Habitantes de la intemperie

Por David Porcel

Contrasta lo poco que conocemos de la ciudad cuando salimos al balcón y la miramos de frente con todo lo que nos importa poder hacerlo cada día. Una mirada fugaz, momentánea, pero que ilumina cada día haciéndolo salir del calendario y remontándonos, con él, al misterio de las cosas. Poder mirar cada día la ciudad desde el balcón. Uno de esos pequeños gestos que, pese a los informativos y modas telediarias, nos dicen que todavía estamos ahí. Estamos ahí, a la intemperie. Una intemperie que la consciencia de poder generada por la velocidad de los tiempos a muchos escamotea. Y que hace olvidar que quienes viajaban sobre el Titanic también eran habitantes de la intemperie, solo que no lo sabían. De ahí que venga bien de vez en cuando soñar con camas yaciendo bajo tormentas o máscaras atravesadas de abrazos eternos. Quizá, después de todo, aprendamos a ver en nuestros hospitales verdaderos albergadores de cuerpos, pero solo porque ellos también imploran rozar los cielos.