo intentando consumir los segundos, extinguirlos, anhelando acelerar el tiempo. Me descubro ratón diminuto enjaulado en un laboratorio, haciendo girar la noria infinita de la fatalidad. Respiro hondo. ¿Qué nos queda? Encomendarnos a Dios, también al diablo. Sólo es un juego, el de la vida: azar, destino, razón, ciencia, suerte. Texto: Xavier Blanco
auscultando esa afonía pálida, alicaída, ingrávida - acuchillada algunas veces por el lloro de un niño, tiroteada otras por los gemidos de un anciano-. Siento un vacío infinito. Me estremezco. Transito serpenteando por este mar de silencio, como un autómata sonámbulo intentando consumir los segundos, extinguirlos, anhelando acelerar el tiempo. Me descubro ratón diminuto enjaulado en un laboratorio, haciendo girar la noria infinita de la fatalidad. Respiro hondo. ¿Qué nos queda? Encomendarnos a Dios, también al diablo. Sólo es un juego, el de la vida: azar, destino, razón, ciencia, suerte. Texto: Xavier Blanco