Edición: Errata naturae, 2012 (publicado por
primera vez en 1936)Páginas: 88ISBN: 9788415217312Precio: 12,90 €De vez en cuando me
cruzo con libros que irradian luz, una luz personal y cálida, fruto de la
lucidez y la transparencia de los sentimientos que se plasman en sus páginas;
una luz poderosa que invita a refugiarse durante unas horas en este viaje
íntimo hasta lo más hondo y puro del amor, un lugar evocador, elegante, sutil, que
hechiza al lector y permanece en él como el recuerdo de algo bello, único y
singular. Hace cuarenta años es uno
de esos libros, una novela de corta extensión que, en palabras de la editorial,
se puede considerar «una joya secreta de la literatura europea del siglo XX».Maria Van Rysselberghe
(Bruselas, 1866 – Cabris, Alpes marítimos, 1959) nos abre una puerta de su
corazón con Hace cuarenta años (1936),
el relato de una breve (pero intensa)
pasión entre ella misma y un hombre al que llama Émile, contado en primera
persona cuarenta años después de que tuviera lugar. La autora, que fue esposa
del pintor Théo Van Rysselberghe y amiga cercana de André Gide, tuvo una vida
vinculada al mundo de las artes y publicó, entre otros, Los cuadernos de la Petite Dame, una crónica sobre Gide. No
obstante, sería injusto pensar en Maria Van Rysselberghe únicamente por sus
conexiones con otros creadores, puesto que Hace
cuarenta años nos demuestra que fue una escritora con una voz propia que
merece ser recordada por ella misma A finales del siglo
XIX, Maria y Émile pasan una temporada juntos en la casa de la duna, un rincón
de una playa del Mar del Norte en el que leen con avidez los versos de Baudelaire
y la correspondencia de Flaubert, lo que no solo refleja la cultura y el buen
gusto de la autora, sino el hecho de estar pasando por esa época en la que los
enamorados sienten que los textos sobre sentimientos hablan de ellos. El
espacio, esa casa de la duna, juega un papel fundamental en la obra: tanto Maria como Émile están casados, y
este lugar es en su existencia como un oasis en un desierto, como una flor en
un campo de batalla: una experiencia maravillosa y profunda que saben que terminará
pronto. Porque ni Maria ni Émile se plantean romper con sus vidas anteriores;
de hecho, la preocupación por el daño que podrían hacer a sus cónyuges está
siempre presente.Sin embargo, el carácter efímero de su encuentro hace
que su amor aún nos parezca más extraordinario, más eterno, más real. Lo
que brilla en Hace cuarenta años no
es el adulterio, sino la fidelidad a un amor ideal, un amor de largas
conversaciones, de gestos sutiles, de silencios expresivos y de miradas de
comprensión. La historia de estos dos enamorados no se materializa en una
atracción fatal, sino que se trata de un amor puro, casi etéreo, que no llega a
consumarse. Un amor tan intenso que todos querríamos sentir al menos una vez en
la vida, un amor triste y real que invita a pensar que este tipo de
experiencias al límite son las únicas capaces de manifestar el candor de los
sentimientos, un candor que, tal vez, se habría perdido en la cotidianeidad del
matrimonio y la familia.La autora plasma el
encuentro con una voz íntima, elegante y
sutil, que rebosa tanta sensibilidad que al terminar de leerlo no pude
evitar regresar a las primeras páginas y redescubrir la historia de Maria y
Émile con los matices que solo se aprecian en una segunda lectura, cuando uno
ya se ha acostumbrado al tono de la narración y no sufre las inconveniencias de
la primera toma de contacto. Los diálogos de los personajes están cuidados al
máximo: son pura refinación, tienen la capacidad de expresarlo todo con los
recursos mínimos. La narración en primera persona de Maria también encaja en
esta descripción: desprende emoción, nostalgia; hace de una experiencia
personal un sentimiento universal. Bebe de la mejor tradición de la literatura
francesa y algunos fragmentos consiguen llegar muy adentro.No quiero terminar esta
reseña sin hacer una mención al excelente trabajo de Errata naturae: la edición
de Hace cuarenta años es impecable,
sin faltas ni erratas; además, incluye una nota de los editores y un epílogo de
Natalia Zarco, muy interesantes para introducirnos en la lectura. En estos
momentos el libro ya va por su segunda edición —todo un logro para una
editorial pequeña que se dirige a un público minoritario—, así que se puede
decir aquello de que al final el trabajo bien consigue su recompensa.En conclusión, Hace cuarenta años me parece un relato
muy hermoso, una muestra de un amor tan bello que casi debería ser una lectura
imprescindible para los amantes de las novelas intimistas, esas que poseen la
capacidad de plasmar con delicadeza las emociones más recónditas que surgen
entre dos enamorados. No leáis este libro si lo que queréis son aventuras,
tramas de intriga o finales sorprendentes; tampoco lo leáis si entendéis el
amor como un romance de princesas y caballeros con una atracción desenfrenada. Hace cuarenta años es puro sentimiento y
exquisitez, de modo que lo recomiendo a los lectores que tengan sensibilidad
para este tipo de temas y quieran deleitarse con la tierna historia de Maria y
Émile.Nota: las pinturas son
retratos de Maria realizados por su esposo, Théo Van Rysselberghe: Maria Van Rysselberghe, Jersey (1907) y La dama de blanco (1926), respectivamente.