Hacer arte con los archivos de la intervención de la CIA en la región

Publicado el 01 diciembre 2016 por Adriana Goni Godoy @antropomemoria

Hacer arte con los archivos de la intervención de la CIA en la región

19 JUL, 2016

De niña vivió en Chile, Brasil y Paraguay, países que se encontraban en dictadura en los 70 y 80.  Voluspa Jarpa inaugura una muestra que da una mirada a esos y otros países del continente a partir de los archivos desclasificados de la CIA. En nuestra pequeña región de por acá es el trabajo más ambicioso y complejo de la artista nacida en Rancagua en 1971. La exposición se exhibe en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), que acaba de inaugurar una retrospectiva de Yoko Ono y  por primera vez abre sus puertas a un artista chileno.

La muestra tiene dos ejes de investigación en torno a Latinoamérica. A partir del análisis de los  archivos desclasificados por los Servicios de Inteligencia de EE.UU. durante el período 1948-1994, hace un cruce artístico con el minimalismo norteamericano. Además, se despliegan retratos sobre líderes latinoamericanos durante la Guerra Fría, que fueron víctimas de asesinatos o de crímenes no resueltos.

“Ha sido un proceso de mucho esfuerzo, no solo mío sino que colectivo, por parte de mi equipo, asistentes, personas que han apoyado, las galerías e instituciones”, dice Voluspa Jarpa, quien contó con el respaldo de las salas de Isabel Aninat y  Patricia Ready, la galería parisina Mor Charpentier, el Consejo de la Cultura, la Dirac, la embajada de Chile en Buenos Aires y el grupo Antenna.

La artista -compañera de generación de Natalia Babarovic y Mario Navarro- dice que lo que la mueve es la idea que hay detrás de esta muestra: “El arte tiene una magia y la gente participa porque es una fiesta y, dado mis niveles de convicción, terminan pensando que es muy importante. El arte tiene esa cualidad de convocar. Además, el evento en sí es muy importante. Chile necesita que sus artistas puedan producir seriamente desde Chile, con apoyo de Chile”, dice.

El recorrido

La entrada de la exposición propone una revisión de los archivos desclasificados de la CIA en 14 países latinoamericanos, muchos de ellos con tachaduras y censuras, a través de instalaciones que juegan en ese espacio difuso entre el texto y la imagen. Las piezas proponen citas al artista estadounidense  Donald Judd, asociado al movimiento minimalista. De esta forma, la artista pone en tensión la violencia política de la época con la austeridad del minimalismo que se desarrollaba por entonces. “Esta es esa dicotomía norteamericana que se da en un momento de mayor violencia, en términos de expansión de inteligencia, sobre los países latinoamericanos, Asia, África y Europa, mientras se levanta la vanguardia del minimalismo, que propone que la obra es materialidad pura, perfecta e industrial. Entonces lo que hace esta obertura es contraponer estéticamente, formalmente y concretamente el material de archivo en las obras citadas de Donald Judd, dentro de tres piezas gigantes que están a la entrada del museo”, explica Voluspa Jarpa.

Luego aparecen los retratos  de 47 líderes latinoamericanos cuyas muertes no han sido resueltas o están siendo investigadas. Cada uno de ellos ocupó cargos en la administración de los poderes del Estado como presidentes, ministros, jueces, jefes militares, arzobispos, diputados y senadores. Entre ellos aparecen los ex mandatarios Salvador Allende y Eduardo Frei. Para complementar la historia, a un lado están proyectadas las muertes de cada uno de ellos a través de imágenes crudas, porque muchos murieron de manera violenta, dentro de lo que la artista llama un “pasillo fúnebre”. Luego hay una sala de archivo en la que trabajó junto a su hermana, la periodista Paula Jarpa, donde están todos los documentos desclasificados, alrededor de 4.000, separados en carpetas, dentro de un espacio que llama la “sala morgue”, porque es fría, todos los materiales son metálicos y están bajo una luz blanca.

“Nos contactamos con todos los abogados o descendientes que hubieran llevado las causas y tuvieran la documentación judicial de cada una de estas muertes. Uno de los casos es el de Pablo Neruda, que aún no se cierra porque están esperando los últimos peritajes”, cuenta. Luego hay un mural de 10 metros de largo por 4 de alto que agrupa los funerales de cada uno como si fueran uno solo.

El último elemento de la muestra  es un video multicanal de cinco pantallas con la obra Translation Lessons (2012-2016), donde un profesor de inglés le enseña a la artista el idioma a través de la lectura de los archivos de la CIA, acto paradójico que pone de relieve que para entender una gran parte de la historia política reciente de Latinoamérica es necesario conocer un idioma extranjero.

El recorrido podría leerse como una historia del continente, aunque la artista  recalca que no es historiadora, no tiene el deber ético  de la historia de decir: lo que pasó fue esto. “Lo que yo hago es dar el material, las informaciones, aquí están las distintas disciplinas e instituciones que han generado estos distintos archivos que son posibilidades narrativas. Yo digo aquí están todas esas posibilidades, para que vengan todas las disciplinas para escribir esa historia desde el material de archivo, no desde la ideología. No desde la cita de autores sino que del material duro”, dice en referencia a los archivos. “La mayoría de las cosas que tú sabes no son las que ocurrieron. Uno accede a un pedazo de ese secreto 30 ó 40 años después y tienes que desarticular lo que sabías y empezar a ponerle toda esa información secreta para rearticular lo que tu creías que había sucedido”.

Esta exposición le hace concluir además que los países latinoamericanos tienen una historia común en la Guerra Fría. “Es una exposición muy personal porque fui una niña errante que pasé por estos países cuando era chica y me tocó ver la dictadura en Brasil, Paraguay, Chile y Argentina. Aunque parezca intelectual es súper personal, porque devela las preguntas que se hizo una niña hace mucho tiempo y que no eran preguntas locales sino una comparación de un lugar con el otro”, concluye.

Publicado en La Tercera

Primera exposición individual en un museo latinoamericano de Voluspa Jarpa (Rancagua, Chile, 1971), una artista que participa asiduamente en el circuito de bienales internacionales. La muestra está compuesta por doce piezas e incluye pinturas, objetos, instalaciones, videos, registros sonoros y documentos históricos.

Las obras dan cuenta de dos ejes de investigación complementarios y simbióticos: por un lado, el estudio de un conjunto de archivos desclasificados de los Servicios de Inteligencia de EUA durante el período 1948-1994, donde la propuesta artística relaciona los documentos con el mundo del arte, en particular, con el Minimalismo norteamericano; por el otro lado, la exhibición se plantea como un trabajo rememorativo sobre un conjunto de líderes latinoamericanos del período de la Guerra Fría, que ocuparon cargos de alta jerarquía y que fueron víctimas de asesinatos o de crímenes no resueltos.

En nuestra pequeña región de por acá es una muestra site-specific: el espacio expositivo del museo ha configurado la forma misma de las obras presentadas. En primera instancia, la muestra propone una revisión de los archivos desclasificados de la CIA en catorce países latinoamericanos. Los documentos, dedicados al registro de información de inteligencia y de operaciones políticas a largo plazo, son presentados en una gran instalación que permite apreciar su volumen y características principales. Muchos de ellos presentan tachaduras y censuras y, a causa de esas marcas gráficas, ya no pueden ser considerados meramente como textos para ser leídos sino que adquieren el estatus de imágenes que pueden ser observadas. La instalación juega en ese espacio difuso entre el texto y la imagen.

En relación con estos archivos, la exposición problematiza también los contenidos del arte minimalista norteamericano, contraponiendo la austeridad y el ascetismo formal propio de ese movimiento con la violencia política de la época en la que se desarrolló. En efecto, al mismo tiempo que están ocurriendo las grandes operaciones políticas en territorio latinoamericano, las instituciones artísticas y académicas norteamericanas promueven y difunden a la abstracción minimalista como su vanguardia artística. Aparecen así en la muestra diversas citas a obras de Donald Judd, que son intervenidas materialmente por reproducciones de los documentos de inteligencia.

En tercer lugar, aparecen los retratos de 47 líderes latinoamericanos en la imagen de oradores públicos y cuyas muertes no han sido resueltas o están siendo revisadas en la actualidad. Estos líderes ocuparon cargos en la administración de los poderes del Estado: presidentes, ministros, jueces, jefes militares, arzobispos, diputados, senadores. Están pintados sobre bronce pero son representados a través de un efecto fantasmagórico. En esta serie, Voluspa Jarpa se pregunta: ¿Cuándo y cómo se puede cambiar el curso de la historia de un colectivo? ¿Cómo se llevan a cabo estas operaciones? ¿Qué sucede cuando un líder deja su lugar de representación social y hay otro que ocupa su lugar? ¿En qué direcciones se manipuló la historia colectiva de nuestras sociedades?

Los líderes asesinados vuelven a aparecer en otras obras: otros retratos velados y realizados con sombras en una suerte de representación de un funeral colectivo, nuevas piezas de archivo en las que se recogen documentos judiciales facilitados por los familiares o demantes, y peritajes científicos sobre sus muertes presentes en las causas judiaciales y, finalmente, en la develación de sus nombres completos.

El último elemento del proyecto es un video multicanal de 5 pantallas con la obra Translation Lessons (2012-2016), una reflexión sobre el inglés como idioma hegemónico. En él, un profesor de inglés le enseña a la artista el idioma a través de la lectura de los archivos de la CIA. El film pone en evidencia una potente paradoja: para entender una gran parte de la historia política reciente de los países latinoamericanos es necesario conocer un idioma extranjero.

Apoyo institucional
Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Dirac
Dirección de Asuntos Culturales, Ministerio de  Relaciones Exteriores
Círculo Antenna
Embajada de Chile en Buenos Aires
Centro Cultural Matta, Buenos Aires

Agradecemos la colaboración de las galerías
Mor-Charpentier | Isabel Aninat | Patricia Ready | Galería Gabriela Mistral

Publicado en MALBA

Voluspa Jarpa: “Chile sigue siendo pueblerino”

Fue el propio director artístico del museo, Agustín Pérez Rubio, quien invitó a Voluspa Jarpa a participar en el Malba, uno de los principales del continente, después de ver su trabajo en octubre de 2014 en Bogotá. Más de 20 personas se han involucrado en este proyecto (desde lo público y privado, como Antenna), que lleva por título “En nuestra pequeña región de por acá”. Un site-specific; es decir, una instalación pensada para el espacio donde ocurre el evento. Fueron casi dos años preparando la muestra que se inaugura el 15 de julio, después de que finalice la de Yoko Ono, actualmente en exhibición.

Su prestigio, queda claro, ha traspasado las fronteras. La reconocida galería francesa Mor Charpentier se encarga de mover su trabajo en el circuito europeo. “El campo en las artes visuales contemporánea es hiper profesionalizado, y ese mundo se abrió para mí el 2011, cuando empecé a tener mucho feedback fuera de Chile. Apareció mi galería francesa, comencé a ir a ferias con Isabel Aninat; antes sólo asistía a bienales y no me había metido en el tema comercial. En el mundo profesional no está separado el arte crítico del comercial”, señala Voluspa.

Pero para llegar a estas lides es imposible no remitir a su historia, en la que se enlazan el desarraigo y la libertad, lo emocional y lo intelectual.

Según la mitología nórdica, Voluspa era una profetiza –el nombre se lo puso su abuelo masón– y quizá algo de eso hay en su trabajo, que explora el pasado para vislumbrar el futuro. Cada obra se produce luego de estudiar mucho, recopilar datos y números y de leer hasta que metafóricamente se desborda de información y aparece la imagen.

El interés por entender la historia de Chile tiene que ver con su ruta personal. En 1976 su padre, que era gerente de Cemento Melón, se quedó sin trabajo, y su familia buscó nuevas oportunidades en Paraguay y Brasil. Voluspa tenía cinco años cuando partió, para volver sólo en las vacaciones. A los 17 años regresó definitivamente, pensando que en este país se iba a sentir en casa. Pero no fue así. Hasta hoy se ve como outsider. “Voy a cumplir 45 años y ya he aprendido que el desarraigo es del tamaño de mi libertad, y yo le tengo gran amor y simpatía a mi libertad. Me encanta el desarraigo”, afirma.

Desde 1994 ha sostenido una larga producción artística. En 2011 trabaja con los archivos desclasificados de la CIA sobre Chile y América Latina. Este tema lo ha presentado en Suiza, Turquía, Francia y Brasil, y también es parte de su nueva muestra en Buenos Aires.

-¿Cómo se gesta esta exposición?

-Hay todo un proceso largo que parte con la mirada de la historia de Chile. Hice un mural a los 20 años en el Museo Nacional de Bellas Artes sobre el Desastre de Rancagua. Era interesante porque yo no había estudiado la historia de Chile en el colegio, y me di cuenta de que esa batalla tiene una característica que es muy propia: hay dos versiones sobre lo que pasó. Una carrerista y una ohigginiana, que narran hechos distintos. Si quieres saber qué fue realmente lo que sucedió, no tienes cómo. Y esa característica de Chile se repite siempre que hay un conflicto social, como en el golpe. Se establecen versiones con hechos distintos, lo que es una cuestión súper extraña, porque los hechos son los hechos. No hay más discusión, y creo que todo mi trabajo tiene que ver con esa tensión.

-¿Una tensión que relacionas con la histeria?

-La histeria se produce por un shock, en el que tú niegas acontecimientos, los cambias o los inviertes. El Desastre de Rancagua fue una derrota, pero la única representación que existe es la de un señor O’Higgins, desplazando la imagen de lo que fue la primera masacre de Chile. En términos conceptuales, trato de entender un tipo de lenguaje que al final es el mismo que se establece con los archivos que desclasifica la CIA de Chile.

-¿Qué te pasó al revisar los archivos?

-Me conecté con la tacha. El lenguaje en un texto borrado. Nuevamente se trató de un acto histérico, porque te dicen que van a desclasificar y está tachado. Es decir, voy a hacer algo y te voy a mostrar, pero no. Creo que tenemos a nivel cultural una rotura en el diálogo social. El arte es producto del diálogo. Esta sociedad recién está empezando a volver a establecer un diálogo entre personas que piensan distinto. No puede ser siempre un diálogo destructivo.

-¿Los archivos son la punta del iceberg de una estrategia continental?

-A través de un documento emitido por Chile a Uruguay me empecé a dar cuenta de que las autonomías nacionales no son como uno se las puede imaginar, porque todo está conectado con el otro. La primera exposición, que presenté en la 8va Bienal de Mercosur, se refería a la Operación Cóndor, pero iba más allá. La operación es el resultado, la consecuencia. Todo está entrelazado geopolíticamente. EE.UU. tenía intereses económicos y se alió para defenderlos con todos los países latinoamericanos que pudo, y ésa es la historia que se cuenta en la ruta del Malba.

-¿La exposición establece un recorrido?

-Tiene tres nudos temáticos que están sostenidos por la investigación y también por la forma. La obertura, si esto fuera una sinfonía, contextualiza tres obras de Donald Judd, padre del minimalismo norteamericano, que la vanguardia de EE.UU. exporta en el mismo momento en que está ocurriendo todo esto en América Latina. Por consiguiente, me apropio de su obra en términos contemporáneos. El minimalismo de Judd es muy interesante, porque pone al arte por el arte, en abstracción pura, geométrica, impecable, como una manera de celebrar el período más alto de industrialización. No genera un discurso con la realidad. Al incorporar los documentos desclasificados en la misma posición de la obra de Judd, se produce una especie de choque de forma y fondo.

-Además, exhibes ciertos personajes latinoamericanos.

-Bajando la escalera se despliega la imagen de 47 líderes de 14 países, que aparecieron en los archivos de la CIA, desde el año 47 al 94. Algunos fueron asesinados, en otros casos las causas de sus muertes están siendo investigadas. En bronce gruñido está la imagen fantasmagórica de ellos. En ese retrato aparecen el país, el año y no el nombre. Luego se despliega toda la información de las causas, con su historia, fallos, peritajes y exhumaciones, que conseguimos a través de familiares, jueces, abogados. Incluso César Gaviria, ex presidente de Colombia, nos ayudó. Fue un trabajo difícil. Después, en un muro, con una máquina que inventamos, se proyectan imágenes de los muertos, el lugar de los hechos o del accidente. Usamos la luz como una manera de que estas imágenes de crónica roja se desmaterialicen y no resulten morbosas. Y aquí aparece el cargo, pero aún sin el nombre.

-¿En cada sala entregas pistas que ayudan a completar el guion de lo ocurrido?

-Está todo pensado. Una sala más abajo, otra obra de Donald Judd intervenida contiene toda la investigación que hicimos por país. Esto lo puedes leer, están en unas carpetas realizadas con una solución de acero, son pesadas, frías, como si se tratara de una morgue. Al leerlas puedes hacer un cruce de información. Ahora ya sabes los nombres. Además, se exhiben 10 casos específicos con peritajes y documentación que nadie ha visto, lo que va a ser impactante. Los casos de Chile son Frei, Allende, Neruda, Letelier. También aparece Jacobo Arbenz, de Guatemala; Omar Torrijos, de Panamá, entre otros. Finalizo con un video multicanal de cinco pantallas, con la obra Translation Lessons (2012-2016), donde hago una reflexión sobre el idioma como dominio hegemónico. En él, un profesor me enseña inglés a través de la lectura de los archivos de la CIA.

-Toda esta investigación y proyecto tiene como punto inicial Chile. ¿Qué te motiva?

-Cuando no tuviste infancia en Chile, resulta difícil entender esta sociedad tan segmentada, con un sentido de la vigilancia por el otro. En países más grandes y diversos esos códigos no existen, como tampoco la necesidad de homogeneizarse. Llegué a Chile el 89 y la sociedad ha tenido cambios, pero sigue siendo pueblerina. Para entenderla me ayuda todo este trabajo que elaboro, partiendo desde lo intelectual.

Publicado por Capital Online