El tiempo pasa volando y, cada vez más, según avanza la edad en tu propia existencia, la sensación parece aumentar. Existe una verdadera obsesión por las efemérides -personales y ajenas- por los aniversarios, por los decesos de famosos, que -ley de vida- han de ir llegando uno tras otro, inexorablemente. En nuestras pequeñas vidas tenemos al facebook para recordarnos con contumaz insistencia, fotos y más fotos -si las tuviéramos, que hay quienes rehuyen de ellas como si la cámara fuera el mismísimo diablo- de hace uno, tres o más años.
Pues bien, hace un año, y con un mes de retraso sobre la fecha habitual, tuve el honor de recibir el Premio de la Crítica de Asturias de columnismo que otorga la Asociación de Escritores de Asturias. Fueron varios los motivos de orgullo: uno, suceder en el palmarés al gran maestro y también columnista de El Comercio, mi querido amigo Luis Arias Argüelles-Meres; dos, el premiar una trayectoria, que, si bien ha sido intensa, tampoco se había dilatado mucho en el tiempo. Cuando supe que había vencido, por una llamada de mi buen amigo y admirado poeta Lauren García, no pude sino pensar en la profecía que otro individuo, también dedicado a idénticos menesteres en la escritura, realizó. Ese sujeto aventuró, cuando arranqué mis columnas -la deportiva bajo el epígrafe “Crónicas de Vestuario” y ésta sobre mi ciudad, “Vetusta Blues”, que se ampliaría posteriormente a “Vinilo Azul” para el suplemento dominical- que no duraría ni tres meses. Podrán imaginarse mi satisfacción pensando en el rostro del adivino, de ese envidioso y maledicente profeta, más maestro en el arte de la puñalada trapera, de la adulación desmedida en pro de sus intereses y del acoso a sus superiores que en una escritura relevante, cuando el contador superaba la centena y recibía un reconocimiento de los propios escritores.
Pero, quizás, más aún que recordar aquella tarde de enero, a uno le impulsa el continuar y, también, el contacto con muchos de sus lectores. Muchas veces, tomando un café en algún local de la ciudad, alguien se te acerca para comentarte algún aspecto de tus artículos, para felicitarte o para discrepar, para señalarte algún hecho o problema de la ciudad sobre el que nadie escribe o que debería ser recordado. Ese es otro gran premio, el mayor, el que te lleva a la responsabilidad, más allá de tus propias convicciones o de tu amor a la ciudad. Estamos ahí y podemos ser un vehículo para llamar la atención sobre algunos asuntos. Sobre el abandono del Cristo, sobre las posibilidades del recinto de la Fábrica de Armas, sobre los estorninos desembarcando en el Campo San Francisco, sobre usos y abusos diversos... Nos alimentamos, pues, de esa comunicación. Y nos alimenta el amor a este Oviedo, en que nací y en el que vivo, en el que me siento privilegiado de trabajar y de poder comunicarme con muchos de mis convecinos a través de estas líneas.
MANOLO D. ABAD
Publicado en el diario "El Comercio" el lunes 16 de enero de 2017