Y, tras leerlo y ponerlo en situación, me entra la duda, incluso la vaga sospecha, de que el error ande rondando con su diente infalible, y apostillo: «Dudas errátiles en danza: quizá donde dice “certeza” el original escribiera “corteza”. Y no sería raro que el “hallarte” fuera, en realidad, “hollarte”. Dios entonces —léase de nuevo— mostraría menos crueldad que ironía. Aunque ¿cómo saberlo? En verdad, inescrutables, etc., etc...»
Borges firmando. Autoría de la foto: desconocida. Se agradecen pistas.
(Hablarle a Borges, 50). Dicen que Borges dijo o escribió: «A menudo descubro que sólo estoy citando algo que leí hace tiempo, y entonces la lectura se convierte en un redescubrimiento. Quizá sea mejor que el poeta no tenga nombre».Y de inmediato se me ocurre: «La verdad es que, si nos fijamos bien y dejamos a un lado a los críticos literarios, a los narcisos pro domo sua y a los del botafumeiro, el poeta no tiene nombre».
Y a modo de continuidad, más que de respuesta, se me ocurre: «Una línea, en sus al menos dos acepciones (renglón, estilo), sus tres sugerencias (ser o no ser o no ser ser), sus cuatro esquinas, sus cinco sentidos, sus seis síes, sus siete capitales... Sí, un término es bastante. Nunca se acaba».