Cuerdos que hablanEscribir es la mejor manera de no volverse loco. Eso lo dicen los que no han tenido que escribir durante horas sobre asuntos que no les interesaban, imagino. Aclara Andrés Neuman al final de este libro, que "si la escritura nos permite hablar solos, leer y traducir se parecen a conversar" y lo explica, porque cada una de las traducciones de libros que se citan a lo largo de la historia (que son unos cuantos) son improvisaciones suyas. Claramente, en ese juego de cambio de idioma, el autor habla consigo mismo, o eso nos dice.A mí me ha parecido que los tres personajes de Hablar solos, en verdad hablan claramente con el lector, mucho más alto y directo que muchas de las personas que cada uno pueda tener de interlocutor a lo largo de su jornada.Hablan claro porque saben que hay quien les escucha: el autor nos grita ideas que son ciertas, reales, comprensibles. Habla como nosotros y nos habla a nosotros a través de ellos.Para el personaje de Elena, las respuestas están en los libros. Podría parecer el motor vital de un filósofo de la talla de Petete, el pingüino de la Patagonia pero no, no se confundan, no es ése el sentido: Elena subraya en las novelas que lee, frases que interpreta dirigidas a sí misma, expresiones de sus turbaciones y problemas, de lo que la aqueja, la agobia, la confunde. Elena lee y piensa según sus hallazgos entre esas páginas que consume ansiosa.No habla sola.Mario se expresa a trompicones y deja las frases sin terminar. Le persigue la vida y debe vivirla a tiempo, rápidamente: así habla. Habla a su hijo, se habla a sí mismo. Mario maneja un curioso fluído de consciencia que pone en guardia a su lector.No habla solo.Lito quiere entender por qué los mayores no le dejan hacer algunas cosas y se las cuenta, se las explica. Tiene diez años y piensa que a los once la vida da un giro y todo termina de encajar entre tanta confusión. Conducir es jugar a un videojuego, hablar por teléfono es un trámite cotidiano, comer helado el mayor placer sobre la Tierra. Lito usa frases breves y abusa de comparaciones, de comas y de preguntas. Quizás sí que hable solo, tal vez no le quede otro remedio al pobre, porque no sabe que son otros los que se dirigen a él en sus pensamientos, en lo que escriben, en lo que hablan para sí.Y no volverse loco. Leer también ayuda, digan lo que digan de Don Quijote.
Hablar solos. Andrés Neuman. Madrid: Alfaguara, 2012
Cuerdos que hablanEscribir es la mejor manera de no volverse loco. Eso lo dicen los que no han tenido que escribir durante horas sobre asuntos que no les interesaban, imagino. Aclara Andrés Neuman al final de este libro, que "si la escritura nos permite hablar solos, leer y traducir se parecen a conversar" y lo explica, porque cada una de las traducciones de libros que se citan a lo largo de la historia (que son unos cuantos) son improvisaciones suyas. Claramente, en ese juego de cambio de idioma, el autor habla consigo mismo, o eso nos dice.A mí me ha parecido que los tres personajes de Hablar solos, en verdad hablan claramente con el lector, mucho más alto y directo que muchas de las personas que cada uno pueda tener de interlocutor a lo largo de su jornada.Hablan claro porque saben que hay quien les escucha: el autor nos grita ideas que son ciertas, reales, comprensibles. Habla como nosotros y nos habla a nosotros a través de ellos.Para el personaje de Elena, las respuestas están en los libros. Podría parecer el motor vital de un filósofo de la talla de Petete, el pingüino de la Patagonia pero no, no se confundan, no es ése el sentido: Elena subraya en las novelas que lee, frases que interpreta dirigidas a sí misma, expresiones de sus turbaciones y problemas, de lo que la aqueja, la agobia, la confunde. Elena lee y piensa según sus hallazgos entre esas páginas que consume ansiosa.No habla sola.Mario se expresa a trompicones y deja las frases sin terminar. Le persigue la vida y debe vivirla a tiempo, rápidamente: así habla. Habla a su hijo, se habla a sí mismo. Mario maneja un curioso fluído de consciencia que pone en guardia a su lector.No habla solo.Lito quiere entender por qué los mayores no le dejan hacer algunas cosas y se las cuenta, se las explica. Tiene diez años y piensa que a los once la vida da un giro y todo termina de encajar entre tanta confusión. Conducir es jugar a un videojuego, hablar por teléfono es un trámite cotidiano, comer helado el mayor placer sobre la Tierra. Lito usa frases breves y abusa de comparaciones, de comas y de preguntas. Quizás sí que hable solo, tal vez no le quede otro remedio al pobre, porque no sabe que son otros los que se dirigen a él en sus pensamientos, en lo que escriben, en lo que hablan para sí.Y no volverse loco. Leer también ayuda, digan lo que digan de Don Quijote.
Cuerdos que hablanEscribir es la mejor manera de no volverse loco. Eso lo dicen los que no han tenido que escribir durante horas sobre asuntos que no les interesaban, imagino. Aclara Andrés Neuman al final de este libro, que "si la escritura nos permite hablar solos, leer y traducir se parecen a conversar" y lo explica, porque cada una de las traducciones de libros que se citan a lo largo de la historia (que son unos cuantos) son improvisaciones suyas. Claramente, en ese juego de cambio de idioma, el autor habla consigo mismo, o eso nos dice.A mí me ha parecido que los tres personajes de Hablar solos, en verdad hablan claramente con el lector, mucho más alto y directo que muchas de las personas que cada uno pueda tener de interlocutor a lo largo de su jornada.Hablan claro porque saben que hay quien les escucha: el autor nos grita ideas que son ciertas, reales, comprensibles. Habla como nosotros y nos habla a nosotros a través de ellos.Para el personaje de Elena, las respuestas están en los libros. Podría parecer el motor vital de un filósofo de la talla de Petete, el pingüino de la Patagonia pero no, no se confundan, no es ése el sentido: Elena subraya en las novelas que lee, frases que interpreta dirigidas a sí misma, expresiones de sus turbaciones y problemas, de lo que la aqueja, la agobia, la confunde. Elena lee y piensa según sus hallazgos entre esas páginas que consume ansiosa.No habla sola.Mario se expresa a trompicones y deja las frases sin terminar. Le persigue la vida y debe vivirla a tiempo, rápidamente: así habla. Habla a su hijo, se habla a sí mismo. Mario maneja un curioso fluído de consciencia que pone en guardia a su lector.No habla solo.Lito quiere entender por qué los mayores no le dejan hacer algunas cosas y se las cuenta, se las explica. Tiene diez años y piensa que a los once la vida da un giro y todo termina de encajar entre tanta confusión. Conducir es jugar a un videojuego, hablar por teléfono es un trámite cotidiano, comer helado el mayor placer sobre la Tierra. Lito usa frases breves y abusa de comparaciones, de comas y de preguntas. Quizás sí que hable solo, tal vez no le quede otro remedio al pobre, porque no sabe que son otros los que se dirigen a él en sus pensamientos, en lo que escriben, en lo que hablan para sí.Y no volverse loco. Leer también ayuda, digan lo que digan de Don Quijote.