Estoy sola con los tres niños. Mi marido se encuentra fuera por trabajo. No tengo familia ni nadie a quién acudir y necesito alguien que se quede con ellos unas horas.
Esto, que me ha pasado, no es extraño, ni poco habitual. El necesitar ayuda y no tener a quién pedírsela.
Somos seres sociales, con una vida, con ritmos frenéticos, con necesidades que no entienden de situaciones personales ni de horas.
Cada vez nos movemos más, nos trasladamos.
Los tiempos de tener a los abuelos, tíos, primos cerca están dando paso a la movilidad constante, incluso a otros países, con todo lo que conlleva. La ayuda de las familias extensas va desapareciendo y hay que cambiar la manera de apoyarnos.
Además, vivimos en un mundo tecnológico completamente. Nuestro entorno está cada vez más relacionado con el mundo virtual. Cada vez salimos menos en búsqueda de lo que necesitamos.
¿Recordáis los típicos papeles en las farolas o paradas de autobús en los cuáles, mediante un número de teléfono, se ofrecen clases, alquileres, limpieza de hogar e incluso instalación de Wi-fi? Pues si os fijáis bien cada vez se ven menos. Las redes han sustituido la manera de contactar de una manera más efectiva.
Situaciones tipo que se van repitiendo en tu entono: llegas nueva a una ciudad en la que no conoces a nadie. En algún momento vas a necesitar que alguien te eche una mano para cuidar a tus hijos, o clases particulares, o una ayuda en casa, una chapucilla, o qué se yo, a que te ayuden a realizar una mudanza.
Un rato, se trata de un servicio para un ratito.
Para estas cosas habituales lo que mejor funciona es, sin duda, el boca-oreja, las recomendaciones de otros. Pero claro, esas "bocas" no te llegan aún.
Buscar en portales de empleo o páginas amarillas es algo complicado que puede rozar lo absurdo. Lleva tiempo, puedes perderte en montones de datos. Además, hablamos de necesidades concretas en momentos puntuales, de manera que es difícil encontrar perfiles, y, si lo haces, el precio es tremendamente desorbitado para lo que necesitas.
Buscamos inmediatez, proximidad y economizar. Esa es la verdad. No nos sirve que una persona tarde dos horas en llegar. Queremos contar con esa ayuda en breve, y si es del vecindario mejor, ¿o no? Porque una vez que hayamos contado con esa persona, si nos va bien, volveremos a repetir, o le hablaremos de ella a otra madre del colegio, o a una vecina, o a un compañero del trabajo...
Y también podemos estar al otro lado.
Podemos ser, por ejemplo, estudiantes que estemos dispuestos a prestar un servicio en el que seamos buenos, como dar clases, cuidar niños, echar una mano en la compra, hacerse cargo de mascotas. ¿Por qué no? Ganar un dinero ofreciendo un servicio que otro necesita.
Aquí es dónde comienza a entrar en juego la economía colaborativa, cada vez más en auge. Oferta y demanda, pero sin intermediarios, rápida y competitiva.
Así que, en mí búsqueda incesante por la red, me he encontrado con una aplicación denominada Heygo que, precisamente, ofrece todo esto de lo que estoy hablando,
Lo primero que me sorprendió es que hubiera servicios disponibles en Melilla, porque no es habitual.
Se trata de una aplicación móvil disponible tanto para IOS como para Android centrada en la ya comentada oferta y demanda entre particulares, mediante un contacto personal, de tú a tú.
No hay coste ninguno.
Y las categorías de servicios son de lo más variopintas: profesores, canguros, cuidadores de ancianos, ayuda en el hogar, mascotas, deporte, reparaciones (sí, sí, para esas chapucillas que decía yo)...
De manera inversa, podemos ofrecer nuestros servicios indicando todos los detalles y el coste
Es muy sencillo y ágil y encuentras de todo. Y cuando digo de todo, es DE TODO. Prueba: caniche, cocido, chapuzas y...¡tachán!