En realidad no fue el primero. Ya lo venía haciendo, pero a través de cables. En una reciente entrada de este blog conté mi experiencia de cómo Mendoza vivió la caída de De la Rúa y entre enlaces e imágenes de notas puse un último momento que escribí hace 10 años y que en definitiva, hoy lo recuerdo como el primer último momento 100 por cien de cocina propia que hice para un medio digital.
¿En qué se diferencia de los que vinieron después? Primero, la época. Estábamos en el caos de no tener presidente fijo. Gobernaba Adolfo Rodríguez yo. Segundo, el modo del relato. No fue un producto periodístico con todas sus reglas, sino más bien una mezcla de información más sentimiento de lo que se vivía en la calle en ese momento. Y ahora lo explicaré en detalle:
En ese entonces yo hacía hacía los últimos momentos para Los Andes Online, más la edición impresa de ese diario. Entraba a las 18 y trabajaba hasta las 3 de la madrugada y a veces, más. Mis francos eran los lunes y martes, y domingos y lunes, en forma salteada. Ganaba 800 pesos al mes y ese sueldo nunca aumentó desde ese 2001 hasta que dejé de trabajar en 2005, por lo que la relación laboral se desgastó con un sueldo en negro que no había atendido, entre otros, el incremento del costo de la insulina para mi diabetes, que había triplicado el valor, culpa de la revaloración del dólar. Éramos dos periodistas haciendo el sitio con más visitas en Mendoza, que en ese 2001 llegaba a las 7 mil visitas diarias y en 2005, cuando me fui, trepaba a los 23 mil. Los dos muy raramente trabajábamos juntos porque había que mantener el sitio vivo y actualizado todos los días de la semana, por lo que éramos periodistas-editores de una y había que repartir bien los horarios para que el sitio no quedara desprotegido, informativamente hablando.
Sin embargo lo recuerdo como mi primer último momento porque esa tarde salí a la calle con una libretita. Y el título Que se vayan, que hoy suena a golpista, era lo que en realidad decía la gente en la calle. ¿Y qué sentí? Que estaba ante un momento histórico porque eso que estaba contando iba a quedar para siempre en la memoria y en los archivos de ese diario, por la importancia del acontecimiento y por las características propias de Internet. No existía Google, pero sí habían otros buscadores, como Metacrawler, por lo que uno se podía imaginar que diez años después, como lo estoy haciendo ahora, uno podía revivir ese hecho, con el lenguaje y el sentimiento crudo de lo que estaba sucediendo.
Cuando volví a la Redacción primero hice la historia en un Word, luego armé el último momento, lo puse arriba y después republiqué todo el sitio, ya que no existía la alternativa que hoy tienen los blogs y sitios de actualizar un contenido particular. Eso significaba colocar el contenido nuevo, ubicarlo en la web, reubicar los contenidos anteriores –tarea de diseñador hecho por el periodista- y luego publicar para que la computadora republicara toda la carpeta FTP “public_html”, lo que significaba recorrer hasta el archivo más pequeño del sitio.
Por ejemplo, recuerdo que los archivos del día en realidad no retrasaban mucho la publicación final, sino más bien las ediciones anteriores, ya que esa carpeta FTP contemplaba volver a poner en Internet las ediciones anteriores. En líneas generales publicar un último momento significaba de una hora a una hora y media.
Fue una experiencia grata y única. Soñé muchas cosas en esos años, pero reconozco también que por poco dinero renuncié a la vida social, a los viernes y sábado a la noche y que al final terminé pagando un derecho de piso que económicamente no me llevó a ningún lado. Pero bueno, en ese momento no tenía como plan formar una familia y el laburo me entusiasmaba mucho, como ocurre ahora con los periodistas que empiezan a recorrer el camino. El periodismo digital es una pasión, pero hay que aprender a encontrar el equilibrio con la dignidad para no ser explotado. En este sentido, Diario Uno acertó cuando arrancó su versión dinámica en la web en 2007, con la decisión de poner a trabajar un plantel de periodistas con la situación laboral regularizada.