Los hay también que habitan los árboles, y solo por la noche salen para esconderse. No los veras mirando las hojas ni subiéndote a sus ramas, pues solo cuando no estamos respiran en ellos. A veces incluso construyen nidos, como los pájaros, y extienden sobre ellos sus extremidades para sentir que están vivos. No te dirán nada si te mueves con el viento, pero huirán si te escondes como ellos. Algunos que han vuelto dicen que son más silenciosos que la muerte y que no tienen sombra. Tampoco sabemos de su origen, y hay quienes aseguran que vienen de los bosques, y que los necesitan. No usan insignias para reconocerse porque todos llevamos uno de ellos dentro. Sabina. José Antonio Porcel Decimoséptimo día