El 24 de febrero de 2008 es elegido Presidente del Consejo de Estado de Cuba por los Diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular, sucediendo así a su hermano Fidel Castro en la presidencia de Cuba, a la que había renunciado días antes mediante carta abierta.
Fue presidente del Consejo de Estado de Cuba y del Consejo de Ministros, y por tanto, presidente de la República de Cuba desde el 24 de febrero de 2008 hasta el 18 de abril de 2018, aunque desempeñaba el cargo de manera interina desde el 31 de julio de 2006.
Su faceta más conocida era la de jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, lo que equivale a ser responsable de todos los asuntos militares y de inteligencia.
Fue un pragmático que combinaba perfectamente sus dos vertientes, la de hombre duro e implacable en la polític interna y una tímida apertura exterior que le llevó a ampliar relacione con China y a plantear, incluso, el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos.
El procuró siempre tener una buena imagen de tolerante y hombre abierto, pero esa imagen nunca cuajó porque la realidad en su política interna era la contraria. Era implacable a la hora de juzgar la indisciplina y la "falta de entusiasmo" por la causa revolucionaria.
Se le atribuyen numerosas condenas a muerte por fusilamiento de presuntos enemigos de la revolución, muchos de los cuales sólo era frívolos y corruptos.
Desde que murió Fidel, Raúl ha sido el verdadero poder en Cuba, por encima de Díaz Canel y de los demás altos funcionarios.
Personalmente, tengo que agradecerle su intervención para que no me expulsaran de Cuba cuando era corresponsal y director de la oficina de la Agencia EFE en la Habana, cuando informé de las armas desplegadas en el Malecón habanero para defender la capital, en vísperas de la celebración del Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba.
Cuando preparaba las maletas para volar hacia Madrid, una orden de Raúl evito mi expulsión. Uno de sus representantes me dijo que Raúl intervino a mi favor porque "sólo has dicho la verdad, aunque esa verdad perjudicaba la imagen de Cuba".
Se distribuyó sabiamente los papeles con su hermano Fidel, que hacía de hombre bueno y de ideólogo, mientras que Raúl aparecía como el policía riguroso y al guardián de la pureza y la disciplina.
Algunos creen que la desaparición de Raúl puede traer cambios, entre ellos un debilitamiento del comunismo, pero lo que así piensan olvidan que Cuba es ya un sistema consolidado de expolio y dominio más que una nación viva y con esperanza. Las élites cubanas, integradas por políticos, militares, funcionarios, sicarios y chivatos, no permitirán cambio alguno que les hagan perder sus inmensos privilegios frente a un pueblo que parece ya acostumbrado a arrastrarse en la esclavitud y el hambre.
Francisco Rubiales