Debería estudiar, debería seguir con el inglés, debería ir al gimnasio... Luego miro mis horarios y mi día a día y me digo que es mejor que deje de soñar. Podría hacer más, pero hay que dormir... Al menos, eso sí, me lo paso muy bien en el trabajo, me gusta lo que hago y cada vez me encuentro más cómoda. No fue sencilla la adaptación y ahora, con la distancia, veo el camino transitado y me doy cuenta de lo complicado que ha sido, de los errores que cometí, pero también celebro los avances.
Tampoco es fácil hacer lo que hago y no dejarse llevar. Esta semana, por primera vez, me he enfadado de verdad, con gente que a lo mejor no tiene culpa, que hace su trabajo como yo hago el mío, con la diferencia de que la vida nos ha situado en bandos distintos. Pero es que me pueden y me superan las injusticias, los desmanes, los yo-no-he-sido. Y me puede más que me intenten tomar por tonta.
Total, que nos quedaremos con los paseos bajo la lluvia en la city y con las risas, que es lo que, al final, importa. Una de los aspectos buenos de cumplir años es que aprendes a quitarte presión de encima. Aprendes a decir no. Aprendes a no regar jardines que no son tuyos (Marycheivis otra vez). Yo, al menos, estoy aprendiendo y está muy bien. Hay que soltar lastre, amigos.