Revista Cultura y Ocio

Hablamos con Pedro Aranda, uno de los finalistas en la categoría mejor novela del Certamen Cartagena Negra

Publicado el 26 julio 2020 por Delecturaobligada @DelecturaOblig

El escritor es un convencido antietiquetas literarias y apuesta por buenos libros para llegar a los lectores

Hablamos con Pedro Aranda, uno de los finalistas en la categoría mejor novela del Certamen Cartagena Negra

Fuente: Cartagena de hoy

¿Cómo explicaría la sinopsis de El ruido que nos separa a nuestros lectores?
Básicamente, El ruido que nos separa profundiza en todas las cosas, algunas disparatadas, que hace la gente para tratar de olvidar aquello de lo que se arrepiente, o al menos de convivir de la mejor manera posible con ello. Algunos personajes, eso sí, no se arrepienten para nada, y otros, en su lucha por olvidar ese pasado que les atormenta acaban realizando una serie de actos que derivan en situaciones que yo diría que rozan lo absurdo. Me estoy acordando ahora del caso del auditor norteamericano, criado en el seno de una familia conservadora bajo una estricta educación, que realiza inspecciones por países asiáticos y al que sobornan con una prostituta para cambiar el resultado de su informe. Y el tipo se termina planteando si acaso la vida no es algo más que todos esos principios que ha seguido de una manera tan inmaculada durante todo este tiempo y si, por tanto, no ha hecho otra cosa más que perder su vida. Y al final, de una manera más o menos evidente o directa, hay un combate de boxeo que centra el argumento de casi todas las historias, aunque he de decir que, en realidad, el boxeo como tal, está presente muy poco en el libro. Es, más bien, un decorado. Todo eso salpicado con asesinatos, venganza, traiciones y cruces inevitables de destino. Para resumir, le diría que es un libro de violencia y amor al mismo tiempo.

La obra está formada por un conjunto de historias, personajes y épocas. ¿Fue complicado entrelazar todos los elementos que forman El ruido que nos separa?
No tanto, quizás un poco al principio hasta que logré ubicar a todos los personajes. Y una vez que supe lo que eran capaces de hacer, la historia fluyó sola. Digamos que, en mi caso, no empecé con la historia y luego fui desarrollando los personajes, sino que fue justamente al revés, primero me dediqué a conocer a los personajes y cuando sabía en qué eran buenos, les di el papel con lo que tenía que hacer cada uno. Si esto fuera un equipo de fútbol y yo, por tanto, fuera el entrenador, no es que llegara al club y le dijera al presidente: “quiero jugar de esta forma, y para eso necesito a estos jugadores”, sino que llegué, vi entrenar a la plantilla que tenía y ahí fue cuando me di cuenta de que cualquier persona es capaz de cualquier cosa en cualquier momento. Que hasta el más fiero de los boxeadores es capaz de bailar canciones de amor. O, lo que es lo mismo, que el lateral izquierdo es capaz de meterme goles y lo puedo poner de delantero. Y así ha salido lo que ha salido.

¿Qué le llevó a elegir esta estructura fragmentaria para su novela?
La poca constancia y coherencia que tengo con todo lo que hago en mi vida. Creo que haber escrito todo del tirón habría acabado con mi paciencia y hubiera terminado por abandonar el libro, sinceramente. Quiero decir, no es que escribiera las historias del tirón y luego las fragmentara. La disposición con la que salen en el libro es tal cual las escribí. Intencionadamente dejaba una historia parada en un momento dado y me ponía con otra que no tenía nada que ver, antes de volver a la anterior. Y el motivo fundamental era para no aburrirme mientras escribía y, por tanto, para mantener la intensidad y la calidad a lo largo de todo el capítulo. Yo ya sabía cómo iban a terminar cada una de esas historias, así que las paraba cuando lo consideraba oportuno, como esas series de televisión que vemos ahora y en la que nos dejan con ganas de más cuando termina un capítulo. Espero no haber sonado demasiado presuntuoso.

Los autores suelen tener un personaje favorito. Aunque su novela es una obra coral, ¿qué personaje sería el que usted más ha mimado durante la composición?
¡Qué pregunta más difícil! Piense que en absolutamente todos los personajes que salen en el libro (si me apura, hasta en el pequeño perrito que aparece por el final), estoy presente de alguna u otra manera, luego la cuestión sería entonces cuál de las distintas versiones de mí mismo me gusta más. Sé que a la gente el personaje que más le ha gustado ha sido el del Señor Primavera, que es un tipo al que, de adolescente, le someten a distintos experimentos mentales y luego, años después, se dedica a manipular a la gente con un determinado propósito. En este caso, no hay que interpretar literalmente su conexión conmigo. Quiero decir, que nadie me ha sometido a ningún experimento de pequeño, que yo sepa. Pero es tan poco lo que se conoce de él y es tal el aura de soledad a su alrededor que determinados aspectos de su personalidad están transmitidos directamente de mi vida propia. Hay gente, por otro lado, que me dice que su protagonista favorito es Marcos Panamá hijo, que es un joven que, siendo muy pequeño, algo le pasó por lo que tiene una inteligencia propia de un adulto, y que luego lo volvemos a encontrar, ya en la edad del pavo y enamorado hasta la médula de una chica con problemas, y se dedica a mandarle cartitas de amor, como si con eso fuera a conseguir algo. Aquí sí está más clara, yo creo, la conexión conmigo. Sin embargo, si yo tuviera que elegir con quién me quedaría, sería, sin dudas, con Billy Tampico, un crooner muy venido a menos, abandonado por su mujer y con el que el lector va a empatizar muy pronto por todas las cosas que le suceden. Eso en cuanto a los personajes. En cuanto a las historias, a mí me gusta mucho cómo quedó la del asesino que va a divertirse a un club de intercambio de parejas. Pero no desvelaré mucho más si no quiero que la editorial se enfade conmigo…

Han nominado su obra a Mejor novela negra del año en el certamen Cartagena Negra. ¿Qué supone para usted este reconocimiento?
Para mí es un auténtico honor ser finalista en un premio tan importante. Veremos qué pasa en septiembre, pero ya solo estar ahí le pone a uno muy contento, la verdad. Imagínese, además, en mi caso, que es el primer libro que publico y que realmente no sabía si todo el tiempo encerrado en un cuarto oscuro escribiendo iba a resultar en algo que gustara a la gente o si al final al único que le iba a gustar iba a ser a mí (e incluso yo mismo había empezado a dudar de ello cuando lo revisé por vigésima vez en menos de quince días antes de pasarlo a edición). Mi temor cuando el libro ya estaba en la calle era que la gente cuando lo tuviera en sus manos y lo leyera pensara: “¿en serio esto es lo mejor que sabe hacer? ¿para eso tanto tiempo sin salir? Ya sabíamos que el hámster de su cabeza no rulaba mucho, pero esto ya es pasarse… Así le va como le va en la vida…”. De hecho, le voy a contar un pequeño secreto en relación al enfermizo número de veces que revisé la novela antes de la publicación. Llegué a cogerle tal antipatía que tuve que pedirle opinión a un amigo y decirle: “Mira, aquí tienes mi novela. Te doy diez días para leerla. Y que me digas con total sinceridad tu opinión. Ahora mismo estoy más cerca de coger el libro, subir a lo alto de una montaña y enterrarlo en algún sitio, y que dentro de unos siglos, las generaciones del futuro la encuentren y piensen: ”No me extraña que esta gente se extinguiera” que de seguir adelante con la publicación”. Pero, contra todo pronóstico, lejos de animarme a que hiciera lo de la montaña, este amigo casi que me obligó a seguir adelante con la publicación con todas las consecuencias. Y, una vez publicado hace ya siete meses, y aquí viene lo del secreto que le decía antes, todavía no he abierto ninguna hoja del libro, más allá de la primera cuando alguien me ha pedido que se lo firme.

Encontrar una editorial suele ser un proceso complicado para los autores que empiezan en el mundo de la literatura. ¿Cómo llegó su obra a Libros Indie?
¿Ha visto usted los símbolos de esas centrales nucleares o instalaciones eléctricas o cisternas que transportan productos químicos altamente explosivos para advertir del peligro? Pues algo así es lo que encontré yo en las páginas web de las editoriales grandes que se nos vienen ahora a la cabeza para indicar que el mundo editorial está muy mal y que, o eres un escritor con varios libros a tus espaldas o un influencer, o poco menos que ni te molestes tú ni les hagas perder el tiempo a ellos en mandarles tu libro (o manuscrito, como llaman ellos). Pero ahí fui yo y cogí y lo mandé a un par de ellas, desoyendo todas las alarmas de la pantalla. Pero cuando llevaba un mes esperando sin ningún tipo de respuesta (en su defensa diré que si alguien me manda un libro desde una dirección de Hotmail con un nombre con diminutivos que prefiero no reproducir aquí pero que me hice cuando tenía diecisiete años -así que ya puede imaginar más o menos cómo sería- yo creo que tampoco habría respondido)… como decía, cuando pasé ese mes esperando en una especie de calma chicha solo interrumpida por correos que se iban directamente a la carpeta de Spam sobre anuncios que hacían referencia a una amplia variedad de productos relacionados con el aparato genital masculino, y vi que ninguna de esas editoriales respondía, decidí que ya era muy mayor para perder el tiempo, y me planteé un cambio de estrategia. Me hice una cuenta nueva de correo (también de Hotmail, por cierto, pero con un nombre más serio), elaboré un listado de editoriales que vi que aceptaban recepción de manuscritos (perdona que se me escape una sonrisa cuando uso esa palabra, es que la mente me lleva a la época de Jesucristo y eso. ¿A usted también le pasa?) y lo envié en batería. Y, bueno, si le soy sincero y aunque quede un poco soberbio lo que le voy a decir, ahí sí tuve una muy buena acogida, aunque también es cierto que, mirando la letra pequeña, había mucha autoedición encubierta en los contratos, así que no sé hasta qué punto les había gustado con honestidad la novela, o esos contratos tenían unos fines mucho más oscuros. Y los chicos de Libros Indie se portaron excepcionalmente bien conmigo y con mis exigencias, que no eran otras que no tener presión en la fecha de publicación del libro hasta sentirme yo completamente seguro del resultado final, tener total control de la maquetación y, en definitiva, que fuera yo quien marcara los tiempos y sintiera el libro totalmente propio.
Por cierto, ahora me he hecho una cuenta de Gmail, que parece que le da más empaque al asunto…

Dediquemos un tiempo a hablar de la novela negra. ¿Cómo llegó usted al género?
Pues mire, yo estaba escribiendo otra novela, la cual iba a ser la primera, y, como le pasa a todo el mundo, supongo, la primera novela habla de tu exnovia, te pones a buscar metáforas, te inventas nombres de personajes cuando en realidad hablan de ti y esas cursiladas, y te haces el profundo. Y, tu único objetivo es que esa persona que te ha dejado (porque no nos engañemos, solo escribe la gente a la que le han dejado, pues la otra persona está pasándoselo en grande de vacaciones con su nueva pareja y llevando, encima, los pantalones cortos de colores que le regalaste) se entere de que has escrito un libro (y que no nos engañemos tampoco, se lo acabas diciendo tú haciéndote el despistado, metiendo el tema con calzador si es que todavía os habláis cuando os cruzáis por la calle, cuando no te dedicas a ponerlo en absolutamente todas las redes sociales y diciéndole a algún amigo ingenuo que sepas que la tiene entre sus amistades, que comparta tu publicación sin que él sepa que tu verdadera razón es para que ella lo vea) y así lea el libro y se reconozca en un personaje que se llama, no sé, Dorothy Sanders, a la que pones en una situación exactamente igual a la que vivisteis, salvo por ese estúpido nombre y de algún modo aún albergues la esperanza de que te mande un mensaje y te diga que quiere volver contigo, cuando lo más lógico es que, estando como está de vacaciones con esos pantalones cortos de colores tenga otras muchas cosas mejores que hacer antes que leer ese tostón y, si lo hace, ni se le va a pasar por la cabeza imaginarse que ella es Dorothy Sanders en el libro. Así que cuando me di cuenta de todo ello, abandoné ese libro y me dediqué a escribir otro que me resultara más placentero, con muertes, venganza, y todo esto. Así que puedo decir que, de alguna manera, llegué a la novela negra por amor. En cualquier caso, yo le diría que “El ruido que nos separa” es una novela negra que va de fuera hacia dentro, en el sentido de que hay muchas historias orbitando, algunas de las cuales no son propias del género negro, pero que, como si fuera una espiral, van poco a poco cerrándose en torno a la historia principal que esa sí, sin duda, incluye todos los aspectos propios de la novela negra y a la que, además, le he dado un tratamiento muy especial, algo así como esas bandas de rock modernas que, después de grabar las guitarras, pasan las pistas por determinados filtros en los ordenadores y al final obtienen un sonido diferente al inicial, pero que no deja de ser de guitarra, al fin y al cabo.

Hay muchos, aunque quizás, salvo Jim Thompson, que es tremendamente popular entre los fieles al género y que a mí, particularmente, me apasiona, el resto de autores que me gustan no obedecen al estilo puro negro, y mucho menos al de la ola esta moderna que procede de países escandinavos, con los que no he conseguido conectarme ni un poco. Prefiero otros escritores no tan íntimamente ligados al género. Barry Gifford o Eddie Bunker quizás sí lo están a su manera, pero también veo ciertos elementos de novela negra en determinados textos de Raymond Carver o Philip Roth que me emocionan más (no sé si la palabra “emocionar” está bien traída cuando hablamos de novela negra) que otros escritores más especializados en el género como Michael Connelly o Pierre Lemaitre, por citar a alguien. No sé si encontrándome en la final de un certamen de novela negra todavía bajo deliberación del jurado debería haber dicho esto tan alegremente…

De las muchas novelas que le gusten del género, ¿cuál recomendaría a cualquier amante de la literatura? ¿Por qué?
Yo ya solo leo a Donald Ray Pollock, a quien conocí casi de casualidad, cuando alguien me dijo que El ruido que nos separa le recordaba en parte a sus novelas (que, ahora que las he leído todas, compararme a mí con él es algo así como cuando nos dijeron que Gago era el nuevo Fernando Redondo; en este caso, está claro que yo sería Gago, sin ningún paliativo). Quiero pensar, en cualquier caso, que esa persona que me dijo eso vio cierta similitud con El diablo a todas horas o con El banquete celestial que me parecen los dos mejores libros que he leído nunca (sea del género que sea), y no tanto con su novela de relatos Knockemstiff, la cual recomendaría en cualquier situación salvo, claro está, que quieras regalárselo a alguien en tu primera cita. Si lo haces, es muy posible que te encuentres el día siguiente a que lo lea con su foto de perfil de whataspp en gris, sin imagen, y, con un poco de suerte, solo bloqueado y sin ninguna orden de alejamiento firmada.

Durante el confinamiento por coronavirus, en España, aumentaron los diferentes índices de lectura por edades. Sin embargo, las novelas negras no consiguieron colarse entre las grandes beneficiadas. ¿Qué necesita la novela negra para volver a vivir un boom entre los lectores nacionales?
Mire. Hay algo que no he dicho a lo largo de toda la entrevista y es que a mí no me gustan nada las etiquetas. Entiendo que hubo un momento en el que quizás sí tenía sentido usarlas para hacer la distinción entre géneros, pero… ¿es necesario a día de hoy? Quiero decir, hasta la novela erótica hoy en día mezcla un montón de ingredientes y hay hasta una trama detrás. Ya no es solo lo del repartidor de pizza que lleva, ya sabe, eso escondido ahí abajo. Ahora te cuentan la desgarradora historia del nuevo encargado de mantenimiento del jardín de la casa que, además, tiene una sensibilidad especial con el caballo de la señora, algo que ni remotamente tiene su millonario marido, y todo eso lo sabemos antes de que esa amargada esposa que vuelve a sentirse joven de pronto, y ese cortador de césped, amigo de los caballos y, vaya usted a saber por qué, buen bailarín, entren en faena… Pero entiendo perfectamente su cuestión. Si usted hace una encuesta en la calle y pregunta al primero que pase: “¿Qué es para usted una novela negra?”, es muy posible que le contesten: “Pues… mmm … es cuando un detective privado hasta arriba de deudas y abandonado por su mujer, se da a la bebida y piensa mucho en su hija tristemente fallecida al caerse por un acantilado en un descuido de él (algo que sólo sabemos al final, pues hasta entonces solo vemos pequeños fragmentos a modo de imagen, ya sabe, en uno se ven globos de varios colores en el cielo, en otro la niña se suelta del brazo del padre, en otro se ve una bufanda rosa volando, en otro se ve un perro andando peligrosamente por el borde del acantilado, en otro se ve la cara de la madre chillando, en otro se ve el dependiente de un puesto de helados poniendo un barquillo de chocolate que se le cae de repente al suelo, y ya en el último se ve a la niña resbalándose al tratar de acariciar al perro, el cual, ignorando lo que ha pasado, sigue a lo suyo). Y (sigue la persona de la calle que estamos entrevistando hablando de lo que es para él la novela negra)… mmm …entonces una mujer aparece por su despacho, el cual está muy desordenado, y le hace un encargo extrañísimo. Y nuestro detective al principio duda, pero algo en ella, la bufanda que lleva, tal vez, le recuerda a su hija y entonces entiende que resolviendo ese misterio encontrará una cierta paz que hará (siempre según él) que se olvide del descuido que cometió. Ah (aquí veríamos a esa persona de la calle extenderse en su explicación aunque con lo que nos ha contado hasta ahora de lo que él percibe como novela negra ya es suficiente)…mmm…y esa mujer le seduce, y se acaban liando, pero él todavía quiere a su mujer, y al final de la película le pegan un tiro y la siguiente imagen que vemos de él es ya en el hospital con media cabeza vendada, y por el ojo que todavía ve observa (de manera borrosa, eso sí) a su exmujer a los pies de la cama tocándole la mano, aunque es tal el lamentable estado en el que se encuentra su cuerpo, que él nota el roce de la mano pero por más que intenta responder a la caricia, lo único que consigue es mover el dedo gordo del pie. (Y aquí es cuando le decimos a esa persona de la calle que ya nos ha quedado claro lo que es la novela negra, que puede seguir su camino, aunque percibimos mientras se va que no para de girarse hacia nosotros y que él quiere seguir hablando). Y esa percepción errónea que tiene la gente de la novela negra es algo que los fundamentalistas del género no han tratado, ni de lejos, de corregirnos. De hecho, esos patrones son su zona de confort, y cualquier cosa que sea salirse de ahí les genera rechazo. Sin embargo, yo creo que, afortunadamente, esos fundamentalistas son una minoría y el género se está abriendo a nuevas fórmulas. Y un ejemplo lo tenemos, sin ir más lejos, en “El ruido que nos separa”, que no sigue ese patrón de fórmula que quizás la gente tenga en mente, sino que he metido otros ingredientes como son grandes dosis de amor adolescente, y mucha ironía en los diálogos. Y todo mezclado, eso sí, con elementos ya puros de la novela negra. Luego, lo que he hecho ha sido algo así como si un niño pequeño se mete en la cocina aburrido de que sus padres no le hagan caso y, sin que nadie se lo pida, se pone a hacer una tarta de chocolate (que sería, en mi caso, la novela negra), y acaba echando, además, todo lo que encuentra por la cocina (patatas fritas, aceitunas, un puñado de sal, dos manzanas y una lata de atún). Y luego, con la ropa y la cara totalmente manchada, aparece con una estúpida cara de felicidad en el salón donde está toda la familia y dice, mostrando lo que lleva en las manos y ante la escandalizada mirada de sus padres: “Mirad lo que os he hecho”.

Y, bueno, está mal que yo lo diga, pero creo que mi tarta de chocolate con tropezones está gustando y, si ha acabado en la final de un certamen tan importante de novela negra, es que a los fieles al género les ha parecido interesante la propuesta. De lo que se trata, ahora, respondiendo a tu pregunta, es que todos aquellos que de una u otra manera tenemos cierta responsabilidad en acercar el género al lector, seamos capaces de hacerlo atractivo. Y la mejor manera de hacerlo atractivo es algo tan simple (y a la vez, tan difícil) como escribiendo buenos libros.


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