Pero lo más interesante es lo que ocurre entre la amplia mayoría de aquellos que se declaran personas con buena suerte. En una gran parte de las personas que consideran que han vivido una vida afortunada, se observa que también ha habido circunstancias difíciles, llenas de momentos penosos, de grandes sacrificios, penurias y vicisitudes, algunas de ellas tanto o más penosas que las circunstancias de aquellos que se sienten desafortunados.
¿Cómo es posible entonces que haya tantas personas que, a pesar de sus vicisitudes, se consideran personas con buena suerte? ¿Son acaso inconscientes o ingenuos? Nada de eso. Más bien todo lo contrario. Estas personas se consideran con suerte porque, a pesar de todo, sienten [opinan] que esas arduas experiencias les han servido para aprender, para crecer, para mejorar como seres humanos, para ampliar su percepción de la existencia, para relativizar, para soltar y saber que todo lo bueno es un regalo y que de toda adversidad se puede obtener el fruto de la sabiduría si uno pone su empeño en dar un sentido a lo vivido y decide seguir andando para compartir ese fruto con los que le rodean.
Las circunstancias vividas son similares en ambos casos… pero la vivencia y la elaboración del sentido de las experiencias es completamente diferente… unos se sienten víctimas del azar y del infortunio, mientras que otros, lejos de resignarse, deciden asumir la experiencia vivida como un activo, hacia el cual, por extraño que pueda parecer, les “conviene” estar agradecidos.
Notas tomas por Andrés Ubierna, del libro La buena vida, de Alex Rovira.