Revista Salud y Bienestar

Hablando claro: recortes y rescates en el alzheimer (quiero que leas..)

Por Seo Bloguero

 RAMÓN HERNÁNDEZ MARTÍN: Recortar y rescatar, palabras clave para entender nuestro presente, tienen, en lo económico, un significado preciso y contundente, pero dan juego también en otros campos. Sólo a un atrevido se le ocurre relacionarlos con el alzheimer para describir el enorme impacto que esta enfermedad tiene en nuestra sociedad.
Hablando Claro: Recortes y rescates en el alzheimer  (Quiero que leas..)
El alzheimer es un severo recorte de las capacidades del ser humano afectado, que asiste atónito al espectáculo de ver disminuir su condición humana para hundirse después, poco a poco, en la niebla hasta difuminarse por completo. La tijera se ceba en neuronas incapaces de resistir la erosión mental del tiempo. Confiemos en que la investigación convierta pronto en desecho tan afilada tijera.
Con imaginación, cabe identificar el alzheimer con un monstruo bicéfalo. Mientras con unas mandíbulas destroza al enfermo, descarnándolo de neuronas, con las otras engulle al cuidador. El alzheimer destruye el cerebro del enfermo y la vida del cuidador. Mientras el enfermo degenera, el cuidador ve acortados su horizonte humano y su vida social, que en muchos casos desaparecen por completo. Una depresión, progresiva e irreversible, acecha al cuidador. Por ello, las asociaciones de familiares de enfermos de alzheimer (AFAS) se ocupan de «cuidar al cuidador».
Tan brutales recortes, a los que hacen frente la investigación y la sociedad, urgida por las AFAS, no son, desgraciadamente, los únicos. La crisis está logrando que también se enseñoree de estos predios Paco con su rebaja. Las familias se ven cada vez más solas frente al descomunal gasto que exige un tratamiento terapéutico equilibrado. Los poderes públicos se llaman hoy a andana en este terreno y dejan el peso en las maltrechas espaldas de unas familias que se empobrecen al ritmo frenético en que sus enfermos pierden neuronas, como si la degeneración neurofibrilar afectara también a las carteras.
Aún hay más en un mundo que parece haberse vuelto del revés, pues en muchos casos las pensiones de los enfermos, por lo general pequeñas, sirven para que la familia pueda seguir adelante. Tras probar las mieles de alojar a sus enfermos en geriátricos bien equipados y con profesionales competentes, muchas familias tienen que recular para traerlos a casa y atenderlos como puedan.
Por lo demás, lo mismo en crisis que en bonanza, se impone la necesidad de acudir al rescate de los cuidadores. El enfermo requiere cuidados intensivos y tiene derecho a una calidad de vida apropiada, pero ello no justifica que un solo cuidador se haga cargo de tan ingente tarea las 24 horas del día todos los días del año. Sin merma alguna de la atención terapéutica debida al enfermo, es preciso rescatar al cuidador de las fauces del monstruo que lo tritura. Los primeros obligados a echar una mano son los demás miembros de la familia. La mayoría de ellos suele escurrir olímpicamente el bulto. Es preciso repartir las cargas según posibilidades. En esta difícil tarea deben insistir machaconamente todos los profesionales para cortarle al terrible monstruo del alzheimer al menos una de sus cabezas.
Además, es preciso que la sociedad acuda en ayuda de cada familia a base de colaboraciones voluntarias o forzadas. Este campo lo necesita tanto como la indigencia económica y la precariedad social. Son muchos los ciudadanos que deberían prestar asistencia social como contraprestación de las pensiones y subvenciones que reciben. Parece que el Gobierno va a exigir a los parados remunerados que recuperen los montes quemados. Hay otros muchos grupos sociales que también deberían hacer labores sociales: jubilados, presos, militares, etcétera. El mundo del alzheimer vivió hace años una rica experiencia con los objetores del servicio militar. Las administraciones, desde las municipales a las estatales, deben contribuir con personal asistencial. El «Día mundial del alzheimer» viene a recordarnos que todos debemos echar una mano.
Las más de quinientas mil familias españolas que tienen enfermos de alzheimer se ahogan en la piscina de un barco que, además, corre peligro de hundirse. Los españoles navegamos a la deriva. Mientras con tanto esfuerzo corregimos el rumbo y reparamos los destrozos, no podemos permitir que alguien se ahogue en su piscina. Prestar más atención al alzheimer contribuirá incluso a corregir el rumbo suicida.
El «Día mundial del alzheimer» debería ser el de los cuidadores de enfermos de alzheimer. Todos podemos hacer algo, incluso compartir nuestro tiempo libre. Las fechas nos exigen, cuando menos, reconocer la importante obra social de los cuidadores y tributarles el reconocimiento que merecen.
Ramón Hernández Martín colaborador de AFA-Asturias, para LNE.
http://www.asociacionalzheimer.com
Nota: A este magnífico texto de D. Ramón Hernández se le han añadido enlaces externos.

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