"Un año toree cinco corridas seguidas en Bilbao y cuando maté la última me tuvieron que llevar al hospital"
Me da la risa floja cuando leo lo que escriben de los carteles venteños, hablan de competencia entre las figuras, por torear dos tardes entre treinta o por ahí, con bichejos de Garcigrande o Cuvillo. Encima, y con el tiempo lo veremos, se quejaran del tamaño del Toro, que no cabe en la muleta, de sus hechuras elefantiásicas, de los veterinarios y la romana que los parió y la responsabilidad de anunciarse un par de veces en la isidrada "con lo que es Madrid".
Hace falta valor... y un poquito de vergüenza.