Había una vez un pueblo dormido al que no le afectaba casi nada, ni siquiera que los despidieran por la cara, adormecidos miraban la tele y asentían como los perritos antiguos en la parte trasera del coche. Pero un día un grupo de gente se espabilaron, dejaron de mirar a la caja tonta y se dieron cuenta de que les estaban tomando el pelo, que ellos no eran los culpables, que la opinión ya no era pública sino manipulada, que la democracia ya no lo era y que quizás se pudiera hacer algo. Y lo hicieron.